Una vigorosa exposición de Jaime Lorca Tobar, director del Centro de Formación Memoria y Futuro, inició las actividades académicas de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM).
Fue la primera actividad conmemorativa de los 50 años del Golpe de Estado en Chile en las aulas de la Casa de Estudios Superiores, organizada por su Escuela de Trabajo Social, junto al Programa de Derechos Humanos, y por la Vicerrectoría de Transferencia Tecnológica y Extensión.
Por su importancia, reproducimos la intervención de Jaime Lorca Tobar.
Agradezco esta invitación a hablar ante esta comunidad universitaria sobre sucesos que ocurrieron medio siglo atrás y que han tenido tan honda repercusión en las vidas de las chilenas y chilenos y han alcanzado relevancia internacional. Me refiero al Golpe de Estado del fatídico 11 de septiembre de 1973.
Hablo en representación del Centro de Formación Memoria y Futuro que, como indica su nombre, recuerda la Historia para aprender de ella, para inspirarnos en la construcción de una patria y de un mundo más justo, más humano como era el fin último del proyecto de la Unidad Popular que encabezó el Presidente Salvador Allende
Hablo también en nombre de los que ya no están: de mi hermano, el diputado socialista por Valdivia, Doctor Carlos Lorca Tobar, y de su enlace, la Trabajadora Social Carolina Wiff Sepúlveda, presidenta del Centro de Alumnos de Trabajo Social en la Universidad de Chile (entidad académica hoy en la UTEM) antes de la UP, madre de Paula e integrante de la Resistencia desde el mismo día del Golpe.
Carlos Lorca y Carolina Wiff fueron secuestrados por la DINA en junio de 1975, y hasta hoy permanecen ambos como Detenidos Desaparecidos, sin que, a casi 50 años de su rapto, haya habido para ellos, ni Verdad ni Justicia!
El proceso revolucionario de la UP
El gobierno de la UP dio inicio a un auténtico proceso revolucionario que propuso un tránsito “pacifico”, por la vía institucional, al Socialismo. A un Socialismo con sabor a vino tinto y empanadas como gustaba decir Allende.
En esos apasionantes mil días se nacionalizó el cobre, se profundizó la reforma agraria, se construyeron cientos de miles de viviendas, se estatizó la banca, el comercio exterior y la mayoría de las industrias y servicios estratégicos y monopólicos; se desarrollaron programas de mejora en salud y de alimentación materno infantil, se amplió la educación, y la cultura floreció en todas sus manifestaciones acercándose al pueblo trabajador.
Los trabajadores de la ciudad y del campo, pobladores, estudiantes y otros sectores sociales fueron actores protagónicos del proceso de transformación a través de sus organizaciones tradicionales, generando nuevas formas de poder popular como fueron los cordones industriales, los comandos comunales, las juntas de abastecimiento y precios, las JAP, para controlar la especulación y el mercado negro.
Nunca antes en la historia del país, el pueblo se había sentido tan partícipe y tan forjador de su propio destino.
Pero la conspiración de las fuerzas adversarias al cambio social que se inició mucho antes del triunfo de Allende, y antes de que asumiera la Presidencia de la República y continuó y se profundizó a lo largo de esos mil días hasta culminar con su derrocamiento en ese Once que cambió a Chile para siempre
La oposición a Allende: del obstruccionismo a la sedición
A la campaña del terror financiada por la CIA para impedir la victoria de Allende, le siguió el intento de golpe de Estado del General Viaux, con la participación de los altos mandos de Carabineros, la Marina, algunos altos generales del ejército, políticos pseudo–democráticos y dirigentes empresariales. Instrumentalizando un grupo ultraderechista, armado y financiado por la CIA, se intentó secuestrar al Comandante en Jefe del Ejército, General René Schneider, quien resultó asesinado.
A lo largo del proceso, la derecha política y la derecha económica desplegaron de manera creciente y articulada todas las formas de lucha para paralizar y hacer fracasar el proceso de cambios en marcha.
Junto con conformar un potente bloque político, atrayendo al centro a sus filas, al PDC –en ello jugo un rol importante el asesinato del ex Ministro del Interior de Frei, Edmundo Pérez Zujovic–, se promovió la crisis económica atizando el proceso inflacionario –el Congreso aprobaba presupuestos desfinanciados, alentando la especulación, el acaparamiento y el mercado negro–; se desarrollaron grandes movimientos de masas en contra el gobierno, principalmente de gremios de la pequeña burguesía, de comerciantes y transportistas que pretendieron paralizar el país por semanas y meses en octubre de 1972 y julio de 1973, para desarticular el abastecimiento y la producción.
