Por Marcel Garcés Muñoz
Chile y los chilenos viviremos este domingo 21 de noviembre una histórica disyuntiva, una confrontación entre un proyecto democrático de futuro, y la pretensión de devolver el país, al escenario de la violencia, de la guerra interna, del terrorismo, del facismo corriente y confrontación permanente entre la oligarquía y los ciudadanos.
Con total desparpajo y altanería el candidato del pinochetismo, José Antonio Kast, ha reivindicado a su mentor político, su ídolo del “orden social”, la disciplina, el dictador Augusto Pinochet, y negado al carácter criminal de su régimen, que él y su familia apoyaron, junto a otros que hoy reivindican su “legado”: el terrorismo de Estado y el imperio del modelo de mercado.
Kast señaló en un encuentro con corresponsales extranjeros, que durante la dictadura de Pinochet, de sus esbirros uniformados y cómplices civiles, políticos y empresariales, no hubo represión, persecución, asesinatos dentro y fuera de las fronteras, exilio de dirigentes políticos democráticos, opositores a sus fechorías.
Tamaña barbaridad, dicha con un rostro interpérrito, casi sonriente, conforme al personaje que sus asesores de imagen le han creado, no solo es una canallada, sino un acto de complicidad con un régimen, una pandilla de asesinos desalmados, a los que hoy es posible encontrar en cárceles, con condenas judiciales de decenas y hasta cientos de años de prisión, pero también en esferas de derecha política y empresarial, cómplice de esos crímenes.
Kast, cuya familia ha sido denunciada judicialmente por sus vinculación con los verdugos de decenas de campesinos y dirigentes populares en Paine, durante la dictadura de Pinochet, afirmó en declaraciones periodísticas del 15 recién pasado, que durante la dictadura derechista-militar de Pinochet “se hicieron elecciones democráticas y no se encarceló a opositores políticos”, en referencia a sus acusaciones contra el proceso electoral presidencial nicaragüense.
Kast, como si no fuera suficiente su historial familiar y político, ya se había hecho notar por su admiración a Pinochet y sus crímenes, el 9 de noviembre de 1917, cuando en declaraciones a TV-13, en medio de una campaña electoral presidencial de la época, aseguró que si Pinochet estuviera vivo, “votaría por mí”.
Semejante falsificación de la historia y “negacionismo” frente a los crímenes de la dictadura encabezada por su ídolo, además de la pretensión de sentirse “heredero”, de Pinochet, de quien se presenta como continuador político, no pudo pasar desapercibido.
La candidata presidencial, Yasna Provoste señaló que bajo Pinochet, “se encerró a los opositores, en Chile se torturó a los opositores, en Chile se hizo desaparecer opositores”.
Incluso el candidato derechista-populista, Sebastián Sichel se distanció de Kast y su pretensión de relativizar los horrores de la dictadura militar derechista de Pinochet, apuntando que no se puede ocultar, ”lo doloroso que fue para miles de chilenos ver vulnerados sus Derechos Humanos, o para una generación completa de no saber lo que era la libertad o las elecciones democráticas”.
Conceptos similares tuvieron los presidenciales, Gabriel Boric, y Marco Enriquez-Ominami y muchos políticos, victimas de los crímenes de la dictadura y luchadores por los Derechos Humanos.
De esta forma, y a pocos días de la primera vuelta presidencial, el candidato neofascista- con el apoyo de una Derecha cavernaria y organizaciones que no ocultan su nostalgia por el pinochetismo, pone de manifiesto su real pensamiento político, y revela sus objetivos.
La derecha no desmiente su talante fascista, terrorista y violentista. No otra cosa significa su declaración de una nueva etapa de la “guerra sucia”, que con toda seguridad tendrá expresiones criminales, provocadoras, en el siguiente periodo de la lucha presidencial, tras este domingo 21.
Incluso desde La Moneda, desde el segundo piso de sus asesores más directos, encabezados por Cristián Larroulet, se ha preparado un libreto, un ”escenario”, según el modelo norteamericano de los montajes propagandísticos psicosociales, y que circula en las altas esferas del mundo gubernamental, político, empresarial y hasta militar y policial, para abrumar al país, con una guerra sucia, una ofensiva de acciones sicológicas, atentados, reviviendo como fantasmas las viejas carajadas de la acciones de la guerra sicológica, inventando enemigos externos o internos, complots ideados y ejecutados por sus propios demonios, amenazas de caos, perfidias y alevosos propósitos de quienes presentan como siniestros conspiradores o enemigos a quienes amenazan con aplicar el “máximo rigor de la ley”.
