Por Marcel Garcés Muñoz
Se dice con un cierto tono de cinismo, que las derrotas no tienen padres, aparecen como huérfanas de progenitores, cuando es evidente que no bastan las explicaciones, cuando se trata de buscar justificaciones ante la contundencia de los malos resultados.
Pero ante la magnitud y consecuencias de la derrota de la opción “Apruebo” el proyecto de nueva Constitución Política para Chile, este domingo 4 de septiembre (61,9 por ciento del electorado por el “Rechazo”, frente a un 38.1 por ciento al que llegó la opción “Apruebo”), no basta con la mera aceptación a regañadientes de un resultado adverso.
Tampoco basta con la constatación de la euforia mostrada por el conjunto del variopinto escenario de los que ocuparon las pantallas de la TV, para celebrar mirándose de reojo y sin olvidar sus diferencias y propósitos políticos inmediatos y futuros. Esto era de esperar en un día de celebración, pero también la expresión de sus diferencias y objetivos políticos particulares.
Lo que sí se constató es la “mágica” reaparición de la derecha tradicional y de la facción neofascista de la misma, y sus figuras mantenidas deliberadamente ocultas para que no figuraran en la estrategia electoral y mediática de su campaña, que evidenció el populismo rampante calculado para estimular resentimientos, impulsar temores atávicos, desconfianzas étnicas. desconocimiento de la historia patria y actitudes desembozadas de discriminación política y racismo, odiosidades de clase, y amenazas alevosas.
Pero más allá de esto, que podría resultar explicable en la borrachera del triunfo, lo que es evidente son los propósitos estratégicos –rencorosos y vengativos- de mediano y largo plazo de la derecha- que pretende una especie de “cogobierno”- y que ya a estas horas se – olvidó porque nunca fueron sinceros- en sus invocaciones a “una Constitución hecha con amor”, y a un escenario político de “unidad” y a un hipotético “acuerdo nacional, “diálogo” y “amistad cívica” para “construir un Chile de hermanos”.
La pretensión de chantajear y presionar al gobierno y obligarlo a un acuerdo político de gobernabilidad, con una puesta en escena el 11 de septiembre próximo, ideado por la Derecha pinochetista, con el propósito de dividir a la base política del Gobierno Boric, es parte importante de la estrategia además de blanqueamiento de la Dictadura de Pinochet y de la complicidad de la Derecha económica y política con sus crímenes.
Objetivamente, lo que se oculta en su palabrería, es el propósito de entrampar al Gobierno del presidente Gabriel Boric, hacerle imposible el desarrollo de su política de cambios, boicotearlo política, social, económicamente, nacional e internacionalmente, dividir o por lo menos debilitar su base social y política, erosionar su autoridad y cuestionar su legitimidad. Y sobre todo recuperar el poder.
Estima la Derecha, que haber atraído a su redil a personajes políticos antes identificados con la Democracia Cristiana, radicales y algún descolgado de la izquierda tradicional, a “expertos”, “analistas”, “académicos”, editorialistas mercuriales, “amarillos” en calidad de subordinados a su línea editorial, le permitiría una perspectiva, dentro de cuatro años, de recuperar el Gobierno, “La Moneda”, el Poder, y los buenos negocios, y terminar con este indeseable “desorden democrático”.
No es casualidad entonces la reaparición en la televisión del ex candidato presidencial de la Derecha, José Antonio Kast, de clara raigambre fascista, que prácticamente asumió el liderazgo de la derecha chilena como “precandidato” para los próximos comicios presidenciales de noviembre de 2025.
Esto es lo que está en juego. Y ante esta disyuntiva, las dirigencias políticas progresistas, democráticas, patrióticas y populares, los Partidos, el Gobierno, los parlamentarios, los dirigentes sociales, los “expertos”, deben responder ante el pueblo y la historia.
Es de esperar que asuman este desafío histórico y no se entrampen en una trifulca sobre las culpabilidades, sino que asuman con ánimo sinceramente autocrítico – que es mucho de lo que tienen que dar cuenta ante el pueblo, la ciudadanía y la historia- lo que llevó a las fuerzas populares a este desastre electoral.
Y entendiendo con valentía, sinceridad y proyección de futuro, sus responsabilidades en la conducción, los objetivos, y la generación de una fuerza política, social progresista, democrática, patriota, acorde con el proyecto que sigue en marcha.
Tenemos mucho por hacer, Y necesitamos con urgencia una conducción y un liderazgo en el cual confiar y que escuche la voluntad y decisión de continuar el camino marcado por generaciones de patriotas y luchadores sociales.
Y esto, que lo sepan, no es una utopía. Ni sueños ni solo una esperanza. Es la épica que nos moviliza.
Santiago de Chile, 6 de septiembre 2022
Crónica Digital