Mensaje de Piñera: amenazas a la Constituyente y al futuro democrático de Chile

Por Marcel Garcés Muñoz.

No se puede dejar de concordar con la diputada, Natalia Castillo, ex militante de  Revolución Democrática (Frente Amplio), de que lo mejor de la última cuenta pública -1 de junio- del presidente Señor Sebastián Piñera Echeñique, la postrera de su gestión en La Moneda, es que es, precisamente  “la última”.

Y no se trata de una mera frase aguda, punzante, sino de la percepción ciudadana frente a una retórica conocida, rimbobante, falta de contenido real, de lectura de un país irreal, de fantasía, y para qué hablar de autocrítica, de  sentido de la responsabilidad política, frente a un ámbito fracasado de salubridad, de sensibilidad político social, en que el país  y los ciudadanos viven, fruto  de  una gestión ineficaz, y sin proyección  humana.

Lo cierto es que el mensaje presidencial de este martes 1 de junio, pasará a la historia como “el mensaje de la despedida”, un ejercicio  patético, en busca de generar una  acogida de la historia a una gestión mediocre, que no alcanza para entrar en la calificación  de administración presidencial, sino que será recordada, quizás, como un espacio histórico, en el sentido de tiempo transcurrido,  donde el país, vivió un tiempo de conflicto, contradicciones,  desastres económicos, crisis política y social, que no tuvieron en La Moneda, una conducción, la búsqueda de un camino de salida, ni un horizonte coherente.

El Mensaje presidencial, a pesar del esfuerzo de quienes redactaron su texto, no pudo ofrecer un análisis real, certero de los orígenes, características, protagonistas y perspectivas del nudo de las contradicciones sociales, políticas, económicas, culturales, que caracterizaron la crisis y que motivaron las agudas confrontaciones fundamentales de su escenario político y social.

Piñera se limitó, para eludir su responsabilidad personal y de clase de la confrontación social, política y social indesmentible, en reiterar los ataques a la oposición, en acusar a sus liderazgos, de generar un ambiente de tensión político y social, y como Pinochet lo hizo  para despotricar contra ” los señores políticos”, para encubrir su genocidio,  haciendo Piñera como si viniera descendiendo del planeta Marte, y no fuera responsable del desastre, en lugar de haber logrado de vestirse con el hábito de profeta y el salvador del modelo político y económico del modelo neoliberal, frente a la protesta y repulsa de una ciudadanía empoderada y dispuesta a asumir, a través de la  movilización popular el legítimo rol protagónico que les corresponde.

El presidente insistió en las conocidas tesis conspirativas de culpar  a indefinidas fuerzas terroristas, subversivas, violentistas, de ser los responsables  de la crisis social, económica y política en que su política, su modelo neoliberal, su subordinación frente a los intereses  de las elites oligárquicas, de los grupos económicos y los intereses foráneos en que sumió al país, fueran las causas basales de la crisis.

Al mismo tiempo y  para justificar la intensificación  estratégica y táctica  de las tesis de la guerra interna, y la doctrina del “enemigo interno” y de desarrollar e intensificar  el terrorismo de Estado, la violación  de los Derechos Humanos, optó la agresividad contra la oposición, la calumnia  y la caricatura, cuando ya no le bastó, ni fue creíble la torpe y manida tesis mediática de  la “conspiración externa”, para justificar su  violencia  y la incoherencia de su discurso y la torpeza de su “diplomacia”.

Todo ello para justificar  sus  proyectos de  fortalecer los instrumentos de la guerra sucia interna con los que busca perpetuar su memoria en una institucionalidad  que se oponga  al proceso de democratización  de la sociedad, de la institucionalidad democrática que se proyecta a través del ejercicio  participativo del proceso de  la reconstrucción  de la democracia, por medio del ejercicio  fundacional, participativo, de la redacción y aprobación nacional de  una nueva Constitución, demandada e impuesta  por la voluntad y la lucha  popular.

El  presidente Piñera pretendió tergiversar, una vez más. al proceso histórico, construido en las barricadas  populares, en la lucha de las calles, de la voluntad de  las organizaciones populares en marcha, en octubre de 2019, y que tuvo su expresión política formal, indesmentible,  el 25 de octubre de 2020, en  el plebiscito   del “apruebo” a una nueva constitución, ( 72, 8 por ciento) y el Rechazo. ( 21.72por ciento), y  que fue reafirmado con los resultados de la elección de la Convención Constitucional,  del  15 y 16 de mayo recién pasado, que confirmó la derrota  de la derecha y del gobierno,  y de sus pretensiones de utilizar el  quórum pinochetista  de los dos tercios  para frustrar el objetivo  del cambio constitucional.

