Por Marcel Garcés Muñoz
A diez días de una de las derrotas más abrumadoras del gobierno del presidente Sebastián Piñera en el plebiscito constitucional del 25 de octubre, La Moneda sufrió otro desastre político: la aprobación inicial en la Cámara de Diputados de la acusación constitucional contra el jefe de su gabinete de ministros, Víctor Pérez, que precipitó su renuncia, tras 90 días de ejercicio.
Se trata de un castigo político tanto a la arrogancia del Gobierno, como a las pretensiones mesiánicas del Presidente que pretende pasar a la historia como el exitoso político que pone fin a la transición post dictadura, y creador de un nuevo Chile, que combinaría éxito económico, protagonismo internacional, y refundacionismo institucional.
Pérez tenía la misión de lograr la unidad y de liderar al bloque político del gobierno, Chile Vamos, disciplinar a sus parlamentarios y a sus directivas, con vista a los próximos desafíos electorales (Constituyentes, Gobernadores y Alcaldes, Consejales) y conformar el bloque para mantener a la Derecha en La Moneda.
Lo cierto es que esa era la tarea estratégica asignada ( no está claro, si con la venia del Presidente Piñera) por la presidente de la UDI, Jaqueline van Rysselberghe, ( en alianza con su socio y extremista de derecha, José Antonio Kast) al ahora ex ministro del Interior, Víctor Pérez, y que por lo visto no alcanzó a cumplir en los 90 días que encabezó el ministerio y la “guerra” de la Araucanía y contra los manifestantes de la Plaza de la Dignidad.
Pero la pretensión de ser un oasis” en una región invadida por el “populismo”, un modelito eficiente, digno de admiración universal, y sobre todo digno de imitar, no solo nubla la ambición, ( a veces, a algunos, “los árboles no dejan ver el bosque”) sino que constituye un espejismo que no solo nubla un razonamiento objetivo de la realidad, como una pretensión mesiánica y ridícula a nivel global.
Al Mandatario le han hecho creer, sus consejeros y asesores del segundo piso, pero también su irrefrenable ambición de pasar a la historia, que su figura concentra un supuesto “triunfo” político y personal con los resultados del plebiscito del 25 de octubre.
La carencia de sentido analítico, de autocritica, y de incapacidad de gestión, para enfrentar, la realidad, imperante en el Segundo Piso y en el Gabinete Presidencial, le ha hecho hacer suya la falacia que el 20 por ciento a que llegó el “Rechazo”, vendría a ser lo mismo que el 80 por ciento de preferencias por el “Apruebo”.
Es decir que fue la estrategia obstruccionista, antidemocrática, la estrategia del terror de La Moneda y su coalición de gobierno, con un mísero 20 por ciento de aprobación vale más, que un 80 por ciento del Apruebo a una nueva Constitución, que fue el mayor rechazo ciudadano- político y social a su modelo neoliberal, a su política antidemocrática y su práctica oligárquica.
Esta falta, de ya no de un cálculo matemático elemental, sino de sentido común, ha llevado al Gobierno y al Presidente Sebastián Piñera, a un nuevo precipicio político, a un nuevo desastre para su credibilidad y para el respeto mínimo al que puede aspirar un gobierno y un Jefe de Estado.
La virtual defenestración de su Ministro del Interior, jefe político de su gabinete de Ministros, el ex Senador Víctor Pèrez, cuyo curriculum, lo ubica como Alcalde designado por el dictador Augusto Pinochet, defensor del campo de concentración y torturas, o campo de exterminio de patriotas democráticos bajo la dictadura de Pinochet (Villa Baviera) fue un golpe brutal a la imagen y a la estrategia represiva de La Moneda.
Claramente La Moneda dejó caer a Pérez, cuya actuación parecía obedecer al modelo represivo en el ministerio del Interior, tanto en torno a la represión al pueblo mapuche, como a los manifestantes a lo largo del país, tras octubre de 2019, respondía a una estrategia de la UDI y su presidenta Jacqueline van Rysselberghe,( que obviamente el presidente dejó hacer) y del pinochetismo y bandas neofacistas, que sacaron las garras, y que parecen inspirarlos.
El uso de soplones, torvos y torpes “agentes infiltrados” en las poblaciones y manifestaciones populares , “provocadores” implantados en las barricadas y movimientos callejeros por los servicios de “inteligencia” policiales y hasta militares, que los chilenos reconocen en los años de la dictadura de Pinochet, no parecen ser ejemplos del “diálogo”, de la política de “acuerdos”, proclamados por el presidente Piñera y algunos ministros ”dialogantes”.
Es decir la caída de Pérez, es también la derrota de una política terrorista, provocadora y miserable, aplicada por una estrategia violentista, que busca la confrontación con la ciudadanía, con las organizaciones de estudiantes, de pobladores y de mujeres, para justificar la represión, la agresión y hasta el asesinato contra el pueblo.
En esta situación, los ciudadanos deben mantenerse sólidos y alertas a sus principios y demandas, y la serenidad frente a las provocaciones y amenazas de la derecha, que obviamente está dolida por las sucesivas derrotas que está sufriendo.
Y sobre todo, mantener sus objetivos políticos democráticos.
Sobre todo, se trata de lograr la unidad de propósitos, elegir una mayoría de constituyentes progresistas y determinados a acordar y aprobar una Constitución Política que garantice un estado social y democrático de derechos, que garantice una salud y una vejez digna con pensiones justas, un trabajo decente y sindicatos fuertes, una democracia con igualdad de género, el reconocimiento de los pueblos originarios, que garantice una educación gratuita y de calidad como un derecho social y no como mercancía, viviendas digna y uso del suelo para el interés general, derecho al goce de la naturaleza y a un ambiente sin contaminación, y una institucionalidad de autoridades sin privilegios, donde la honestidad y el servicio público sean el sentido de su trabajo.
Tenemos mucho por hacer, y no hay tiempo que perder.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 3 de noviembre 2020
Crónica Digital