Jacques Chonchol: fragmentos decisivos de la coherente historia de un cristiano de izquierda

Ha partido de este mundo Jacques Chonchol en circunstancias especialmente significativas: cuando se han cumplido 50 años del Golpe de Estado que puso derrocó por la violencia al Gobierno de Salvador Allende, en que ejerció como emblemático Ministro de Agricultura y orfebre de la Reforma Agraria, y cuando en unos pocos días más se cumplirán 52 años de la fundación de la Izquierda Cristiana, la última colectividad de la que fue parte y que, en la forma que fue concebida, fue una síntesis de su pensamiento de la vida entera.

En efecto, en el interior del socialcristianismo que sustentó al Partido Demócrata Cristiano (PDC), constituido en 1957, ya a comienzos de la década de los 50 cristalizó una concepción de izquierda o de progresista, expresada principalmente en las proposiciones de Jacques Chonchol y Julio Silva Solar en su libro “Hacia un Mundo Comunitario” (1951). Este trabajo fue positivamente valorado por el sacerdote jesuita Alberto Hurtado, quien escribió una carta a su amigo Silva Solar, en la cual señalaba con sarcasmo: “Lo he leído despacio porque me habían dicho que era un libro muy peligroso y de tendencias comunizantes”.

Esas ideas ejercieron una clara influencia en los primeros años de la Democracia Cristiana, como puedo apreciarse en una carta de su Consejo Nacional a los Partidos Comunista y Socialista fechada el 31 de enero de 1963, en la que manifestaba que “la Revolución chilena será democrática, antioligárquica y antiimperialista” y que, por lo tanto, “se trata de un único movimiento social; no hay una revolución marxista y otra cristiana” (Enrique López Oliva: “El Camilismo en América Latina”, Cuadernos Casa de las Américas, La Habana, 1970).

Ya con Eduardo Frei Montalva en el Gobierno, su propuesta reformista comenzó a ser desbordada por la izquierda desde el interior de la Democracia Cristiana. En 1965, Jacques Chonchol y Julio Silva Solar publicaron un ensayo en el que perfilaron los fundamentos de la “vía no capitalista de desarrollo”, un camino revolucionario a una “sociedad comunitaria”. A este respecto, sostenían: “El comunitarismo promueve una estructura social fundada en el principio de que la tierra y bienes productivos (capital industrial, financiero, comercial) pertenezcan a los trabajadores. Ello significa sobrepasar el conflicto fundamental del sistema capitalista, conflicto de clases donde el antagonismo entre la reducida clase de los propietarios del capital y la masa desposeída de todo otro bien fuera de su trabajo, el que debe poner al servicio del capital a cambio de un salario, genera toda clase de obstáculos al desarrollo económico y a la justicia social”.

“El dinamismo de la sociedad comunitaria no arranca del afán de lucro o de poder de capitalistas o de aspirantes a capitalistas, sino de la voluntad colectiva de todo el pueblo que se hace dueño de la economía y que organiza planificadamente su ascenso como comunidad, sin diferencias de clase. Una economía que organiza a los hombres en forma comunitaria está en condiciones de multiplicar las energías sociales de un modo que el capitalismo no puede siquiera concebir, y alcanzar, por lo mismo, un desarrollo económico mucho más rápido y sobre bases de humanidad y justicia que el régimen actual ignora. La economía comunitaria es el antecedente para que los seres humanos se integren en una verdadera comunidad fraternal. La idea comunitaria es una idea de liberación humana”, consignaban (Julio Silva Solar y Jacques Chonchol: “El Desarrollo de la Nueva Sociedad en América Latina”. Editorial Universitaria, Santiago, 1965).

Con esas proposiciones, contribuyeron a formar un sector de izquierda en el PDC, que con el tiempo dieron origen al MAPU y la Izquierda Cristiana.

Desde el mundo conservador, el libro recibió duras críticas, en particular en las páginas de la revista “Finis Terrae”, órgano de la Pontificia Universidad Católica de Chile, dirigida por el historiador Jaime Eyzaguirre. Se dijo que la obra era expresión de “cristianismo marxista” (“Finis Terrae” Nos. 51–52, diciembre de 1965). Eyzaguirre y su trabajo intelectual influyó decisivamente en la creación del “Movimiento Gremialista”, formado por Jaime Guzmán Errázuriz y que, en la dictadura militar, originó la Unión Democrática Independiente (UDI).

Chonchol asumió el mismo año 1965 la Vicepresidencia del Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario (INDAP), correspondiéndole el desarrollo e implementación del proceso de la Reforma Agraria. En esa entidad conoció a un brasileño que llegó a Chile exiliado luego del Golpe de Estado en su país natal: se llamaba Paulo Freire y en esos días escribió el original de su magistral libro “Pedagogía del Oprimido”, cuyo manuscrito dejó en la custodia de Chonchol cuando en 1969, partió a Estados Unidos a trabajar como profesor visitante en la Universidad de Harvard. Freire y Chonchol compartían inquietudes intelectuales y políticas, por lo que habían forjado una estrecha amistad.