La caja de resonancia está a cargo, junto a declaraciones tronantes como las del subsecretario de Interior, Juan Francisco Galli Basili, y las nada oblicuas frases del mensaje presidencial, como siempre de “El Mercurio”, sus editorialistas o articulistas permanentes, como la ex joven propagandista de Pinochet, Marcela Cubillos Sigall, ex ministra de Piñera, instalada como presentante de la Derecha Pinochetista en la Convención Constitucional (su padre, Hernán Cubillos Sallato fue canciller del dictador Pinochet (1978-1980), los políticos de la derecha recalcitrante en la siembra del odio, y que de manera coordinada crean el escenario propagandístico, que acompañan un siniestro plan de violencia física y verbal, instalado en el debate temas de los que conocen mucho, como el terrorismo de estado, la violencia, acciones de guerra sicológica, y atentados de oscuro origen pero claros objetivos y propósitos de corto y largo plazo.
El clima de incertidumbre política y social, la desestabilización del escenario institucional, el ataque a los políticos, al propio gobierno de Piñera a quién acusan de “no ponerse los pantalones”, y hacer la guerra a los mapuche, pero sobre todo a los izquierdistas, los trabajadores, los jóvenes, las mujeres o las llamadas minorías sexuales, a los Tribunales y jueces, las intrigas que intentan instalar en el seno de la oposición, el ataque permanente, boicot y sabotaje y desacreditación de la Convención Constitucional, el ambiente de miedo, inseguridad y amenazas a la seguridad de los ciudadanos, incluso la utilización de la amenaza externa(desde “extremistas” hasta narcoterroristas y carteles internacionales de la droga ( mexicanos y colombianos, sobre todo, forman parte de los objetivos del plan post 21.
No hay que equivocarse, las elecciones del domingo 21, constituyen un campo de batalla político, ideológico, en una guerra sin cuartel ni plazos, de una ofensiva permanente del neofascismo y los nostálgicos de Pinochet.
Se trata en realidad un proceso en marcha que se proyecta en una ofensiva política sin cuartel contra la democracia, contra el próximo parlamento, pero sobre todo y ante todo contra la voluntad , el trabajo, la misión y el rol de la Convención Constitucional, y la generación de una nueva Carta Magna para el futuro destino de Chile.
Por ello, el proceso electoral de este domingo 21, es una nueva batalla, trascendental, épica, pero en un camino que se prolongará en el tiempo, y para la cual hay que prepararse.
Con las elecciones del 21, se abre un nuevo camino de confrontación, entre una democracia, un país que emergerá de la nueva Constitución, pero que enfrentará una nueva ofensiva desatada y sin cuartel desde la derecha pinochetista, del empresariado que ya ha anunciado su propia hoja de ruta, y algunos poderes fácticos, y que se disponen, todos ellos, a conspirar, a combatir, a sabotear el proceso constituyente y la generación de una nueva institucionalidad democrática para el país y los chilenos.
Los días hasta la definitiva decisión presidencial del 19 de diciembre serán complejos, y habrá que enfrentar los rigores de una confrontación con una derecha cada vez más ensoberbecida, frente al riesgo de una nueva derrota en las urnas, pero sobre todo en la voluntad ciudadana.
Y claramente no dejarán maniobra, acciones criminales, para detener, frustrar, sabotear el destino de la democracia, las vías que abrirá la historia, y ante cuyos embates la ciudadanía y los demócratas deberán actuar con firmeza, con determinación, con una voluntad de unidad y victoria, atentos a las maniobras, conspiraciones y el terrorismo de la Derecha.
Las fuerzas democráticas -todas- tienen una oportunidad única en mucho tiempo, de conformar un campo democrático y popular sin exclusiones, prejuicios o pretensiones mesiánicas que impida los propósitos de la Derecha política, empresarial, entre los cuales está, por supuesto, el frustrar el proceso de transformaciones, de creatividad y compromiso con los objetivos patrióticos, ordenados por el pueblo, por la ciudadanía, en sucesivas batallas, políticas y sociales, que han abierto los caminos del futuro, por la voluntad popular y la historia.
Esta es la tarea que nos convoca. Y hay que actuar en consecuencia, sin dobleces, prejuicios, sectarismos, ni resquemores. El desafío democrático es el objetivo prioritario, urgente, indispensable. Y hay que estar a la altura.
(Fin)