or Marcel Garcés Muñoz
La primera reacción ciudadana después de la mega elección del 15 y 16 de mayo, fue de legítima euforia por el contundente triunfo estratégico de las fuerzas del cambio, y por la derrota rotunda de la Derecha, del modelo neoliberal y del Gobierno del presidente Sebastián Piñera.
Pero al mismo tiempo se instaló en la conciencia de los ciudadanos la advertencia sobre la responsabilidad de dar una lectura correcta, objetiva, pero sobre todo urgente, a la expresión de confianza puesta en la política y el resultado electoral.
Pero lo singular, es la nueva configuración del escenario político, y de la conformación de una nueva realidad, pero esta vez, flanqueados sus habituales protagonistas, por una representación potente de nuevas fuerzas políticas críticas de los partidos tradicionales, definidas con poca precisión ideológica y con la generalización de antisistémicas, como el Partido del Pueblo, los regionalistas, y los “independientes”, aunque no todos lo sean y los partidos, advirtiendo el fenómeno, colocaron a algunos de los suyos, en la bancada.
El cuadro político social se ha aclarado, transparentado y aparecen nuevos fenómenos, nuevas orgánicas y nuevos protagonistas, en lo que el Mercurio editorialmente y con desazón, no ha dudado en caracterizar como un verdadero terremoto impensado, no previsto, ”sorprendente”, en la ceguera de una elite oligárquica y altanera, un capa de políticos que se han autocalificado de “clase” en sí, de unos centros de análisis que han devenido en simples centros para elaboración de eslóganes o consignas meramente propagandísticas, al servicio de los poderes económicos y para dar respuestas inmediatas o coyunturales a problemas de la contingencia.
Ni en Moneda, en los “centros de pensamiento”, ni en las encuestadoras imaginaron o previeron la profundidad de la crisis en desarrollo y prefirieron intentar “manipular” el descontento, “manejar“ los conflictos, las demandas, “apagar”, con dádivas y bonos, los reclamos populares, o responder con medidas de “contención” o la simple represión, y encubrir con una retórica populista y demagógica su incapacidad de gestión, y una persistente falta de voluntad política e incoherencia, su desprecio por las necesidades sociales, económicas y política de la ciudadanía.
Pero tampoco los liderazgos de la oposición tuvieron la visión suficiente para leer correcta y oportunamente la realidad política y social. Situación que tras las elecciones del 15-16 de mayo deberán corregir en los tumultuosos tiempos desatados tras el proceso elecciones del 15-16, y el grosero espectáculo generado de “trifulcas”, caras largas, lucha de egos, de intereses subalternos, acusaciones destempladas, y agresiones verbales en el proceso de primarias (19 de mayo) tanto como en el posicionamiento para los futuros desafíos políticos y electorales y el trabajo realmente trascendente de la elaboración de la nueva Constitución, la verdadera contradicción y confrontación, con vista al futuro de Chile.
Los neoliberales de la Derecha oligárquica y del centro han persistido en mantenerse en los estrechos mecanismos, prácticas, dogmas mesiánicos y concepciones trasnochadas de la Guerra Fría: satanización de los sectores populares, políticas de exclusión propias de un anticomunismo primitivo, que abarcaba a todos los que no pensaran “como uno”.
Estos caballeros no pierden el objetivo y la definición del enemigo y lo que está en lucha.
No tienen tampoco derecho a olvidarlo los líderes políticos de la centroizquierda o progresistas, enzarzados por ahora en una lucha vergonzante y fratricida por cuotas de poder y objetivos menores.
Lo que es seguro es que, no lo olvidan los ciudadanos, que siguen dando muestras de cordura, la unidad de propósitos, la coherencia política, el patriotismo la democracia y un sentido de futuro imperen en el escenario próximo, en la voluntad y el accionar político del progresismo.
No hay en ello ninguna “impredecibilidad ( que ) se ha instalado como rasgo central de nuestro proceso político” como pretende hacer creer editorialmente El Mercurio a sus lectores, el 17 de mayo, “el día siguiente“ después de la debacle, sino una consecuencia lógica de un ciclo históricamente superado y la búsqueda de un nuevo rumbo para la política y la economía, ésta vez, legítimamente democrático, progresista, justo, que supere las limitaciones del sistema derrotado.
Y que asuma los derechos humanos en toda su amplitud y profundidad social, económica, laboral, política, étnica, educacional y cultural
En resumen –en un balance quizás no suficiente ni completo en su complejidad social, política y emocional- los rasgos principales de la crisis evidenciada por el resultado electoral del 15-16 de mayo y del proceso en desarrollo vertiginoso en marcha están a la vista, más allá de los guarismos de la participación electoral y de los escrutinios de cada cual.
De lo que se trata es:
1.- La mayor derrota de que se tenga memoria histórica, del Gobierno, de las oligarquías políticas de la Derecha, de las viejas y anquilosadas estructuras de poder.