Se trataba como dijo Richard Nixon, de “hacer chillar a la economía chilena” y vaya que lo hicieron. Estos paros patronales también fueron sostenidos por el dinero que entregó la CIA.
Junto a ello existió un verdadero cerco institucional generado desde el Parlamento, el Poder Judicial, la Contraloría y toda la burocracia del Estado. Simultáneamente, se ejerció la conspiración hacia la oficialidad de las FF. AA alentando el golpismo –el 29 de junio de 1973 se hace el ensayo del golpe, el llamado Tanquetazo–; se ejerce una escalada terrorista con atentados diarios a oleoductos, torres de alta tensión y otra infraestructura crítica y asesinatos selectivos como lo fue el del edecán naval del Presidente, Comandante Arturo Araya Peters en julio de 1973
Hay que decir que, de todas las formas de lucha empleadas por los enemigos del proceso, la usada con más eficacia fue la lucha ideológica desplegada a través de los medios de comunicación masiva, mayoritariamente en poder de la reacción. Prensa, radio y televisión se articulaban para cuestionar al gobierno, deslegitimarlo y finalmente promover su derrocamiento. El público objetivo era, principalmente, las amplias y vacilantes capas medias, tradicionalmente representadas por los partidos de centro –PDC, PR–, las que se fueron derechizando progresivamente hasta fascistizarse.
El Golpe de Estado, sus objetivos y sus consecuencias
El golpe de Estado del Once de Septiembre es la culminación de una derrota política que se había labrado pacientemente por los enemigos del proceso. Allende los identifica en sus inolvidables últimas palabras trasmitidas por Radio Magallanes: el imperialismo, la derecha política y económica, expresión de una minoría que nunca aceptará perder sus privilegios de clase y, por cierto, los generales traidores a quienes Salvador Allende trata con desprecio y denuncia ante la Historia.
El propósito central del golpe fue conjurar por largo tiempo, la aparición de una amenaza revolucionaria como lo fue la Unidad Popular; proscribir y destruir a los partidos y los movimientos sociales que fueron su base de sustentación, mediante la imposición de un estado de guerra interna, con toque de queda, asesinatos masivos y selectivos, encarcelamientos, destierros, expulsión del país de cientos de miles de chilenos, y la aplicación permanente y sistemática de la tortura y de la desaparición forzada de miles de personas, por lo cual el régimen de Pinochet fue condenado por la comunidad internacional, y así lo atestiguan numerosas resoluciones de las Naciones Unidas y otros organismos.
Bajo condiciones casi de laboratorio, el régimen pudo imponer un modelo económico–social concentrador y excluyente, ideado en la Escuela de Chicago e implementado por tecnócratas de la PUC, los llamados Chicago Boys; se impuso también, de manera fraudulenta, una Constitución Política, la Constitución del Ochenta diseñada por Jaime Guzmán y otros constitucionalistas de confianza de la oligarquía.
Esa Constitución le daba el manto de protección jurídica a ese experimento social impuesto a sangre y fuego.
Sin embargo, errores de política económica provocaron la gran crisis de 1982 y con ello el inicio del despertar popular en las jornadas de protestas que se extendieron por todo el país entre 1983 y 1986.
A 1986 se le llamó “el año decisivo” por cuanto allí se definió si la dictadura sería derrocada o bien se realizaría la estrategia que impulsaba al Embajada de los Estados Unidos con los partidos centristas y que se fue imponiendo dado el fracaso de intentos armados de magnicidio del tirano e internación de armas por Carrizal Bajo.
Así llegamos en 1988, al plebiscito de SÍ y el NO, imponiéndose este último por un sólido 56%, impidiendo así la reelección de Pinochet, y abriendo paso a gobiernos civiles y al “regreso” de los militares a sus cuarteles, que no fue tal pues siguieron muy presentes como actores políticos, sobre todo en los primeros años de la transición.
Democracia en la medida de lo posible
Las negociaciones con los militares para la transición a la democracia generaron una democracia llena de amarres, en la que se legitimó, válido y desplegó en todo su potencial el modelo neoliberal, lo que inicialmente trajo crecimiento económico, reducción de la pobreza y también un progresivo aumento de las diferencias sociales a niveles nunca antes visto en el país.
¡No existió nunca el prometido crecimiento con igualdad!
Tampoco en materia de Derechos Humanos se hizo verdad, justicia ni reparación a las personas y familias afectadas. Justicia en la medida de lo posible fue el lema, pero como esa justicia se fue dando lentamente y con gotario, muchas víctimas y sus familiares fueron muriendo sin verla realizada y muchos torturadores y asesinos se fueron sin pagar, partiendo por Pinochet.
