Por Marcel Garcés Muñoz
No es posible evitar la sensación de satisfacción por los éxitos organizacionales y deportivos tras la clausura de los Juegos Panamericanos 2023, pero sobre todo el desempeño decoroso de nuestros competidores y el comportamiento entusiasta del público masivo que acompañó la fiesta, incluido el protagonismo entusiasta, pero discreto y digno, de nuestras autoridades, de nuestro Presidente de la República, Gabriel Boric, sus ministros, los representantes de los entes deportivos nacionales y regionales, que acompañaron desde el orgullo por la tarea bien hecha, el desempeño de los representantes de una pléyade de deportistas de la casa y visitantes.
Si dijimos al inaugurarse el magno evento, que “cabe celebrar que hoy, Chile sea escenario de este evento “panamericano” y sentir orgullo por el esfuerzo organizativo, financiero y deportivo y que el “fuego sagrado” haya partido desde un escenario que recuerda y rinde homenaje a nuestros ancestros y nuestra historia vernacular como civilización originaria.
”Y que una competencia deportiva representativa de múltiples disciplinas tenga como escenario, páginas de nuestra historia- incluyendo etapa trágicas como un Estadio Nacional en que murieron prisioneros políticos del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973- y nuestro espacio geográfico y ello refleje, nuestro futuro, proyecto nacional y nuestras esperanzas.
”El que la tradicional “Llama Olímpica”, con que los griegos iniciaban su fiesta olímpica, que ponía un espacio simbólico de tregua, de paz, para dar paso a una competencia de habilidades a los deportistas, por sobre quienes guerreaban por espacios, dominios, riquezas o esclavos, se encendiera, este 29 de septiembre de 2023 , en Teotihuacán, anunciando los Juegos Panamericanos y Para Latinoamericanos, en un escenario que nos recordaba nuestro origen histórico y cultural, étnico y libertario, antes del llamado “descubrimiento” de los que vinieron a hacerse “la América”, no fue un mero gesto publicitario.
“De alguna manera fue recuperar el sentido profundo, popular de una práctica social, latinoamericana, nacional y regional, el deporte, la sana competencia fraternal de quienes son parte de una misma familia, los hijos de esta tierra, que Pablo Neruda, nuestro Premio Nobel retratara en su Canto General.
“Y que mas allá de la confabulación propia del mercado, de las competencias publicitarias del avisaje, auspicios, las ganancias y los intereses privados o propios, irrumpieron desde las raíces, desde el arte vernacular, colectivo, el colorido y ritmo que parecía emerger- y así lo sentimos- desde los principios de nuestra historia, la real, no la imaginada o tergiversada, ni la impuesta por los conquistadores de la invasión colonialista española, portuguesa y estadounidense”.
A la hora de la despedida, plena de sentimientos de hermandad, de amistad regional se puede constatar que el país, el Estado cumplieron con el compromiso asumido ante el deporte, ante el espíritu competitivo, pero fraterno, de un escenario digno en que 7 mil atletas, jóvenes, algunos más maduros, representativos de países, culturas, etnias, pensamientos diversos, emociones, se sintieron hermanados por objetivos superiores.
Los ejecutivos del certamen multinacional proclamaron con indisimulado y justificado orgullo y satisfacción, “Misión Cumplida”, pero sin olvidar el marco multitudinario que acompañó las competencias, el carácter popular de uno de los acontecimientos más destacables y las emociones acumuladas en la memoria, el recuerdo y hasta la pasión de los protagonistas y de la pasión humana que le dio un marco inolvidable al que será, sin duda un acontecimiento de la historia personal y colectiva de millones de personas, aquí y mas allá de las fronteras nacionales.
Hay que destacar que los festejos no eludieron la presencia de un país y su historia siempre presente de desencuentros, de conflictos, de dramas históricos, de dolores, de muertes y de demandas sin resolver, derivados de la sangre derramada.
Pero también se abrieron rutas de esperanzas, de objetivos a alcanzar, de símbolos de esperanza, como el significado profundo de un joven atleta de 15 años, Matías González, (medalla de Bronce en Esqui Acuático) transportando el emblema nacional, en una ceremonia solemne, pero esperanzadora, de reencuentro, para ser izado, por las manos de jóvenes cadetes militares y policiales, como un mensaje hacia el porvenir.
En este acto de clausura no solo estuvo el pasado reciente de un acontecimiento deportivo, sino que el de la memoria de los prisioneros del Estado Nacional, pero sobre todo la herencia del verso de Violeta Parra y de Víctor Jara.
Ante las estructuras del Estado, de las oligarquías políticas, los centros de pensamientos, hasta hoy parapetadas en trincheras doctrinarias e intereses políticos partidistas subalternos, sectarios y egoístas, se abre un mundo de posibilidades fundadas en el espíritu del deporte, de una competencia sobre la excelencia en que debería transformarse el deporte.
Ello significa tanto el aporte estatal (y privado), a una promoción de una cultura de desarrollo, impulso organizativo y popular del deporte, de la cultura física. Con todo lo que ello implica en términos de financiamiento, educación, alimentación, entrenamiento popular, infraestructura, perspectiva, compromiso.
Tras los Panamericanos 2023 estamos a la espera de iniciativas que superen los límites de la competencia comercial o del llamado “profesionalismo”, que más que nacional, es –lo sabemos todos- transnacional y comercial que ronda en torno al mundo del deporte, en busca no tanto de medallas, sino que de ganancias comerciales, intereses geopolíticos y empresariales.
Cabe esperar que el Estado, los partidos políticos, las organizaciones vecinales, los sindicatos, las Fuerzas Armadas y policiales, las organizaciones empresariales, las Academias, las universidades, la intelectualidad, tomen nota de los temas que abarcan el cultivo de los deportes, que se incorporan a sus agendas, además de los emergentes de un mundo en proceso de cambio y de la acumulación de las esperanzas urgentes y colectivas.
Entonces, además, de los abrazos y congratulaciones legítimas, tenemos mucho por hacer.
Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 10 de noviembre 2023
Crónica Digital