Por Ociel Alí López
Chile celebrará el próximo 17 de diciembre un plebiscito para decidir si el país acepta la nueva Constitución que debe redactar el Consejo Constituyente (CC), elegido el pasado 7 de mayo.
Durante estos siete meses se jugará una partida paralela. Por un lado, el CC –dominado por las derechas– debe gestionar su propuesta constitucional, superar la posible división interna y demostrar que tiene capacidad política, más allá de saber avivar el malestar social.
Por el otro, el gobierno del presidente Gabriel Boric tendrá que tomar la iniciativa en políticas para enfrentar las crisis de seguridad y socioeconómica, mientras intenta recortar la ventaja que le han sacado y proyectarse de mejor manera para las presidenciales de 2025.
Aún sin terminar el control de daños que causó la derrota electoral de principios de mayo dentro de la izquierda y del centro liberal, ya pueden procesarse mejor los escenarios que se han abierto, así como las intenciones políticas de Boric para impedir el colapso de su gobierno y sobrevivir a la tempestad.
Boric tendrá que tomar la iniciativa en políticas para enfrentar las crisis de seguridad y socioeconómica, mientras intenta recortar la ventaja que le han sacado y proyectarse de mejor manera para las presidenciales de 2025.
Pasados algunos días, ya podemos “encapsular” el triunfo de la derecha populista como un acontecimiento que puede ser tan aluvional y reversible, como lo fue el triunfo de la izquierda en tiempos previos a la Convención.
La derecha perdió casi dos millones de votos
Todos dicen que el péndulo político en Chile va enfilado hacia la derecha. La pregunta ahora es: ¿por cuánto tiempo será así? El triunfo tan holgado de las derechas puede causar en los líderes derechistas y radicales un brillo enceguecedor, como el que sufrió la izquierda más alternativa e independiente con sus victorias en los recientes tiempos de la Convención.
Es posible que ese resplandor nos cubra ahora a todos los que no entendemos qué pasó en Chile y nos sorprende la forma en la que se revirtió tan vertiginosamente el proceso de cambio que lucía, en su momento, imparable.
Las “mayorías silenciosas” en Chile han demostrado no tener un casamiento ideológico, pero sí rechazar con mucho ahínco la institucionalidad liberal chilena. Es por ello que los populismos –el de izquierda durante la fulgurante estela que dejó ‘el estallido’, y ahora el de derecha– han resultado tan exitosos en las urnas.
Tanto el voto hacia el Partido Republicano (PR) como el del Voto Nulo/ Voto Blanco, parecen ser decisiones que implican más una interpelación popular contra el sistema político chileno, que una postura estrictamente ideológica.
En todo caso, el péndulo parece no ir más hacia la derecha. Después del indudable triunfo conservador habrá que sacar bien las cuentas: en comparación con las elecciones de 2022, en el que ganó el ‘Rechazo’ a la nueva Constitución, las derechas –es decir los partidos y coaliciones que votaron contra la redacción realizada por la Convención Constituyente– vieron mermar casi dos millones de votos en esta ocasión.
Si contamos los votos del Partido Republicano, Chile Seguro y el Partido de la Gente, acumulan poco más de seis millones de votos este 2023, cuando en 2022 casi llegaron a los ocho millones de votos.
¿Hacia dónde va el trasvase? Por ahora, parece ir al voto blanco/voto nulo, que quintuplicó su votación y se ubicó como la tercera opción más votada y en aluvional ascenso.
La izquierda y Boric
Ante la reciente derrota y con un caudal disminuido, Boric ha preferido, en un primer momento, reivindicar el puente construido con el centrismo de Todo por Chile (TxCh), que con el 8,9 % no consiguió ni un escaño en el CC. Esta articulación le permite al presidente subir el piso electoral de la manera más segura, con un sector con el que ya está tejiendo alianzas en el gabinete y cuya derrota, numérica y simbólica, también le dejará interesado en cubrirse con algún paraguas más amplio.
La apuesta autonómica de TxCh frente al gobierno fracasó, ahora estará más necesitado de restablecer con mayor ahínco esta alianza.