2.- La evidencia del fracaso del modelo neoliberal, en su versión extractivista y global, de sujeción a los intereses, políticas de los grupos económicos locales transformados en filiales subordinadas a los grandes conglomerados globales, y administradores de un Orden Global en lo económico, político y hasta militar.
3.-La irrupción potente de nuevas fuerzas políticas- como el Frente del Pueblo, de expresiones de nuevas generaciones y del feminismo, como de fuerzas “ Independientes”, regionalistas, poblacionales, sociales, culturales, ecologistas, de género, de las minorías sexuales, que han llegado a ocupar el lugar protagónico que les corresponde en estricta justicia en la calle o en el escenario social, ante el fracaso de los partidos políticos tradicionales, de derecha o de izquierda, para representar o “empatizar”( como se dice ahora) con las demandas históricas de la sociedad, reconocer los problemas reales y sentidos por las masas ciudadanas, dar respuestas, ponerse a la cabeza de su protesta, y también no solo para pretender “darle conducción” – como se decía “antes”- a la lucha social, sino que a través de identificarse con ella, participar protagónicamente en ella, sin complejos ni dando explicaciones a nadie.
4.- El temor instalado en las elites económicas locales, que ven en el triunfo democrático un “alza (en los) niveles der incertidumbre” y que “resienta la inversión y el crecimiento” (El Mercurio, 17 de mayo), todo lo cual avivado por los análisis de dirigentes gremiales patronales, y los académicos de siempre, que no hacen análisis, sino que elaboran las “ideas fuerza”, para la defensa mediática, la confrontación, lucha ideológica y la guerra sicológica, en defensa del modelo y el poder.
5.- El estado de estupor de los partidos políticos de derecha y de centro, partidos de gobierno y oposición, que los ha llevado a severas crisis internas, la exigencia de que alguien pague los platos rotos, llevando a sus líderes al banquillo de los acusados, demandando la renuncia de algunos de ellos a sus cargos, culpándolos de errores, demostración de sus incapacidades, descriterios, deslealtades, traiciones, engaños y otras lindezas.
6.- La carencia de capacidad, ceguera o intereses espúreos en dirigencias de partidos, grupos dirigentes o “sensibilidades” de la izquierda democrática, del progresismo, que han mostrado irresponsabilidad histórica y flojera intelectual y orgánica para ponerse a la altura de los acontecimientos, y encarnar el mandato de unidad, vocación de voluntad de futuro, que surge de la acción de las mayorías populares.
7.- La Democracia Cristiana, pagó un duro precio por la altanería de autoproclamarse el principal partido de la Oposición, obteniendo un solo Constituyente, Fuad Chaihn, quien se vio obligado a renunciar a su cargo de Presidente de la colectividad, por la derrota de su política y maniobras finales, y la embestida de la Presidenta del Senado, Yasna Provoste, que emerge como la figura política de la oposición y del país, y del senador, Francisco Huenchumilla, ambos críticos de su línea y conducción.
8.- Finalmente hay que anotar el significado político, generacional y de género, del triunfo abrumador de la militante comunista Iraci Massler en la Comuna de Santiago, considerada una comuna “emblemática”, por ser la capital del país y sede del Gobierno Central nacional y otros órganos del poder institucional; de Emilia Ríos, de Revolución Democrática (Frente Amplio) en Ñuñoa, donde la dictadura de Pinochet instaló un gobierno derechista “designado” y de Derecha; del ex Frente Amplio, Jorge Sharp, en el “puerto principal”, Valparaíso; de Macarena Ripamonti, de Revolución Democrática ( Frente Amplio) en la “ciudad jardín” de Viña del Mar, sede del internacionalmente conocido Festival de la Canción de Viña del Mar; de Tomás Vodanovic, de Revolución Democrática (Frente Amplio) que le quitó la alcaldía a Cathy Barriga, de la derechista UDI y nuera de su candidato presidencial, Joaquín Lavin, y que ejerce de estrellita de la farándula criolla; y la reelección en la comuna de Renca (Región Metropolitana) del ex militante DC, Claudio Castro, que renunció a la colectividad en noviembre de 2019, en rechazo a la política de su colectividad contraria al estallido social de octubre de 2919, y que resultó el candidato con mayor porcentaje de votación de Chile, un record histórico y nacional de un 92.77 por ciento.
En definitiva lo que queda claro es que el proceso constituyente y el complejo trabajo de la Convención Constitucional, que solo está por ahora en el umbral del Palacio Pereira y de la sede en Santiago, del Congreso Nacional, será el punto de inflexión del futuro inmediato.
Y sobre todo porque la confrontación política y social, económica por la nueva carta Magna, una batalla aguda por el futuro están en un nuevo y álgido punto de partida y no dará tiempo ni espacio para las dudas o las componendas.
Y la experiencia señala que lo colectivo, el pueblo, la calle, la gente, las organizaciones sociales, van a estar, con todo derecho, entre los protagonistas de los hechos.
