*Por Eric Campos
En los últimos días hemos visto dos performance de dos altos exponentes del empresariado, como el presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), Ricardo Mewes, y el ex presidente de la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA), Bernardo Larraín. En el caso del primero, señaló que el gobierno tiene “sesgo antiempresarial”, y el segundo mantuvo un viralizado intercambio con la ministra del Trabajo y Previsión Social, Jeannette Jara, quien les pidió que paguen más.
Las dos declaraciones resultan llamativas. Si de algo no pueden culpar al gobierno, es que no escucha a los empresarios. Es cosa de buscar en internet las innumerables veces que han sido recibidos en La Moneda o en el Ministerio de Hacienda, con el fin de poner límites a las reformas del gobierno o influir en favor de sus intereses. Y qué decir de los millonarios subsidios y exenciones tributarias que les permiten “emprender”. Decir que este es un gobierno antiempresarial, al menos, debería provocarles pudor.
Lo cierto es que el gran empresariado chileno, que pertenece al 0,1 % más rico de la población, tiene un tufillo a la oligarquía del siglo XIX en su intención permanente de hacer política y negocios a la vez.
Estos dos exponentes (y aquí sumaría a Juan Sutil) no solo hacen política poniendo los huevos en todas las canastas o partidos políticos afines a sus ideas. Ahora lo hacen asumiendo la vocería de una derecha en crisis que solo habla para defenderlos. Así quedó de manifiesto en el rol que jugaron durante las campañas electorales de los últimos dos plebiscitos constitucionales. Claro, había que cuidar los privilegios que heredaron del dictador y que tanto protegen los tecnócratas de todos los sectores.
Lo que debería caracterizar al empresariado es su afán por generar empleo, impulsar el crecimiento, generar Trabajo Decente y diálogo con las comunidades. Para ello es necesario dejar atrás la codicia y abrirse, tal como lo hicieron más de 250 millonarios y multimillonarios, que exigieron que les suban los impuestos en una carta titulada “Proud To Pay More” (“Orgulloso de pagar más”) para enfrentar la crisis económica que vive el mundo.
Los empresarios deberían ver a los sindicatos, a la organización colectiva de las y los trabajadores, como una oportunidad para que, a través del diálogo, mejoremos las condiciones de vida de las personas. Si pensamos en una familia de 4 personas, donde solo 1 trabaja, el salario debería llegar a los 730 mil pesos para superar la línea de la pobreza. Sobre esa base requerimos de un empresariado que hable de los problemas del trabajo, de cómo enfrentamos el debate del cambio tecnológico en los modos de producción, con la compensación de un salario vital que permita a las y los trabajadores vivir en condiciones dignas. Usando la muletilla que muchos de ustedes utilizan: hablen menos y produzcan más.
El autor es Secretario General de la Central Unitaria de Trabajadores de Chile.
Santiago de chile, 18 de marzo 2024
Crónica Digital