El escenario  nacional dio un vuelco político y social por obra de la voluntad ciudadana, imponiendo el rumbo al cambio democrático, derrotando abrumadoramente la pretensión de la derecha política y económica, de mantener la institucionalidad impuesto a sangre y fuego por la dictadura de Pinochet.

Ello fue consecuencia de la  voluntad de lucha de la ciudadanía, y no como pretende mentirosamente el gobierno y la Derecha, por la buena voluntad o decisión  de Piñera, su coalición y sus mandantes o los poderes fácticos en su conjunto.

Claramente el proceso  en marcha no se inició el 15 de noviembre de 2019, con la firma entre gallos y medianoche. del llamado Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, con que el gobierno, su bloque oficialista y algunos otras fuerzas políticas,  partidos políticos, buscaron descomprimir al llamado  “estallido social” del 18 de octubre de 2019, que condujo al llamado proceso constituyente, que hoy se materializa en la Convención Constitucional

Pero hay otra amenaza  desembozada en  el Mensaje del presidente  Sebastián Piñera, y es contra el proceso democrático de elaboración de la  Nueva Constitución.

El presidente tiene una forma muy particular, en realidad amenazante, de entender este proceso de participación democrática único en la historia del país, para acordar  la ley fundamental  de la institucionalidad.

Pero hay algo más siniestro detrás de la retórica del mensaje del presidente y sus pedidos de perdón por no haber entregado a tiempo la ayuda económica a los afectados por la pandemia de4l Covid-19 o sus ofertones de bonos e incluso el bullado anuncio de un pedido de urgencia legislativa, en realidad de apropiación  del proyecto de ley  sobre “matrimonio igualitario”,   presentado en su momento  por el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet.

El presidente anunció toda una batería de proyectos para imponer leyes  represivas dirigidas para  criminalizar  las demandas y protestas ciudadanas, populares, estigmatizar a las organizaciones  sindicales o de defensa de los derechos de las minorías sexuales, poblacionales o juveniles, y descalificar a las organizaciones políticas, culturales, ecológicas, de defensa de los derechos humanos, que se opongan al modelo neoliberal o neofacista.

Por otro lado, cuando el presidente se refirió al conflicto en la Araucanía, buscó no  solo criminalizar las  demandas de recuperación de sus tierras ancestrales, de respeto a su cultura y creencias religiosas, de restablecimiento de la realidad  histórica  y las secuelas de la usurpación y del genocidio  étnico sino que insistió en vincular su legítima lucha con el narcotráfico, el robo de madera, la violencia delictual.

El mandatario  anunció como acciones de lo que definió como Plan Impulso Araucanía  la prioridad que prometió a la  la Red 5C lo que dijo, hara posible “el pleno despliegue de la sociedad digital, el internet de las Cosas, los hogares lugares de trabajo y “ciudades inteligentes”, de la Fibra Optica en 24 comunas, la ampliación del tren Victoria- Temuco- Padre Las Casas, la incorporación de buses eléctricos al transporte público local, y un Plan Especial de Infraestructura, agua potable y caminos para la región, siguiendo el modelo  de “acción cívica”, como parte integrante de la estrategia de  guerra contrainsurgente, siguiendo el esquema impuesto por el Pentagono a sus socios de Caolombia o de otros regímenes represivos de la región,  en el caso de Chile, como  como elemento  de la ocupación militar de las tierras mapuches, y de intervención represiva de sus comunidades.

La ocupación por el Comando Jungla, de Carabineros, preparado en Colombia, con la asesoría  antisubversiva de los especialistas norteamericanos,  del edificio del Liceo Técnico Profesional de Pailahueque, centro educacional para  jóvenes mapuches, que inicio sus labores en el 2001, y donde estudiaron los héroes mapuche, Alex Lemun y Camilo Catrillanca,  forma parte  del plan de militarización  del conflicto  del Estado chileno contra el pueblo mapuche y es ocupado hoy por la  Segunda Comisaría de Fuerzas Especiales de Carabineros y efectivos del GOPE con su correspondiente dotación de carros blindados,  tanquetas, y cuenta con helipuerto, y dispone de un arsenal de armas de guerra, un centro de trasmisión  y de mando,  un centro de inteligencia,  una verdadera flotilla de drones.