La pérdida de votos de la derecha y la izquierda, como la quintuplicación del Voto Nulo/Voto Blanco, hacen ver que hablamos de un sector de movilidad político-electoral y que, eventual o hipotéticamente, podría salir otra vez a rechazar la propuesta constitucional
Con ella, Boric puede “guarecerse en el centro” y establecer pilares más seguros para confrontar a la derecha, pero no es un pacto suficiente como para construir mayorías. Sumando ambas votaciones (TxCh y Unidad para Chile, la coalición de Boric), la centroizquierda puede equipararse a los votos del Partido Republicano (35%), pero es insuficiente para parar la avalancha de votos de la “derecha toda”, que supera con creces la mitad de la votación total (55 %).
Entonces, Boric va a tener que ir a por las mayorías silenciosas, ahora obligadas a votar. Ya conoce su piso electoral y la ineficacia de su estrategia para con el sector descontento. Debe cargar con una paradoja encima: su piso político, circunscrito a la institucionalidad de la concertación y al actual oficialismo, es el más pesado lastre porque hacia ellos apunta el rechazo popular mostrado en las urnas, pero es a la vez la única trinchera de contención, realmente existente, contra la avanzada de la derecha radical.
Así, Boric tendrá que hacer gestión a lo interno de la agenda impuesta por la derecha, tratar de descomponer el rechazo hacia su gestión y su figura, acercarse a los sectores descontentos del Voto Nulo y Blanco, mientras espera que los errores de la oposición agiten el péndulo de vuelta al centro, donde estará esperando.
Hacia dónde van los “exabstencionistas”
En la segunda vuelta de las presidenciales de 2021 votó el 55 % del padrón electoral. Los Votos Nulos y Blancos no llegaban al 1 %. Durante la Convención, con amplia mayoría de izquierda, se instauró el voto obligatorio, por lo que en las elecciones recientes votó el 85% y el Voto Nulo y Voto Blanco casi llegó al 25 %.
Es decir, más de cuatro millones y medio de votantes que no entraban en la cancha electoral existente durante los comicios anteriores al 2022, ahora han entrado y esto ha ampliado los límites. Ya la política electoral no puede verse igual. Esas mayorías que eran mudas han salido a votar o por la derecha populista o por el voto nulo/blanco. Pero esto podría cambiar porque no estamos hablando, aún, de un piso estable de las derechas, sino de un elector volátil.
La pérdida de votos de la derecha y la izquierda, como la quintuplicación del Voto Nulo/Voto Blanco, hacen ver que hablamos de un sector de movilidad político-electoral y que, eventual o hipotéticamente, podría salir otra vez a rechazar la propuesta constitucional que le toca gestionar a la derecha.
Para aproximarnos a pensar este escenario, tomaríamos en cuenta que ya no va a ser el rechazo a la gestión de gobierno lo que movilice los votos, sino el posible rechazo a lo que hagan los “nuevos convencionales”, ahora llamado CC, que puede agitar una performance plagada de la retórica derechista y potencialmente antipopular. La única salvedad es que el sector más conservador, con una agenda temática amparada en el tema de la seguridad, podría seguir obteniendo frutos porque hasta ahora le ha ido muy bien.
Allí es clave la estrategia que lleve el PR y su máximo líder, José Antonio Kast. O se concentran en redactar una nueva constitución –lo que ya no parece tan importante– o se dedican a hacer política opositora desde el nuevo espacio constituyente para ir consolidando mayorías de cara a las presidenciales.
Si el liderazgo conservador utiliza su palestra para rebuscar un discurso ideológico y maximizador, para confrontar al sentido común desde sus particularidades más radicales, su suerte podría ser similar a la de la izquierda cuando la fracasada Convención. De ser así, el nuevo partido que ha recogido una piñata de votos, puede nuevamente disminuir la votación, con lo cual se actualizaría la correlación de fuerzas hacia panoramas más similares a las presidenciales de 2021, es decir, un escenario mucho más parejo.
Por los momentos, el PR va a tener que demostrar que puede gestionar la política chilena y le va a costar mucho no terminar enlodado en la política institucional que sus votantes rechazan. También tendrá que sufrir los celos de la derecha tradicional, Chile Seguro, que con el 21 % buscará la manera de arrebatarle el protagonismo al PR.
Así, veremos dos campos paralelos en disputa: el de la gestión gubernamental y el del Consejo Constituyente, pugnando por ganar territorio y convencer a las mayorías que recién están entrando y de manera obligada, a la arena política.
El autor es: Es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América latina.
Santiago de Chile, 23 de mayo 2023
Crónica Digital/rt.com