El académico UOH, Gonzalo Palomo, plantea que no hay que considerar solo las respuestas tecnocráticas para concretar la migración.
La aceptabilidad pública de tecnologías limpias y de energías renovables es fundamental a la hora de impulsar una transición energética. Así, conceptos tales como la confianza social en instituciones del sector energético, justicia procedimental y distributiva, e incluso la percepción de similitud entre los valores de las instituciones y los propios, son centrales para la agenda medioambiental de Chile, en el ámbito de la transición al uso de las energías renovables, en reemplazo de aquellas que no lo son, como es el caso de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural, entre otros).
El tema de la aceptabilidad pública ha sido estudiado por el académico del Instituto de Ciencias Sociales (ICSo) de la Universidad de O’Higgins (UOH), Gonzalo Palomo, junto con académicas de la Universidad de Groningen, en Países Bajos, y del Instituto Federal Suizo de Ciencia y Tecnología Acuáticas (EAWAG). Estos estudios sugieren que para facilitar transiciones energéticas a energías más limpias y/o sustentables “no debes solo enfocarte en respuestas tecnocráticas de producir alternativas limpias y sustentables, sino que también necesitas, y cada vez se le da más valor, concentrarte en la aceptabilidad pública de las energías propuestas”, sostiene el investigador. También acota que “en los últimos reportes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) se le ha venido dando mucho énfasis a las determinantes individuales, sociales e instruccionales detrás la aceptabilidad de algunas tecnologías sostenibles. No sólo importa que exista la tecnología, pues quienes la usarán son personas con motivaciones, valores y expectativas distintas”.
¿Y por qué la aceptabilidad pública se vuelve protagonista en la transición a energías renovables y cómo se consigue dicha aceptabilidad?
“La evidencia indica que, si no le das importancia a cómo las personas recibirán las propuestas y proyectos energéticos y trabajas en ello, éstas en general tenderán a no utilizar o a subutilizar las alternativas propuestas; a oponer resistencia, ya sea pasiva obviando las alternativas o incluso activa, a través de acción colectiva, marchas y protestas.
Hay muchas maneras en que en principio se puede facilitar la aceptabilidad pública de proyectos energéticos. Por ejemplo, si las personas encuentran que los beneficios y riesgos derivados de los cambios se encuentran distribuidos de manera justa, es más probable que acepten los mismos. En cambio, si las personas creen que ciertos grupos se verán más favorecidos que otros, es posible que haya más resistencia.
Más aún, entre los factores individuales a la base de la aceptabilidad también se encuentran los valores, esto es, las metas prioritarias, de distintos grupos y personas. Los valores funcionan como un prisma con él que las personas evalúan el mundo social y con el que orientan decisiones en su vida, guiando así el comportamiento. Por esto, hay personas que parecen preocuparse más por temas ambientales y consecuencias ecológicas de las decisiones en el sector energético, mientras que, otras, se enfocan más en los aspectos financieros de la transición energética y cómo aquello podría impactar sus vidas”.
Confianza social y similitud valórica
El académico precisa que, en uno de estos estudios, se enfocaron en “qué es la confianza social en instituciones reguladoras y como se relaciona con la aceptabilidad pública de proyectos energéticos. Específicamente, evaluaron hasta qué punto el hecho de que las personas crean que las instituciones que se encargarán de instalar un proyecto energético o de desarrollar una nueva tecnología energética limpia tienen competencias técnicas y transparencia e integridad para realizar estas tareas, influye en la aceptabilidad de las mismas. Por ejemplo, frente a la construcción de un parque eólico, hasta qué punto las personas confían en que la instrucción reguladora se asegurará de que el parque produzca suficiente energía para todos, que no van a ocurrir cortes de luz y que actuarán de manera transparente a la hora de tomar decisiones”.
Gonzalo Palomo señala que, en estos estudios, han observado que “la confianza social en instituciones reguladoras predice, de manera consistente en el tiempo, el nivel de aceptabilidad que la gente otorga o reporta respecto de proyectos energéticos”.
Sobre cómo se mejora la confianza en las instituciones que entregarán las nuevas tecnologías, el Dr. Palomo señala que “las personas, en general, cuando deben evaluar tecnologías medianamente riesgosas y de las que no saben mucho, no pueden evaluar racionalmente sus ventajas y desventajas. Más aún, no todos saben, exactamente, el nivel de competencia e integridad de estas instituciones y, por tanto, la decisión de si confiar o no, no es tan simple. Ante ello, ante esta incertidumbre, las personas usan ciertas pistas heurísticas, informaciones que permiten evaluar de manera indirecta si acaso es razonable confiar o no en una institución”.
Y ejemplifica: “Podemos hablar de similitud valórica, que es un constructo que hace referencia a hasta qué punto las personas esperan que las instituciones reguladoras de los riesgos de producción energética limpia priorizan los mismos valores y metas que ellas. Así, mientras más las personas esperan que sus metas serán prioridad para las instituciones, mayor será la aceptabilidad de los productos y proyectos energéticos que regulen”.
¿Los cambios dan confianza?
El académico plantea que la transición energética será mucho más expedita en la medida que las instituciones detrás de la misma “ganen” y “mantengan” la confianza de las personas. “Los cambios siempre implican riesgos; en la medida que las instituciones y sus representantes transmitan al público que pueden controlar aquellos riesgos -a través de decisiones que se tomen de manera transparente y participativa- es muy probable que las personas acepten estos riesgos”, sostiene Gonzalo Palomo.
Asimismo, indica que es importante recordar que las transiciones energéticas involucran no sólo a una institución, “sino a muchas que difieren en tareas, competencia, área de desempeño y, en este sentido, es recomendable recordar que las expectativas en términos, por ejemplo, de habilidad y transparencia, variarán de institución a institución. Esto es importante toda vez que, distintos tipos de confianza, predicen de forma diferente la aceptabilidad”.
Un ejemplo, añade, es un estudio en curso en Países Bajos, donde se observa que las personas confían más en la integridad de instituciones más cercanas a la gente, por ejemplo, municipalidades, y en el caso de instituciones más abstractas, tales como el Estado o el gobierno, inspiran más competencia técnica.
El académico sostiene que se valora “positivamente que el Panel Intergubernamental de Cambio Climático esté dando más énfasis a las ciencias sociales y su rol en la transición energética. Y es que la confianza en las instituciones que regulan riesgos, la percepción de justicia distributiva y la participación en toma de decisiones, entre otras, son todas, variables que van a contribuir a la aceptabilidad de estas tecnologías energéticas”.
“Yo creo que Chile, como país que apunta a moverse a energías más limpias, tiene ambiciones bastante grandes -considerando nuestro nivel de desarrollo- y es muy positivo que tenga estas ambiciones. La tarea ahora es no trabajar solo con quienes están preocupados por el medioambiente, y están dispuestos a hacer cambios, sino que debemos apuntar a todos. Y para esto, debemos, necesariamente, relevar el rol de estos factores sociales e institucionales”, puntualizó.
Santiago de Chile, 6 de octubre 2023
Crónica Digital/uoh.cl