Sin duda alguna, el gobierno del presidente Sebastián Piñera y su coalición, Chile Vamos, han caído en lo más profundo de una crisis política, moral y de gestión sin precedentes en la historia moderna del país.
Se trata eso sí, de una crisis en desarrollo, y que no se limita al nerviosismo de los grupos institucionalizados de poder tales como el Gobierno, el Parlamento y los Partidos. Y no solo se refiere a los acontecimientos difundidos con ribetes de dramatismo y nerviosismo por los medios de comunicación.
La derrota que le propinó el Tribunal Constitucional a Piñera el martes 27 de a bril, al que pretendió manipular groseramente con presiones directas a cada ministro y una campaña publicitaria abrumadora, al declarar “inadmisibles”, por siete a tres de sus ministros, sus argumentos para declarar inconstitucional el proyecto del tercer retiro de fondos previsionales aprobado por la Cámara de Diputados y el Senado, incluidos legisladores militantes de su coalición de gobierno no solo fue un desastre político circunstancial, sino el fracaso de una política y un estilo de gobierno, una muestra de las grietas de su coalición y reflejo de una crisis en desarrollo.
De alguna manera es el principio del fin de un modelo, la economía de mercado neoliberal, con el cual la Derecha política, económica y social, buscó vengarse de la derrota del modelo dictatorial implantado a través del terror por la dictadura de Augusto Pinochet y los sectores políticos y e intereses empresariales representados hoy por el bloque Chile Avanza y los neofacistas del llamado Partido Republicano, y claro por el Gobierno del Presidente Sebastián Piñera.
El último acto, casi tragicómico de la debacle se vivió la noche del martes 27 de abril, cuando frente a un esmirriado y quejumbroso grupito de sus ministros , el presidente Piñera se resignó a reconocer su fracaso y aunque un gesto de niño contrariado, declaró ante los chilenos, que “como gobierno respetamos y aceptamos la decisión del Tribunal Constitucional, sin perjuicio de no compartirlo”, y que además a retiraba su proyecto alternativo al ya aprobado por el Legislativo, presentado en la mañana del mismo martes 27 y que solo alcanzó a darse por recibido en la Cámara de Diputados.
Es decir, todo mal para el gobierno, su capacidad de gestión política y su incapacidad de leer correctamente el escenario político y social nacional, la correlación de fuerzas reales y su capacidad de conducir incluso a sus propias fuerzas parlamentarias y a los partidos de su bloque, e interpretar la realidad política y social del escenario nacional.
El empecinamiento del Presidente en su estrategia de confrontación con la oposición y la sociedad, en la pretensión de una especie de infalibilidad, y su constante argumentación de la legitimidad de su autoridad, lo llevó a un callejón sin salida.
Finalmente no solo no leyó los datos de la realidad, sino que se confrontó a las observaciones, críticas, opiniones, consejos y hasta invocaciones de sus propios partidarios, de gente que fue desechada a pesar de sus intenciones de defender al gobierno, al modelo, con medidas constructivas, según la ortodoxia neoliberal.
Y ello, no puede ser sino consecuencia de la altanería como estilo de conducta del propio Mandatario, de la ineptitud en el manejo del Gobierno, y en la falta de lo que llaman empatía entre el poder gobernante, sus mandantes políticos y económicos, sus asesores, y el conjunto de la ciudadanía, del desconocimiento y desprecio por sus demandas y su situación , en fin el desprecio por la institucionalidad y la voluntad democrática.
Pero la derrota constata sobre todo el desconocimiento, alejamiento o desprecio de la Derecha Política por la voluntad expresada por la mayoría ciudadana, desde octubre de 2019, y el no escuchar, y el desprecio por la voz de la mayoría,
Lo que esta en crisis ew una forma de gobernar el país, sin tener en cuenta, o leer la realidad de un país que rechaza el modelo neoliberal y totalitario, en lo económico, lo social y en lo político. Y además la soberbia de una oligarquía anclada según parece, en la época del “despotismo ilustrado”, en eso de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
Este proceso de crisis política, social y económica del país se inició incluso antes del 18 de octubre de 2019, y de la protesta social, y lo vivido en estos días no viene a ser sino una consecuencia de la toma de razón social, de las condiciones de vida de la población, de su rechazo a las políticas y conductas de un grupo gobernante que no ha dado el ancho, y quizás también de una llamada clase política que no ha logrado encontrar respuestas a las demandas democráticas v sociales de los ciudadanos.
Por ello la declaración de “inadmisibilidad” del recurso totalitario interpuesto por el presidente Piñera, en rechazo al proyecto de ley que aprobó el Congreso Nacional del tercer retiro de un 10 por ciento de fondos previsionales, es mucho más que la derrota de un gesto de prepotencia autoritaria de considerar al Tribunal Constitucional, una instancia a su servicio y de una plataforma obsecuente y subordinada al arbitrio de la arbitrariedad de quien cree que el poder emana de su “genialidad”, o “virtudes empresariales”, muy en discusión, entredicho o puestas en discusión.
De lo que se trata es que lo que esta en duda es la propia legitimidad de su poder de ejercicio y su capacidad para convencer, para lograr una pretendida “unidad nacional”, o un “Acuerdo Político” de un que no puede sino surgir sino de un verdadero dialogo de iguales, y no del monologo o de la exclusión de amplios sectores nacionales.
Claramente no puede haber diálogo si una senadora de la UDI, como Ena von Baer pretende que este sea entre los partidos de la Alianza, y de lo que ella estima desde su óptica, como “la izquierda democrática”, dejando fuera no solo a otros sectores igualmente respetables de la izquierda como el Partido Comunista, y las sensibilidades independientes , el Frente Amplio, las diversas sensibilidades de izquierda, y los actores sociales y gremiales, LOS Colegios Profesionales, como la Central Unitaria de Trabajadores, y las restantes federaciones y organizaciones sindicales nacionales o sectoriales, los trabajadores de la Salud, por ejemplo, los intelectuales, las organizaciones femeninas, de los pueblos originarios, etc.
Tampoco se puede hablar de diálogo real, de acuerdos, de conversaciones, de intercambio de opiniones, o literalmente de negociaciones, si se cumbre todo ello con el velo de la confidencialidad, si todo ello se realiza ocultándose de la opinión pública, del conocimiento de los actores sociales.
La transparencia es una condición esencial para que se logren acuerdos, compromisos, opiniones compartidas, y ello debe hacerse de cara al pueblo, a los ciudadanos. Lo mismo vale para el Gobierno, el Legislativo, la Convención Constitucional, los partidos, el Centro de Padres, el sindicato, el club deportivo, las organizaciones populares, etc.
Ahí sí que nos iríamos entendiendo. No mas secretismos, No más “cocina”. No podemos dejar solo en las manos de algunos que se creen predestinados para dirigirnos, la resolución de nuestros esperanzas y demandas.
Sería todo por hoy.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 28 de abril 2021
Crónica Digital