Por Marcel Garcés Muñoz
La verdad que prácticamente no es posible eludir el abrumador ambiente comunicacional, levantado por empresas publicitarias y sus correspondientes intereses comerciales, en torno a la XXII versión del Mundial de Futbol, quizás el mayor negocio global de la actualidad.
Se trata, claro está, de mucho más que de un evento deportivo, sino de un evento de una compleja telaraña de intereses políticos y económicos de un carácter geopolítico y de lucha de campos de influencia y de poder en todo un escenario donde se debaten o confrontan intereses, ganancias, traiciones, corrupción, tráfico de drogas y de personas y operaciones de limpieza de imagen, complicidades con violaciones de derechos humanos y democráticos o simplemente humanitarios, y diversas formas de discriminación racial o de género, confabulados con una mafia de traficantes de deportistas, conocidos en los medios como los “representantes”, es decir los que suben y bajan los valores el mercadeo de ellos, y viven a su costa.
Todo ello en un escenario hipócrita, cómplice, de complacencia culpable de la FIFA y otros poderes globales o locales, (políticos, económicos, mediáticos, gubernamentales y hasta familiares), que profitan de los triunfos, la vida familiar, las aventuras, las desventuras y finalmente con la inevitable declinación de los que por un momento son los héroes, los modelos y representantes poco menos que del honor nacional.
La realidad es que la determinación del 2 de diciembre del 2010, en Zurich elegir a Catar como sede de este Mundial, fue una operación mafiosa, ya que de acuerdo a un informe inicial del grupo evaluador de la FIFA, presidido por el chileno Harold Mayne- Nicholls era la peor opción para ser sede del evento, por ser de “Alto Riesgo”, ( fue el país peor evaluado como tal) lo que según el ex dirigente del fútbol profesión nacional, en términos reales, le costó “siete años de castigo”.
(En julio de 2015, Mayne-Nichollsfue declarado culpable, por la Comisión de Etica de la FIFA de violar 4 artículos sobre conflictos de intereses al haber recibido regalos y pedir favores en la Academia Aspire, entidad pantalla del gobierno Qatarí, solo días después de la visita y cuando aún elaboraba su informe).
La historia de la decisión de designar a Qatar el 2 de diciembre, como sede de magno evento de esta gran empresa comercial, con un inocultable cariz de acontecimiento político, del llamado “planeta fútbol”, registra la denuncia de millones de dólares en coimas, abierta corrupción de nivel planetario, compra de clubes europeos ( el PSG, por ejemplo), un almuerzo entre el presidente de Francia, Nicolas Zarcozy y el príncipe heredero de Qatar, Tamin Hamad Al Thami, una semana antes de la votación, convenios energéticos de Francia con crudos de Catar, y futuros contratos del país árabe de la Compañía Airbus con Qatar Airways y la compra de jet militares para la Fuerza Aérea Qatarí, por un monto de 14 millones de dólares y gansteriles amenazas a quienes han sido testigos y denunciantes, en lo que se trasformó en el FifaGate, el mayor escándalo de la entidad, donde las cifras de millones de dólares abruman por su magnitud y por la impudicia de quienes pretenden imponer un manto de silencio, que en realidad es de complicidad culpable.
Otro aspecto no menos trascendente, más allá de las característica de gran negocio financiero, es la operación de lavado de imagen hecho a nivel global, por la oligarquía tribal gobernante, con la ayuda profesional de los publicistas de la Coca Cola,. donde el régimen, y otros profesionales con experiencia en guerra sicológica de la OTAN para ocultar las lacras racistas, antidemocráticas, sexistas y militaristas de su sistema de poder y blanquear la dictadura brutal de su gobierno, amparado por una operación comunicacional de carácter global, que no solo ha sojuzgado a los migrantes – esclavos del siglo 20 y del siglo 21- que entregaron miles de vida para la construcción de las faraónicas obras que son exhibidas hoy como símbolos de la modernidad y el despilfarro de los intereses financieros de los jeques locales, y sus aliados regionales y globales.
Los medios internacionales, con honrosas excepciones de algunos artistas que se negaron a a ceder ante las presiones económicas, y mediáticas y renunciaron a integrar el circo de propagandistas del sistema social, político y racial del llamado “país”, se posternaron ante el poder del dinero, son también cómplices del montaje político, que se erigió con el pretexto de un solo evento deportivo global y prefirieron bailar al son de los tamboriles y flautas de los que ponían el dinero.