La pregunta que cabe es ¿quién pone entonces,  la violencia, en el Wallmapu, el territorio ancestral  mapuche, ocupado por colonizadores, fuerzas militares  desde la llamada “pacificación” de la Araucanía, tras la Guerra del Pacifico?.

Obviamente no habló de  la cultura,  la devolución de sus tierras ancestrales,  de apoyo a la economía de las comunidades, de respeto a sus demandas, del fin a la militarización  de la Araucanía, de la ocupación militar y militar de sus tierras, de la persecusión, represión  y asesinatos de  hombres, mujeres, jóvenes y hasta niños de la etnia.

Es sintomático  entonces que la discusión política, la virtual  rebelión de los sectores conservadores del gobierno , de  ministros y parlamentarios,  y la crítica mediática se haya concentrado en el anuncio  del “matrimonio igualitario”.

No parece casual que se haya eludido poner la atención en la amenaza a la democracia que se expresa en gran parte de sus palabras, conforme a una demanda estratégica de la derecha política y económica,  y que el gobierno Piñera presurosamente  pretende dejar “amarrada” en  la institucionalidad: la militarización de la vida política y dejar  asentada  en la legislación nacional como  piedra angular la ·”guerra interna”, la contrainsurgencia, la preponderancia de un orden militar por sobre la democracia en territorios como el de las comunidades indígenas, o en actividades económicas, sociales, y políticas, como las así definidas como  “infraestructuras criticas” o posiciones estratégicas, de las grandes intereses económicos nacionales.

El Mercurio  argumenta en su editorial del miércoles 2 de junio, 2021 sobre la ultima cuenta del presidente Piñera”,  marcando la agenda  política, que  “finalmente, sintomático de un gobierno que no ha podido llevar a cabo su programa puede estimarse el hecho de que el punto más comentado del discurso haya sido la decisión de poner urgencia al proyecto de la Administración Bachelet  sobre matrimonio entre personas del mismo sexo, anuncio que sorprendió a su coalición, respecto de un tema que- independientemente de la legitimidad del debate- causa profunda división  en las filas de Chile Vamos, precisamente cuando la alianza oficialista vive uno de sus momentos más complejos, ad portas de procesos electorales  decisivos para el futuro del país”.

Con ello, además de manifestar su molestia, el periódico empresarial, fija una especie de agenda  para la coalición oficialista, y define una estrategia de distanciamiento del mandatario de sus  mandantes y hasta ahora su base política.

Pero hay otra amenaza  desembozada en  el Mensaje del presidente  Sebastián Piñera, y es contra el proceso democrático de elaboración de la  Nueva Constitución.

El presidente tiene una forma muy particular, en realidad amenazante, de entender este proceso de participación democrática único en la historia del país, para acordar  la  nueva ley fundamental  de la institucionalidad exigida por la ciudadanía.

Desde luego pretende el mismo, a pesar de la derrota electoral sufrida el 15 y 16, de asumir un carácter de “constituyente”, y de “árbitro” o “mandante” de la voluntad y decisiones del cuerpo  constituyente elegido por la ciudadanía, violentando su soberanía y facultades democráticas.

Piñera  enfatizó, o  derechamente “amenazó” a los Constituyentes que, según consigna  destacadamente “El Mercurio”: una Constitución nunca debe partir de cero, sino que debe recoger los aportes de generaciones pasadas. “Debe recoger las tradiciones republicanas de la nación y los valores y principios de la ciudadanía”, apuntó y enfatizó que debe “respetar rigurosamente los límites y reglas de su mandato”.

El “constituyente 156”, en el que pretende constituirse  de facto,  afirma que  la Convención Constituyente,  “aunque  es autónoma e independiente, lo que se debe respetar”, a reglón seguido  afirma que “también es una “invitación  para que todos pensemos en el Chile que queremos”, dando una lista, una especie de “cajón de sastre”,  que nadie le ha pedido desde la entidad,  de lo que a él le gustaría que  estuviera presente en la nueva Carta Magna.

Como ciudadano, indicó, mesclando demandas democráticas de las cuales no parece haberse enterado en el ejercicio del mando presidencial,  con un claro contrabando ideológico y político derechista,  “pienso que en nuestro país deben estar garantizados derechos fundamentales como el de la vida, incluyendo la vida del que está por nacer, el de una salud y educación de calidad, al derecho a un barrio y vivienda digna, el derecho al trabajo, la previsión social, y a la propiedad y el derecho esencial de acceder al agua”.