Las reformas introducidas por el Gobierno de Frei, en materia de la Reforma Agraria y de organización comunitaria en el campo y la ciudad, contribuyeron a ensanchar la base de apoyo de la izquierda de la colectividad falangista. Relató Luis Maira: “Luego del Segundo Congreso Nacional del PDC, en agosto de 1966, los sectores de izquierda –‘terceristas’ y ‘rebeldes’– tienen a actuar cada vez más unidos, pero conservando su propia organización. Formulan juntos la tesis de la ‘vía no capitalista de desarrollo’, la cual, a mediados de 1967, se materializa en un documento bastante radical: el ‘Informe Político Técnico’, preparado por una comisión dirigida por Jacques Chonchol, en la cual dichos sectores tuvieron clara mayoría. Ese mismo año, logran imponer la Mesa Directiva Nacional encabezada por el senador Rafael Agustín Gumucio” (Luis Maira: “Las Nuevas Fuerzas de la Izquierda: el MAPU y la Izquierda Cristiana”. En diario “Clarín”, 21 de septiembre de 1972).

La intervención directa de Eduardo Frei Montalva en el debate interno del PDC fue la única forma que los sectores más conservadores lograran recuperar el control de la colectividad. Así el llamado sector “rebelde” toma la decisión de abandonar la Democracia Cristiana y formar un nuevo partido con una nítida identidad de izquierda: el Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU), fundado oficialmente el 19 de mayo de 1969. La colectividad tomó la decisión de incorporarse a la construcción de la convergencia de la izquierda, que se expresó en la coalición llamada Unidad Popular (UP).

Jacques Chonchol fue presentado a la alianza por el MAPU como precandidato presidencial, con vistas a las elecciones de 1970, y depuso pronto su postulación en mérito de respaldar a Salvador Allende y asegurar la unidad más amplia del progresismo de izquierda. Tras la victoria de la UP, el Presidente Allende lo designó Ministro de Agricultura, con el desafío de la profundización de la Reforma Agraria.

En 1971, Chonchol ya era parte de un sector del MAPU descontento con la orientación que la colectividad había adquirido, bajo conducción de Rodrigo Ambrosio, su principal liderazgo: a esa altura, el partido se había proclamado “vanguardia marxista–leninista”. Después de su regreso del exilio a fines de los 80, Jacques Chonchol me comentó que los disidentes se preguntaban qué sentido tenía conformar una tercera “vanguardia marxista–leninista” para ampliar la base de apoyo de la Unidad Popular.

En julio de ese año, abandona la DC el sector tercerista de la colectividad, encabezado por el destacado ideólogo Bosco Parra y acompañado por reconocidos líderes como Luis Maira y Pedro Felipe Ramírez, entre muchos otros. Su ruptura fue el rechazo de la mayoría del PDC a descartar en el período las alianzas con la derecha. Comienza entonces la creación de una nueva fuerza progresista: la Izquierda Cristiana.

El 6 de agosto de 1971 a la formación de la Izquierda Cristiana importantes cuadros del MAPU, entre ellos sus tres parlamentarios –los senadores Rafael Agustín Gumucio y Alberto Jerez y el diputado Julio Silva Solar– y Jacques Chonchol. La razón básica de su decisión fue explicada en su carta de renuncia al MAPU:

“Entendemos (…) el cristianismo como una fuerza inspiradora. No le pedimos respuesta para los problemas técnicos ni buscamos en él un modelo de sociedad, de economía o de Estado. Sabemos que no puede dar nada de eso. Pero sí, es para nosotros, reiteramos, una fuerza inspiradora, una fuerza histórica y cultural de sentido liberador para el pueblo, en su expresión más profunda, y pese a las deformaciones de que ha sido objeto por las clases dominantes.

“Igual cosa decimos de los valores humanistas de muchos que no son cristianos. Por ello no creemos en la conveniencia de un partido formado exclusivamente por cristianos. Esta una etapa sobrepasada para nosotros como para muchos cristianos en el mundo actual.

“Pensamos, sin embargo, que a partir de la inspiración cristiana y humanista, utilizando todos los métodos de análisis de las ciencias sociales y políticas, es posible elaborar, como lo hemos hechos para el Programa de la Unidad Popular, líneas de acción correspondientes a una situación determinada, en este caso la chilena.

“De acuerdo con ello creemos que es positivo para unir a los trabajadores y fortalecer el proceso revolucionario chileno, contribuir a organizar a aquellos que, teniendo esta común inspiración, están dispuestos a participar en un movimiento amplio que luche junto con los demás partidos populares por la construcción del socialismo en Chile”.

Más adelante, señalaban: “Creemos que la incorporación masiva de los sectores populares cristianos a la lucha por la construcción socialista requiere de un cauce político que les sea más accesible, y eso es una izquierda de inspiración cristiana y humanista”. Añadía que el sentido de esa fuerza debía ser ayudar “a fortalecer y ampliar el poder popular”.

