Mucha gente cree que los profetas son personas que anuncian el futuro. No es así. Son predicadores de una ética. Dedican la vida predicando su verdad. No les importa que sean pocos los que los escuchan o a cuántos convencen. Muchos de ellos terminan incluso sacrificando su propia existencia.
Los políticos, en cambio, dedican su vida a intentar cambios concretos de la realidad, debiendo asumir los límites que la propia realidad les impone.
En la Fe Cristiana, el profeta es Jesucristo, que terminó crucificado y traicionado por sus propios discípulos. Su prédica cambió a buena parte de la humanidad, pero recién 300 años después.
El político se parece más al Espíritu Santo, que hace posible que una Virgen engendre un hijo y que a los discípulos de Jesús los entienda gente que habla lenguas variadas.
De inspirarse en una ética. Si no, es un oportunista que persigue intereses propios. Una inspiración ética que lo lleva a proponerse muchas veces objetivos muy difíciles de lograr, a veces casi imposibles.
Pero los límites que la realidad le impone lo obliga muchas veces a transar para darle viabilidad a sus objetivos. Es como el alfarero, que necesita ensuciarse las manos para lograr su obra, porque trabaja con barro, para convertirlo en algo útil y la mayor de las veces hermoso.
El periodista Daniel Matamala se vistió de profeta en una reciente columna de opinión en el diario “La Tercera”, al juzgar a Gabriel Boric. No lo critico, porque los profetas nos hacen bien. Pero deben tener mucho cuidado al juzgar a los políticos, sobre todo cuando la crítica no es propiamente política sino moral. En ningún momento Matamala analizó las razones que el Presidente ha tenido para hacer los cambios que él describe, sino que todo lo lleva a atribuirle gratuitamente un renuncio a su inspiración ética.
Lo que sí me parece un despropósito mayor es igualarlo a un político, Ramón Barros Luco, que personaliza una de las épocas más oscuras de nuestra historia independiente, época que sobrevino al primer Presidente de la República que la oligarquía llevó al suicidio, José Manuel Balmaceda, porque amenazaba sus privilegios.
Por Pedro Felipe Ramírez. El autor fue Ministro de Estado del Gobierno de Salvador Allende y Embajador de Chile en Venezuela en la Administración de Michelle Bachelet.
Santiago, 24 de marzo de 2024.
Crónica Digital.