El narrador Chileno, radicado en España acaba de lanzar su cuarto libro “Oink” (Zuramerica 2023), que son 47 cuentos que para su autor, Paul Seaquist, no es más que una autopsia social.
Por Miguel Alvarado Natali, Editor de Cultura
Ya desde su primer relato podemos observar que la escritura de Paul Seaquist, es provocadora, inquietante, una cosa rara que puede ser repugnante: “Acabo de matar a mi madre. La maté por puta. No fue difícil . Lo hice como se mata a los perros. A palos”…“A veces papá me pega. Hace un tiempo me hace tocarle y darle besos por donde hacemos pipí”
En el cuento “Identidad de genero” la ficción hace una amalgama con la pornografía dando como resultado una trama tan absurda como irreal y que no es para nada una lectura evanescente: “Esa mañana, durante el desayuno, mi mujer me dijo que quería ser hombre. Mi hijo de ocho años, dijo que entonces, él quería ser mujer. Siento que el trabajo sin duda puede mejorar. Fue artesanal. Pero nos sacó del apuro. El pequeño pene inerme de mi hijo cuelga ahora desde la vagina saturada de mi mujer. A mi hijo le dibujé un nuevo sexo y se lo abrí con el corta cartones”.
Hay un poco de surrealismo en cada escena que el autor describe con mucha claridad y frases cortas en casi todo el libro y que al estar bien escrito, las barbaridades absurdas se pueden digerir mejor: “Marco al fin no compró una nueva mujer. Compró dos. Según lo que entiendo regresó a la compraventa y pagó en efectivo por una y dejó a su exmujer en parte de pago por la otra.”
La indifencia existencial y la poca moral de sus personajes esta presente también en la mayoría de los cuentos, pero hay uno muy cercano al existencialismo de Camus, titulado “No te pierdas”, el comienzo es así: “Mi mujer por fin terminó de suicidarse. Metió la cabeza dentro de una bolsa. La amarró con cinta adhesiva. Me dicen que no fue un lindo espectáculo. Pero las muertes raramente los son. No fui a su funeral. No me gustan las despedidas. Ese día no lloré”.
Pese a ser un libro que te retuerce la mente, por lo descabellado, absurdo y sordido. “Oink” tiene la gracia de atraparte en esa lectura que nos hunde por imágenes sexuales, desgarradoras e incoherentes. Son historias que no te interesa leer, te caen mal y de pronto te pueden hacer vomitar, pero debe ser su rareza que te impide no dejar de saber lo que viene. Entonces terminas con un relato y sientes esa necesidad de dar vuelta la página y ver el próximo capitulo, es como cuando vimos la primera temporada de Black Mirror, es difícil parar. Hay cuentos que te hacen perder el aliento y decir ¿ qué estoy leyendo?. Sin embargo, hay un respiro, un quiebre que el editor inconscientemente, no creo que haya sido apropósito, puso una historia con algo de normalidad y más realismo en tercer lugar, donde la muerte ya no es provocada, la muerte queda en manos del azar. Sin dudas, un libro provocador, si tienes buen estómago lo disfrutaras.
Al termino de la ceremonia de lanzamiento y el ritual de firma de libros hablamos con Paul Seaquist, de 50 años. Un tipo afable, que ha dicho que se atrevió a escribir desde muy joven -más que por talento, por imprudencia-.
Cómo defines tu escritura en “Oink”, puedes encasillarla en algún género literario?
!Nooo me cagastes, a la primera me cagastes!
Será una ficción absurda?
Quiero restarme lo más posible del realismo sucio, aunque le tengo cariño a Bukowski no me gusta asociarme a él. Bukowski habla mucho de la suciedad como él como alcohólico. Mira antes de empezar a escribir “Oink” me pegue una tanda con las películas de David Lynch. Entra un policía a una cocina a investigar un asesinato. Está la muerta en el piso, a quien la asesinaron con un frasco de mantequilla de maní. Entonces el policía en vez de preocuparse de la fallecida, se preocupa si la mantequilla de maní tiene trozos o es cremosa.
Ahí viene el absurdo, hay un asesinato pero quiero saber qué mantequilla de maní es, la realidad la miro por otro lado.
En el cuento “Puertas adentro” muere el hijo y el papá está preocupado de quién hará el aseo ahora. Ahí me recordó mucho a Camus en “El extranjero”.
Exactamente y el personaje de Meursault va a fumar con una indiferencia y y se le había muerto la mamá. Camus ocupa algo muy interesante, una falta de adjetivos total y frases cortas, Camus es la locura en “El extranjero”, después se mete en “La peste”. Ahí hay una muy buena observación de parte tuya.
Otra historia es La ruleta rusa, me sacó de mi mente lo que yo creía que venía al seguir leyendo. Tu editor tal ves te dijo pon ese relato ahí. Ya que se produce una especie de descanso, de decir: que bueno no es todo el libro igual.
Me encanta esto me doy cuenta de un par de cosas que estas diciendo que yo no había visto. Pasa mucho con los críticos y los lectores que muchas veces te dicen algo y tu dices “Dios claro tiene razón.
La visión que yo tengo del libro es completamente distinta a la tuya y tu me das otros inputs eso.
Uno como periodista se enfrenta diariamente a la noticia real, cruel. Esa desangrada y desgarrada. En cambio cuando se toma un libro se piensa más en una lectura más romántica, pero en tu libro no hay nada romántico y de pronto una falta de coherencia.
Claro…incoherencia total, importa más saber qué mantequilla de maní es que cómo fue el asesinato. Ahí esta David Lynch, y eso me gusta.
Te fascina la muerte como estética de algo cultural como en el caso de tu libro.
No tanto, a mi la muerte o lo que me pasa es que es más aristotélica, como el origen de la tragedia. Aristóteles dice que una tragedia termina con muertes porque de esa forma la tragedia no puede continuar, por eso en todo tipo de tragedias incluido Shakespeare concluyen con la muerte y ahí los personajes se acaban, si no en la mente del lector el argumento podría continuar por siempre. Esa es la fascinación que tengo por la muerte, nada más, la muerte no me interesa.
Y le tienes miedo a la muerte
Te respondo como te respondía Nicanor Parra, cuando la muerte es uno no es, y cuando uno es la muerte no es.
Santiago, Crónica Digital, 27 de Abril 2023