Nos tomamos de la mano mientras ella iba en la camilla por los pasillos del Hospital. “No nos digamos nada, hablemos a la vuelta” me dijo Gladys al despedirse, cuando en octubre de 2003 ingresaba al pabellón para ser operada por un tumor cerebral (glioblastoma multiforme) que le habían diagnosticado tres semanas antes. Estábamos con Martita Fritz acompañándola junto con sus hijos Álvaro y Rodrigo en el Instituto Karolinska de Estocolmo. Quedé con esa angustia profunda de no saber cuál sería el resultado de esa cirugía sugerida por el Jefe de Neurocirugía del Instituto.
En ese momento y mientras esperaba, mis recuerdos afligidos me retrotrajeron a Santiago, cuando me pidió que llevara sus exámenes para que los viera el Dr. Arriagada, un neurólogo que trabajaba en el Hospital del Trabajador. Al revisar los exámenes su cara cambió, retrocedió y se sentó en una mesita pequeña de su consulta mientras volvía a observar con detención las imágenes. Apesadumbrado se tomó la cara con ambas manos y exclamó: ¡Por qué a ella, por qué a ella!
Me explicó que de acuerdo con lo que él observaba se trataba de uno de los cánceres más malignos conocidos, tal vez su única virtud era que no creaba metástasis. Su angustia me la transmitió en toda su intensidad. Traté de mantenerme sereno y pregunté: ¿qué salida tenemos que permita una solución favorable y que pueda sanarla? En ese entonces, 2003, lo único que Arriagada conocía estaba en Suecia en el hospital Karolinska “en este Instituto hay un nuevo instrumento de cirugía que se conoce con el nombre de gamma knife. Eso es lo más avanzado y espero que pueda ayudar”.
Me fui al Comité Central del Partido y le expliqué a los compañeros la mala noticia y lo que recomendaba Arriagada. Al día siguiente, me citó al local del partido Lautaro Carmona para indicarme que se resolvió trasladar urgente a Gladys a Suecia. Me indicó que debía ir acompañada por un miembro de la dirección del Partido y preguntó si en una situación así cual sería mi disposición a acompañarla. Yo le comenté que tenía toda la disposición, pero en mi opinión quien debía decidir era la propia Gladys, ya fuera un compañero o compañera. Lautaro me comentó que le habían ofrecido a Gladys que la acompañara Guillermo Tellier, Juan Andrés Lagos o el propio Lautaro, pero ella señaló que, si había alguien de la dirección que podía acompañarla, fuera yo. Así se gestó mi acompañamiento durante todo el período de su estadía, tanto en Suecia como en Cuba. Estando en la Isla, la dirección del Partido me encomendó coordinar el homenaje que se le hizo a Gladys en la Estación Mapocho en marzo de 2004. Esa misma madrugada me devolví con Gladys a Cuba hasta su retorno a Chile.
Siempre he pensado que en la vida de grandes personajes o de personas que viven situaciones extremas, como le tocó vivir a Gladys, confluyen situaciones inesperadas que marcan y entregan señales profundas en la vida que les tocó vivir. Un ejemplo de ello fue cuando llegamos al Instituto Karolinska. El director del Hospital nos dijo que esperáramos el arribo del Jefe de Neurocirugía, quien llegó en unos minutos. Era un doctor de aspecto latino que hablaba español, nos señaló que después de revisar los exámenes traídos desde Chile, no era posible una intervención con el gamma knife porque éste era efectivo con tumores de hasta 3 cm y el de Gladys tenía más de 5.
Después de esa mala noticia, recomendó realizar una cirugía de extirpación de tumor y radiación para tratamiento post operatorio. En ese momento Gladys me miró y me dijo: ¿tenemos alternativa? -Al parecer no- le respondí mirándolos a ella y al doctor. “Bien, hagámoslo” dijo ella más firme.
Durante la conversación le preguntamos el nombre al doctor y dijo Inti Peredo. Gladys lo observa y le comenta que el año anterior había ido a Bolivia (recorriendo los caminos del Che) y compartido con un compañero de apellido Peredo. Él contesta: “es mi tío” y agrega “yo soy hijo de Inti Peredo”. Seguramente nuestra cara de sorpresa fue evidente y dijo: “si, el compañero del Che”. Pero además hay otra coincidencia histórica: no sólo la operó el hijo de Inti Peredo, lugarteniente del Che en Bolivia, sino que la operación se realizó el 8 de octubre, fecha en que se conmemora el día del guerrillero heroico recordando la muerte del Che Guevara.
Hoy, cuando conmemoramos el 16 aniversario de la muerte de Gladys, vemos con alegría y optimismo que su lucha contra las injusticias por un mejor destino para los trabajadores y trabajadoras de nuestra patria, por un país más inclusivo, por el respeto pleno a los derechos humanos, por garantizar los derechos legítimos de nuestros pueblos originarios, su figura se agiganta en las manos y hombros de los que luchamos por más justicia social.
Cuando se desprestigian -como lo están hoy- las instituciones y los referentes políticos negocian sus privilegios a espaldas del pueblo, su ejemplo de consecuencia, consistencia y ética da más razón a la lucha que encarnó por un futuro mejor para las nuevas generaciones. Su combate por lograr una nueva sociedad, con el socialismo como el sistema que superará al capitalismo salvaje y que hoy representa excelentemente el modelo neoliberal que tantas vidas ha cobrado desde su instalación por la dictadura, hacen hoy más vigente su pensamiento.
La idea matriz siempre impulsada por Gladys, de consagrar la unidad de las fuerzas políticas con las que coincidimos en el ideario socialista hasta aquellas fuerzas de carácter socialdemócratas, siempre y cuando permitan avanzar en mejoras sustanciales de derechos para los y las trabajadores, en una participación real y deliberación de la ciudadanía, se hace presente en este contexto de lucha contra los poderosos. El partido Comunista, siendo un instrumento de la clase trabajadora para la transformación social, tiene la obligación de preservar siempre el carácter de clase de éste, pues en ello se concentra la fuerza para defendernos de una élite que quiere todos los derechos y riquezas para sí mismas.
Hoy la figura de nuestra Gladys trasciende al partido Comunista y está creciendo fuertemente en la conciencia social que se niega a seguir sometida por los de siempre. Hoy vemos que su presencia se agiganta frente a la demanda de millones de jóvenes, hombres y mujeres al grito de “Lucha como Gladys”. Esta lucha será -sin ninguna duda- hasta que la dignidad se haga costumbre.
¡Gladys Marín presente, ahora y siempre!
Por Manuel Hernández Vidal
Santiago de Chile, 5 de marzo 2021
Crónica Digital