Aquí no hay que equivocarse, y mucho menos ilusionarse en que los días venideros serán tranquilos o “normales”.
Inmediatamente conocidos los resultados electorales, se iniciaron los apresuramientos en los pasillos del poder, hacer el consiguiente “control de daños”, indesmentible e imposible de ignorar, teniendo en cuenta además el cercano horizonte de las elecciones presidenciales y legislativas de fines de año, que despertarán de nuevo apetitos, maniobras Y agudas confrontaciones.
En La Moneda, en primer lugar, como blanco de la Mega derrota, el Presidente, que con el rostro desencajado, pasadas las 22.30 horas del domingo 16, reconoció la derrota de su gobierno y su política.
“En estas elecciones la ciudadanía nos ha enviado un claro y fuerte mensaje al gobierno y a todas las fuerzas políticas tradicionales. No estamos sintonizando- con las demandas y anhelos de la ciudadanía-. Estamos siendo interpelados por nuevas expresiones y nuevos liderazgos”, dijo Piñera, como si fuera una sorpresa el rechazo ciudadano, expresado, con fuerza no solo desde hace meses, sino años y al que ha hecho oídos sordos, tanto La Moneda, como su coalición.
La señora Evelyn Matthei abrumada por la derrota de la Derecha “La peor en cien años”, según el diputado RN, Sebastián Torrealba, en el programa ”Contigo en Directo” de Chile Visión, renunció el “día después” del desastre, ante el Consejo Nacional de la UDI, a su aspiración a ser precandidata presidencial y a participar e una primaria interna para elegir al abanderado de la colectividad.
Ante la evidencia del repudio ciudadano, el presidente del PPD Heraldo Muñoz, en una escena tragicómica del “efecto dominó”, se retiró del juego, dijo que para apoyar a Paula Narváez, la única que quedó a flota del naufragio en el sector, se vio forzado también a renunciar a su postulación presidencial, y se suma a Ximena Rincón, que puso “a disposición”, de una directiva DC, en rigor mortis, su candidatura; a Pablo Vidal, ex Revolución Democrática e postulante de una naciente (a horas de la inscripción de postulantes a la Primaria presidencial legal) coalición Nuevo Trato -Partido Liberal, no alcanzó a materializar su decisión de apoyar a Narváez, mientras el precandidato Marcelo Díaz, del movimiento Unir, dejo sus ambiciones y proclamó su apoyo a Gabriel Boric. El presidente del Partido Radical, Carlos Maldonado, apuntó, decepcionado, que ellos resultaron los únicos que esperaron hasta el final la unidad opositora y participación en las Primarias, y Alvaro Elizalde, decidió no inscribir a Narváez, debido al “veto” del PC y del Frente Amplio al PPD y al Partido Liberal, que antes habían “vetado” por su lado al PC y el Frente Amplio, en cualquier alianza o Primarias.
¿Queda claro, entonces lo que está pasando en la centro izquierda y el progresismo, quienes excluyen a quién, quienes se atribuyen la verdad revelada o la razón pura, las buenas intenciones y no el prejuicio destructivo, quienes ocultan qué objetivo artero?.
Mientras tanto, deben saber los protagonistas de esta trastada, que hay una ciudadanía que no entiende este diálogo de sordos que abre el camino de los enemigos de la democracia y que constituye una traición a su destino, por la cual deberán pagar un duro precio histórico.
Todo ese espectáculo ce vodevil barato, no solo fue un festín en la derrotada Derecha, que no tiene nada que celebrar, sino dejó un amargo sabor en quienes contribuyeron con su decisión, su valentía, su sangre, sus ojos y hasta su vida, y también sus votos a la posibilidad de un cambio político trascendental en la política nacional. El mismo que corre el riesgo de ser frustrado.
No se puede entender, ni mucho menos aceptar, este ambiente cantinero de “trifulka”, de descarada lucha de egos, intereses subalternos, y agresiones verbales. en el complejo y determinante proceso de primarias y sobre todo en el posicionamiento para los futuros desafíos políticos y electorales.
El pueblo, los ciudadanos entregaron el sábado 15 y domingo 16 un veredicto profundo y potente y un rumbo claro.
Lo que no se puede hacer es puede farrearse el triunfo del 15-16 de mayo, así como el proceso iniciado el 18 de octubre de 2019, ni el 78.27 por ciento (5 millones 892 mil 832 votos) del “apruebo” en el plebiscito del 25 de octubre de 2020.
Definitivamente, no se puede traicionar las esperanzas ciudadanas, del pueblo, eludir el mandato histórico de construir un nuevo Chile, y redactar con espíritu patriótico y voluntad de futuro, con valentía, certezas y real altura de miras, una Nueva Constitución y el germen de una democracia participativa a partir de los territorios, del municipio, del poder popular.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 23 de mayo 2021
Crónica Digital