Lo cierto es que los organismos internacionales como la FIFA y el señor Gianni Infantino y otros lugartenientes de las organizaciones nacionales que han tenido una actitud complaciente de este circo corrupto puesto en evidencia, no les ha interesado la libertad, los derechos humanos y democráticos de los habitantes de su territorio, ya que desconocen el concepto de ciudadanos de ellos, sino que los consideran “súbditos””, mano de obra barata y además desechables.
El periodismo, tan opinante, y las más de las veces vociferantes y sensacionalistas ha preferido eludir las evidencias y ha sido limitado por una política editorial impuesta por una voluntad superior a su vocación, a derivado a notas “ de color” e insustanciales, desaprovechando la ocasión de mostrar las evidentes realidades sociales, morales y políticas.
Así lo que se presenta hoy como un acontecimiento del futbol mundial se transformó en realidad en un sucio negocio, un montaje comunicacional político y militar del régimen oligárquico tribal de Catar, con la clara complicidad de la FIFA y del llamado mundo occidental y cristiano, empantanado en la aventura belicista ucraniana.
Está claro que no estamos hablando solo del futbol, porque el deporte solo ha sido el pretexto para una operación política de nivel global, a través de las pantallas de la TV o los análisis de los emocionados o deliberadamente emotivos de los comentaristas o lectores de noticias.
El espectador global, en que estamos transformados en estos días se puede emocionar con la competencia de la calidad deportiva, el apasionado comentario de los relatores que en todo el mundo, alimentan la ansiedad, la expectación por los goles, la maestría o habilidad de los ídolos locales o internacionales, del talento de las figuras que emergen, del drama de sus vidas surgidas de los sectores desposeídos o populares de sus países y barriadas, la ilusión de su maestría o de sus triunfos , así como la inevitable decadencia de los ídolos que se van despidiendo del favor colectivo. Y de los contratos y titulares rutilantes.
Pero lo que sí está claro, es que tras la fiesta, volvemos a una realidad menos rutilante.
Hay un mundo de fantasía, tras los titulares. las frases emotivas, la lógica contagiosa de la épica del triunfo. (Nos sentimos representados en los goles de Messi, Ronaldo, el juego implacable de los españoles, de los franceses., en las batallas ofrecidas por Brasil, el amor propio de los de Ghana, Camerún, Uruguay, México y otros que nos son más lejanos, pero de ninguna manera ajenos.
Todo ello, aunque no hayamos sido protagonistas como país, lo cual también exige un examen crítico y autocrítico de nuestras capacidades, habilidades y compromiso político, social, colectivo, ciudadano con el deporte, Incluso con este deporte profesional, tan lleno de intereses y mezquindades.
Sin duda debemos enfrentar nuestra realidad también en este ámbito: la realidad de un escenario del futbol profesional hecho a la medida del gran negocio global, la subordinación de la actividad a los intereses de grupos económicos y políticos que están tras los clubes,, consistente en la compra y venta de los talentos que brotan en las poblaciones, en los clubes de barrio, en las provincias, en un mercadeo más parecido al de los Gladiadores del Circo Romano, que a la promoción de futuros valores que vistan la tricolor en un futuro mundo deportivo sano, competitivo y honorable.
El desarrollo, promoción social, en el ámbito educacional, laboral, juvenil, poblacional, sindical, de un futuro en el ámbito deportivo,, de la planificación a nivel del Estado de las condiciones sociales, económicas, institucionales, de salud pública para la práctica de la cultura física y deportiva, está íntimamente vinculado a las luchas sociales de la ciudadanía, pero sobre la satisfacción de nuestras necesidades, conflictos, contradicciones, carencias cotidianas. En definitiva de nuestra condición de salud física y mental.
Y a las profundas aspiraciones democráticas, económicas, sociales, la lucha por la democracia por los derechos sociales y políticos, por la seguridad ciudadana, por las aspiraciones de un futuro que no es negado por los que hoy pretenden que les creamos su entusiasmo por el deporte, la alegría, del mundo de la hinchada.
Porque también todo el abrumador montaje mediático a propósito – o a pretexto- del mundial de Fútbol de Catar, tiene como objetivo, distraernos de nuestros derechos y deberes políticos y ciudadanos: evitar que decidamos sobre una nueva Constitución, un sistema justo de Pensiones, una educación gratuita, una atención de salud pública, garantizada por el Estado, un derecho a una vivienda digna , un futuro de paz, de seguridad.
Mientras ellos- la Derecha pinochetista, los camioneros que persisten en revivir una estrategia usada en el pasado para conspirar contra la democracia y participar en el montaje del golpismo de 1973, junto a la Derecha tradicional, los empresarios y conspiradores uniformados ponen en practica sus planes antidemocráticos.
Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 27 de noviembre 2022
Crónica Digital