“Pensamos que ésta es una urgente necesidad del pueblo y la revolución chilena. La revolución socialista chilena necesita de esta fuerza, unida, por cierto, al resto de las fuerzas populares, no como alternativa ni como factor de división”, subrayaban.

En cambio, indicaban a Ambrosio, “usted y la mayoría de los dirigentes del MAPU tienen un concepto muy diferente. Conciben el MAPU como un partido de fuerte contenido marxista. Han adoptado como pensamiento esencial las categorías marxista–leninistas, invocadas como método científico”.

“No creemos, francamente, que el pueblo y la revolución tengan necesidad de otro partido marxista, además de los ya existentes”, subrayaban (“Política y Espíritu” N° 324, agosto de 1971).

Al respecto, Chonchol explicó: “El proceso de construcción del socialismo en Chile obliga a la unidad del pueblo y políticamente nos consta que, si bien los partidos marxistas son un sector muy determinante del pueblo y de la clase trabajadora, no son todo el pueblo y no son toda la clase trabajadora”. De hecho, subrayó, “existen muchos sectores populares que no han ido y no van a ir a los partidos marxistas, por distintas razones, culturales, filosóficas e ideológicas”. En este sentido, indicó que para “la unidad del pueblo y la construcción del socialismo” era fundamental que, aparte de los marxistas, se considerara a los cristianos en la unidad de todo el pueblo, así como “otros sectores que no son ni marxistas ni cristianos” (“Chile Hoy”, 8 de septiembre de 1972).

Así concluyó el paso de Chonchol por el MAPU, que se extendió por algo más de dos años: entre mayo de 1969 y agosto de 1971, iniciando su participación en la Izquierda Cristiana, que fue la última colectividad partidaria en que militó.

El Presidente Allende confirmó a Chonchol como Ministro de Agricultura, ganándose el más profundo odio de la derecha política y económica, orgánicamente comprometida con el latifundio, que nunca jamás le perdonaría el atrevimiento de otorgar tierra y dignidad a los campesinos, sacándolos de las condiciones de servidumbre en que vivían hasta que llegó la Reforma Agraria, como lo describe vívidamente Isabel Allende en “La Casa de los Espíritus”. Los medios de comunicación del mundo conservador lo apodaron “Atila”.

Luego del Golpe de Estado debió partir al exilio. Pero no se desvinculó de la lucha por la conquista de la democracia.

En 1981, en medio de una fuerte embestida represiva contra la Izquierda Cristiana, un grupo de dirigentes de la colectividad emitió una declaración en la que fustigaban a la dictadura militar por su intento de “aislar y desacreditar una organización combativa que cada día adquiere mayor relevancia, especialmente en los medios cristianos ligados a la lucha por la liberación popular”.

En el país, “La Segunda” publicó 29 de diciembre de 1981 una parte del texto, en una nota “informativa” que merece ser reproducida como ejemplo del tratamiento mediático de los medios de comunicación partidarios de la tiranía: “Una declaración pública, presuntamente (sic) firmada en París por Rafael Agustín Gumucio, Bosco Parra, Jacques Chonchol, Luis Maira, Sergio Bitar, Juan Enrique Miquel, Armando Uribe y Roberto Celedón, miembros de la ex (sic) Izquierda Cristiana en el exilio, fue hecha llegar a las oficinas de redacción de nuestro diario. Su autenticidad no pudo ser establecida (…) El Gobierno acusa tácitamente (sic) a la ex IC (sic) de ser organización subversiva, porque infringiendo esas disposiciones (Ley de Seguridad del Estado y Decreto Ley sobre asociaciones ilícitas) se ubica fuera de la legalidad y con fines de subvertir el orden jurídico y político establecido. Tanto en Chile como el extranjero han circulado declaraciones que llaman a nombre de la IC a derrocar al Gobierno”.

En 1988, en la víspera del plebiscito de ese año, se levantó la prohibición de ingreso al país a dos figuras de la Izquierda Cristiana, Armando Uribe y Jacques Chonchol. En este último caso, consignó el periódico de la colectividad en la semiclandestinidad, “el odio que le tiene la derecha, por ser el máximo impulsor de la Reforma Agraria, quedó demostrado, cuando en una comida de camaradería, a la cual asistieron centenares de personas, el Comando Rolando Matus, hizo su reaparición pública, rayando y panfleteando el lugar con insultos y amenazas al compañero” (“Liberación”, septiembre de 1988). El Comando Rolando Matus había sido el brazo paramilitar del Partido Nacional en tiempos de la Unidad Popular.

Jacques Chonchol fue un protagonista de enorme significación en la historia reciente de Chile.

En la foto: el autor de esta crónica junto a los históricos líderes de la Izquierda Cristiana Bosco Parra, Pedro Felipe Ramírez y Jacques Chonchol.

Por Víctor Osorio. El autor es periodista y académico, fue Ministro de Estado y presidente de la Izquierda Cristiana.

Santiago, 7 de octubre de 2023.

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