Y siguiendo con la agenda  que busca imponer descaradamente  como temática de la Convención Constituyente, el Presidente Piñera  apunta que  deben estar garantizados, “derechos esenciales”, como los de opinión y expresión, de culto y religión, de asociación, de innovar y emprender, de elegir la salud, y el derecho preferente de los padres de elegir la educación de los hijos. También que se deben proteger igualdades esenciales como la igualdad ante la ley, la igualdad de oportunidades, la igualdad de género y la igualdad en dignidad, derechos y deberes de todos los ciudadanos.

A lo que agregó el mandatario, que ”el Chile que queremos debe velar no solo por las equidades verticales, que se miden por el ingreso, sino que también por las igualdades horizontales, que se miden por las desigualdades de trato y de dignidad.

“Además debemos resguardar principios esenciales como el respeto a los derechos humanos de todos y también valores como la paz social, la condena a la violencia, la inclusión, la solidaridad y la protección de la naturaleza”, estableció con una falta no solo de tacto político, sino que de falta de respeto a la potestad constituyente de los elegidos por la voluntad ciudadana mayoritaria para la tarea histórica e irrenunciable de redactar, aprobar una Nueva Constitución para Chile.

Pero lo que en realidad debe preocupar a las fuerzas democráticas del país, es la estructuración como último acto de un gobierno no solo en decadencia, sino que en fase de  extinción, de un aparataje represivo, ideado para sabotear la democracia, mantener el tutelaje policíaco-militar represivo sobre la ciudadanía, restablecer con un ropaje seudo democrático, el concepto de la “democracia protegida”, instalado en el país por la derecha política y económica, por medio de la  dictadura genocida de Pinochet, y sus cómplices civiles y empresariales.

Los sectores demócratas y progresistas deben estar alertas. Tal  como lo hizo Pinochet días antes de su usurpación del poder en La Moneda, la Derecha política y econo0mica, a través de Piñera, buscan ahora, apresuradamente dejar “amarrado” una seria de trampas, de cerrojos autoritarios que les permitan no solo boicotear sino que incluso pretender frustrar y desconocer los avances democráticos que la Convención Constitucional alcance en su trabajo para elaborar una nueva Constitución para Chile.

Para el presidente Piñera y su gente, los objetivos de los próximos meses que le restan en La Moneda, tiene que ver con la Seguridad Interna y el Orden Social, que él entiende como  un conjunto de reglas, decretos o leyes, que propondrá para combatir, dijo, la delincuencia, el narcotráfico, el terrorismo, la insurgencia.

Piñera demandó al Congreso, acelerar la la denominada agenda anti delincuencia, el combate al narcotráfico, la ley antiterrorista, la de control de armas, la participación militar en el resguardo de la “infraestructura crítica”, la creación de un  Ministerio de Seguridad, destinado a “garantizar” el Orden Público, la prevención  del delito, el combate a la delincuencia, el crimen organizado, el narcotráfico, el terrorismo y la protección de las fronteras,  el diseño  de una Central de Inteligencia y Represión,  una ley antiterrorista, una agencia de ciberseguridad, es decir, la generación de  un clima de “guerra interna”, la ocupación represiva del territorio, la militarización de la sociedad , lo que es el fin de la institucionalidad democrática, y la imposición del “gatillo fácil”.

En definitiva  un tejido de agencias estatales, que en conjunto con los servicios de inteligencia militares,  coordine, oriente y encabece un aparato de control político de la población.

Este es un grave riesgo  intervencionista de las fuerzas del rechazo, de los enemigos de la democracia, que es necesario, urgente, enfrentar y rechazar. Sin duda  esta debe ser una discusión inicial en el trabajo de la Convención, y sustraerla a una manipulación, sabotaje y chantaje de quienes no han dejado de conspirar y frustrar el camino no solo a una nueva Constitución, sino a la soberanía  de los ciudadanos, de “nosotros, el pueblo”.

Hay muchas tareas por delante, y los constituyentes, los partidos políticos, las organizaciones populares, los ciudadanos, el pueblo, los constituyentes, deben estar alertas.

Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital

Santiago de Chile, 5 de junio 2021
Crónica Digital

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