Por Mario Aguilera S.
Había un solo teléfono público en Pisagua, era un local pequeño donde vendían un poco de todo, hacíamos turno para despachar, habíamos llegado unas horas antes, en mi caso hubo un esfuerzo enorme de la Radio para enviarme hasta allí, era la Radio Nuevo Mundo éramos muy pobres, pero debíamos estar, habían aparecido los primeros cuerpos de los desaparecidos en el campo de prisioneros de Pisagua.
Una hora antes habíamos estado en el lugar, solo unos minutos, los peritos todavía trabajaban en el cuidado para sacar los cuerpos desde la arena, todo estaba tal cual se produjo su muerte, la sal, el calor, la arena y lo seco del lugar habían permitido mantener incluso las últimas muecas del dolor al momento de su muerte, era un paisaje conmovedor, ellos al fondo de la fosa, un poco más allá un cementerio añoso casi abandonado, era cosa de levantar la vista y se veía el mar allí tranquilo rozando la arena del desierto.
Allí estaba el juez de Pozo Almonte, Nelson Muñoz, que tuvo la osadía de creer lo que llegó a sus oídos, había una fosa clandestina, era verdad allí estaba momificado el testimonio de una terrible masacre, comenzaron a llegar los familiares, se abrazaban entre sí, abrazaban a los abogados presentes, al juez y también a nosotros los periodistas , era la enorme emoción de encontrarlos, están muertos pero estaban allí, ahora podrán dejarles esas flores del norte hechas en papel, que duran mucho tiempo, lloraban de emoción, la angustia de la búsqueda para muchos había terminado.
Era mucho el movimiento en Pisagua, ya en el pasado había sido con González Videla un campo de prisioneros, volvió a tomar su lugar en 1973, nuevamente una cárcel para prisioneros políticos, no había donde quedarse, no lejos de la playa había un retén de carabineros , unos pescadores nos sirvieron de guías y nos llevaron al lugar en que estaban los detenidos, también nos mostraron el teatro de Pisagua, estaba bien conservado y de pronto apareció en el escenario María Maluenda, la actriz, también había llegado a Pisagua junto a un grupo de abogados de Derechos Humanos y comenzó un monologo, con su potente voz llamó a los fantasmas del lugar, agradeció lo que allí había ocurrido y recitó a Neruda “Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!
Era hermoso, era un martirio, era palabra, era poesía y quedamos todos mudos, no hubo aplausos, una que otra lagrima ayudó a contenerse en el bello momento, nada estaba previsto, así surgió. Tampoco estaba previsto que en ese mes de junio de 1990 nos encontráramos en ese lugar, dando la bienvenida a los que habían tratado de esconder bajo la arena. Un sándwich al mediodía, mucha agua y solo comíamos en la noche en Iquique, creo que se llamaba el Vagón el lugar, allí se encontraba la prensa, periodistas, fotógrafos y camarógrafos, era el momento de conversar e intercambiar algunos datos.
Los cuerpos comenzaron a llegar a la Catedral de Iquique, y allí sus amigos, sus compañeros, sus familias, le rendían homenaje, banderas chilenas en los féretros, hermosas coronas con flores de papel adornaban el lugar, grupos musicales, quenas y zampoñas lloraban el momento, había guardias de honor de los sindicatos, de los partidos, de juntas de vecinos, todos querían participar, una de esas noches luego de comer nació la idea, nosotros la prensa también debemos hacer una guardia de honor, estamos aquí por ellos, no siempre la prensa cuando murieron contó la verdad y hubo acuerdo, no habrá ni fotos ni videos, será solo para nosotros dijo la mayoría, era comprensible era recién 1990 con una democracia en pañales, nos fuimos todos a la catedral eran pasadas las dos de la mañana, allí estaban todos los medios presentes, entre ellos El Fortín, El Mercurio, Canal 13, TVN, la Nación, La Época todas las radios, todos y la gente que allí estaba nos miraba sin entender, nos conocían y no lograban entender que nosotros también les rindiéramos homenaje.
Subimos por última vez a Pisagua, era un camino malo, un auto de La Nación se volcó felizmente no pasó nada, eso tampoco se supo tampoco lo de la Catedral, llegamos nuevamente al lugar estaba vacía la fosa se había buscado en otros lados y nada, faltaban otros allí estaba la viuda de Freddy Taberna al que había conocido como dirigente estudiantil en el Pedagógico, y Freddy no apareció, todos al bus comienzan a gritar y vamos subiendo uno a uno, de pronto se escuchan, en medio de esa tarde con algunas nubes, unos gritos desgarradores, ¡¡ Michelito donde estás ¡¡ ¡¡ Michelito te quiero conmigo ¡¡ ¡¡ Michelito, hijo mío !! era el padre de Michel Nasch. el gritaba en medio del desierto, clamando al cielo por su hijo. Michel tampoco apareció, era un joven conscripto también detenido en Pisagua y que se negó a disparar en contra de los suyos, su pueblo.
De esto ya han pasado más de 30 años y ya se conocen las primeras condenas, el mismo tiempo que transcurrió para contar lo que hago ahora, ese desierto sabía que comenzaba a hacerse justicia, pero faltan otros, pero el tiempo, el sol , la arena y esa luna que en estos días grande nos ilumina, van ayudando en la búsqueda de aquellos que todavía no aparecen, pero están siempre con nosotros, allá en Pisagua …
Santiago de Chile, 3 de junio 2021
Crónica Digital