Contra esta transición –que dejó muchas promesas incumplidas y deudas impagas–, se levantó el pueblo chileno en octubre del 2019.
Cientos de miles y millones salieron a la calle a expresar su frustración por el orden de cosas en el país, por esta sociedad de la extrema desigualdad y DE una democracia de baja intensidad, devenida en una partidocracia lejana e insensible a las necesidades del pueblo.
El temor de las elites, que se sentían amenazadas por el estallido social de octubre del 2019, dio paso un mes más tarde al proceso constituyente mediante el acuerdo del 15 de noviembre.
La propuesta constitucional que propuso esa Convención fue sometida a fuego cruzado por los poderes fácticos y los conservadores de todos los pelajes que querían preservar el orden neoliberal. También los errores de la propia Convención la alejaron del sentir de las mayorías nacionales, que estaban y siguen estando muy permeadas por las ideas y valores neoliberales: individualismo y consumismo.
Chile hoy, a 50 años del Golpe.
El Gobierno del Presidente Gabriel Boric nació débil. Se le eligió en repudio a su contendor, José Antonio Kast, pero no se eligió, en la primera vuelta en noviembre de 2021, un Parlamento que le acompañase en su programa de reformas. Estuvo obligado a ampliar su base política llamando a otra coalición, el Socialismo Democrático, que nunca ha estado bien afiatada con la coalición que llevó a Boric al Gobierno: Apruebo Dignidad.
Frente a ellos está una derecha cada vez más ensoberbecida, por la contundente derrota del Apruebo en el plebiscito del 4S del 2022, la que no solo aspira a impedir las reformas prometidas, sino que también a revertir los avances democráticos obtenidos a lo largo de los 30 años. Una prueba de la voluntad obstruccionista de la derecha es el rechazo a la idea de legislar la reforma tributaria, la renuencia a reformar la previsión social dando fin a las AFP y la aprobación de leyes exprés bajo el pretexto de combatir el crimen organizado, que otorgan a policías (y militares) un mayor grado de autonomía e impunidad frente a futuras violaciones los derechos humanos.
Las debilidades del propio gobierno, de su liderazgo ha envalentonado aún más a la derecha y la ultraderecha.
La Historia es nuestra y la hacen los pueblos
Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. Así dice una placa a la entrada del campo de concentración nazi de Auschwitz en Polonia.
Por ello quienes hoy se forman en esta Escuela de Trabajo Social deberían estudiar bien nuestra historia, en especial desde el Golpe de Estado a la fecha, entenderla y aprender de ella. Para ello sirve también la Memoria, el rescate de eventos pasados que, alejada de las visiones nostálgicas, constituye una herramienta esencial en la construcción del presente y especialmente del futuro.
Ustedes que se preparan para entrar relativamente pronto al mundo del trabajo han de tener presente las palabras que el Presidente Allende dijera en diciembre de 1972 en la Universidad de Guadalajara, México, en el sentido de que cualquier joven estudiante consciente, que quiera contribuir a las transformaciones sociales que necesita el país, y que quiera involucrarse en actividades políticas y sociales, debe ser primero un buen estudiante, procurar ser de los mejores, de los más instruidos, por cuanto ser estudiante en sociedades como las nuestras es un privilegio y constituye un deber llegar a ser un buen profesional el día de mañana. No solo para sostener una vida digna, sino para servir a ese pueblo que a través del gasto fiscal permite financiar universidades en las que estudian, como la UTEM, públicas de verdad, por sus fines y por su esencia.
Si hay una tarea trascendente en la que debiera empeñarse esta comunidad universitaria en este presente complejo y confuso, es en construir y preservar el tejido y la organización social, en todas sus formas y manifestaciones, y para ello, promover la unidad y desterrar el burocratismo y el sectarismo; que tanto daño causaron en tiempos de la Unidad Popular y contra los cuales siempre se pronunció Salvador Allende
Preservar la Memoria y defender los Derechos Humanos contra quienes promueven hoy, nuevamente, el negacionismo de los crímenes en dictadura y el estallido social, y pretenden conformar un Estado policial y represivo con anulación de las garantías básicas, y junto a ello, la lucha por un auténtico pluralismo en los medios de comunicación masivos forma parte del esfuerzo por la plena realización de los Derechos humanos, condición esencial de la construcción de una verdadera sociedad democracia.
Santiago, 16 de abril 2023.
Crónica Digital.