Javier Milei avanza en su proyecto liberalizador, en defensa de la propiedad privada de los grandes medios de producción, esos que están concentrados en manos de grandes inversores, locales y mundiales. Nada para los pobres, los que tendrán que esperar el “derrame” prometido por la ideología liberal libertaria. No es una novedad, pero arrastra en la coyuntura el consenso electoral de sectores empobrecidos.
Por Julio C. Gambina*, colaborador de Prensa Latina
Desde el diario La Nación aluden a una “revolución”, aseveración en la letra de sus principales columnistas, Carlos Pagni y Joaquín Morales Solá. Una revolución a favor de un capitalismo ortodoxo, sin intervención económica del Estado, a tal punto, que el presidente reprime y pretende cobrar a los reprimidos el costo de la represión.
Según Milei, el pueblo resistente debe pagar lo que no quiere comprar: la represión, lo que será una vulneración del principio de libertad que sustenta el anarco-capitalista en el gobierno.
La lógica política del nuevo gobernante en Argentina desconcierta a propios y extraños, ya que convoca a sesiones extraordinarias y nadie conoce la letra chica en el Congreso, aunque se califica como más trascendente el contenido del antidemocrático Decreto de Necesidad y Urgencia, el DNU, que arrasa con 300 regulaciones de un plumazo, con claros beneficiarios en la cúpula empresarial y una extensa variedad de perjudicados entre los sectores empobrecidos.
Además, amenaza Milei a los congresistas señalando que, si no aprueban el DNU, convocará a un plebiscito para que la sociedad ratifique su voluntad de transformación reaccionaria. El Procurador Rodolfo Barra, recordado ejecutor implacable del programa menemista en los 90, destaca el carácter no vinculante de esa consulta. Sin embargo, la amenaza apunta a resaltar la continuidad del consenso social en la “revolución restauradora” del poder oligárquico imperialista.
La realidad del alza de precios de la “revolución liberal” puede evidenciar los límites del consenso social logrado en el proceso electoral, en apariencia supérstite mientras no se receptan aun las subas de tarifas en servicios públicos de energía o transporte. El descontento no es todavía visible y genera desconcierto sobre como confrontar con una línea política de esencia ortodoxa en el discurso que no tiene experiencia de ejecución.
Hasta algunos liberales temen por el experimento ultra liberal de Milei, quien apuesta a ser “modelo” en el mundo y por eso desafía con sus propuestas a la elite del pensamiento y la política global.
Repite sin datos fehacientes que Argentina fue líder de la economía mundial a comienzos del Siglo XX y que ahora debiera retomar ese lugar.
El interrogante está en si la sociedad argentina soporta el deterioro de una calidad de vida que viene de medio siglo de retroceso, con escasos momentos de tibia recuperación, que nunca supusieron revertir la “revolución” conservadora, verdadero propósito del golpe de 1976 y del rumbo potenciado en los 90 con gobernantes peronistas y radicales, una senda que intentó desarrollar Mauricio Macri entre 2015 y 2019.
Alternativa se busca
Se trata de un problema estructural, en rigor, no solo de la Argentina, sino en el ámbito mundial. La crisis política es global y las clases dominantes discuten como procesar una propuesta que otorgue salida a la crisis del 2007/ 09, lo que explica las tendencias de “derecha” que se ensayan en el ámbito mundial.
En ese marco se destaca Milei, una derecha no nacionalista, que exacerba el argumento esencial de la escuela austríaca, desde Carl Menger a Murray Rothbard.
La revolución “liberal”, “neo”, desplegada desde el terrorismo de Estado del sur de América, como ensayo, y generalizada en el norte imperialista por Thatcher y Reagan, entró en crisis.
Esa es la razón para que aparezcan ideas y proyectos “salvadores” por derecha, evidenciando también el fracaso de propuestas tradicionales de una izquierda que colapsó en la experiencia de la URSS y sin réplica en el presente.
Proyectos que sobreviven a esa experiencia o “modelo” intentan, con suerte diversa, abrir sus propios rumbos, que aun requieren ser analizados en sus posibilidades de transformación anticapitalista.
El capitalismo viene respondiendo a la crisis de los 60/70 con una ofensiva reaccionaria que se define en el crecimiento de la desigualdad, la afectación del medio ambiente y la profundización de una lógica de militarización, violencia explícita y estímulo a la criminalidad del orden vigente, con trata de personas, venta de drogas, armas y una especulación exacerbada dirigida por el capital ficticio.
La ausencia de alternativa política es el problema por resolver. El fracaso de las propuestas de “reforma” al orden emergente hace cuatro décadas en la Argentina, con continuidad de un modelo productivo primario exportador, demanda la generación de un proyecto sustentado en un bloque social que, partiendo de las experiencias sociales y políticas por otro orden, pueda proyectar un horizonte de “revolución” en contra y más allá del régimen del capital.
Resulta imprescindible la crítica al capitalismo, lo que supone recuperar en esencia los análisis de Marx, contra quien se levantó la “escuela austríaca”.
Se trata de un debate histórico por la supervivencia del régimen del capital o la posibilidad de confrontarlo.
La teoría austríaca tiene ahora la posibilidad de ejercer políticamente sus postulados, convocando al mismo tiempo a una crítica sustancial sobre el orden capitalista, con las especificidades nacionales de la Argentina y su inserción global, en una historia viva de búsqueda de la emancipación social.
Asistimos a un tiempo de crisis de la política y de ensayo de nuevas propuestas sustentadas en la crítica del orden vigente.ç
*Doctor en Ciencias sociales por la Universidad de Buenos Aires, UBA; Profesor de Economía Política en varias Universidades Públicas de la Argentina y la región; preside la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.
(Tomado de Firmas Selectas)
Buenos Aires, 7 de enero 2024
Crónica Digital/PL