Por Marcel Garcés
La conmemoración masiva pacífica del primer aniversario del 18 de octubre de 2019, que marcó le eclosión del malestar ciudadano contra el gobierno y el modelo neoliberal impuesto mediante por la dictadura y la Constitución de Pinochet, fue la ocasión para que los ciudadanos recuperaran su protagonismo en el escenario político social del país.
Decenas de miles de personas en la Plaza de la Dignidad, y las diversas comunas de la Región Metropolitana y del país, celebraron,, desafiando el ambiente de guerra sicológico con que La Moneda intentó frustrarla, el acontecimiento el acontecimiento social, político y humano que generó un cambio político y social que recogió el sentimiento colectivo de protesta y rechazo al modelo neoliberal y obligó-contra su voluntad- a la élite instalada en La Moneda, a reconocer la demanda de iniciar el proceso de cambio constitucional cuyo hito inmediato es el plebiscito de este domingo 25 de octubre.
El camino a la Nueva Constitución es nuestra tarea y nuestra responsabilidad de hoy
La masividad, la tranquilidad, la alegría y creatividad de las decenas de miles de ciudadanos que este año inundaron una vez más la Plaza de la Dignidad hizo fracasar el ambiente de “ guerra civil” montado por la propaganda de La Moneda, de la derecha política y económica, que una vez más intentó desnaturalizar las demandas y anhelos de la mayoría nacional, de profundizar la democracia, de defensa de los derechos humanos, de generar una Constitución acorde con las demandas sociales, económicas, laborales, culturales de los chilenos.
Pero una vez más se frustraron los objetivos del permanente discurso oficial de criminalizar las demandas populares, y acusar a los trabajadores, a los jóvenes, a los pobladores, a las mujeres, a los artistas, de ser violentistas, extremistas, terroristas, dividiendo a los chilenos, como en tiempos de la dictadura de Pinochet, entre buenos y malos chilenos, entre patriotas y antipatriotas, entre partidarios del llamado “Orden Social” y los “violentos”.
Pero la realidad es que los hechos de violencia desatados por grupos absolutamente minoritarios, con el incendio de dos iglesias del sector donde los chilenos se manifestaban ordenadamente , y cuyos instigadores podrían ser perfectamente infiltrados de los servicios de inteligencia militares y policiales , encajan perfectamente en el diseño del guión de violencia expuesto en los discursos del ministro de Interior, Víctor Pérez, de su subsecretario, Juan Francisco Galli, de dirigentes políticos de la derecha, los grupos neofascistas, y de hasta de jefes policiales y militares.
Como en una especie de coro, cada cual jugó un rol específico y coordinado, generando un clima de amedrentamiento masivo, de inseguridad y temor, para que luego los reales “violentistas”, es decir los “ejecutores”, infiltrados en sectores populares por los servicios de inteligencia oficiales, pusieran la bomba incendiaria, asaltaran impunemente iglesias, negocios, autobuses, unidades policiales y efectivos-para luego, siguiendo con el guión, lanzar nuevas declaraciones “indignadas” o “dolidas”, con una amplia y machacona amplificación mediática y retórica, nuevas acusaciones, nuevas amenazas, y frases hechas y repetidas hasta el cansancio, desde las pantallas de la TV y las emisoras radiales y la prensa escrita, hasta operaciones represivas y detenciones.
Pero los hechos son inobjetables: los incendiarios de este domingo, actuaron de manera impune, se les permitió actuar, y algunas patrullas policiales que estaban en el sector, dejaban hacer, sin ninguna medida de contención, en una evidente actitud de “mirar hacia el lado”, retardando deliberadamente su acción de prevención ,lo que constata la planificación y coordinación entre quienes los que generaron previamente el clima ambientador y los que ejecutaron los actos de violencia , “necesarios” para justificar la represión, dejando las manos libres de los hechores, que estuvieron horas cumpliendo su papel provocador.
Lo cierto es que está en la retina de la Opinión Pública, la acción del carabinero infiltrado en Peñalolén incitador de un ataque incendiario al cuartel policial del sector, en busca quizás de alguna víctima mortal; el descarado reconocimiento del amedrentamiento ejecutado por el minisro de Interior, Víctor Pérez, contra la Fiscal Ximena Chong, secuela evidente de la investigación de la funcionaria judicial, a la actuación del carabinero, Sebastián Zamora, culpado del lanzamiento al rio Mapocho del joven Antonio Araya, de 16 años, el merodeo del Teniente Cortonel de Carabineros, Freddy Velásquez frente al domicilio de la Fiscal Chong en franca acción de amenaza y matonaje amedrentador; la participación de efectivos de la FACH, en atentados en Temuco hace una semana; la participación de un marino de la base aeronaval de Concón, en las barricadas frente a la Iglesia San Francisco de Borja, ( de Carabineros), desde donde partió el ataque incendiario de este domingo 18 y la muerte, el 20 de octubre, del joven ecuatoriano, Romario Veloz, en La Serena, de la cual es sindicado como responsable el capitán de Ejército, José Faúndez Sepúlveda, a quien se le imputan “violencia innecesaria, con resultado de lesiones graves . homicidio simple y lesiones graves en calidad de autor y grado consumado”.
Se trata de hechos descarados, públicos, “violentos”, terroristas, que al ser reconocidos y justificados desde las autoridades policiales y gubernamentales, confirman una estrategia de “guerra sucia” y terrorismo contra la sociedad, desarrollado desde las más altas esferas del poder y la utilización de una metodología copiada del hampa, y de los aparatos criminales de la dictadura de Pinochet.
El uso de “infiltrados” o “agentes encubiertos”, en realidad, “soplones” o instigadores o provocadores, como lo fue el “Guatón Romo” bajo Pinochet, que termino torturando y asesinando patriotas, demócratas, significa que nuevamente se trata a los chilenos simplemente de “enemigos”
En cualquier caso, la responsabilidad está en el Gobierno, en los Altos Mandos institucionales, en los reglamentos, “protocolos de operación”, o un adoctrinamiento que considera a los civiles, es decir a los ciudadanos, de “enemigos “ en una “guerra interna” en desarrollo, y a las legítimas demandas sociales , como actos de la delincuencia, lo que fracturó a la sociedad chilena y justificó los crímenes de la dictadura de Pinochet, las Fuerzas Armadas y la Derecha política, de 1973 a 1990.
Puede que no falten en esos grupos actuantes, personas que creen que el terrorismo- que no es lo mismo que la violencia o la fuerza del cambio social- puede generar cambios sociales profundos, permanentes, o que el terror engendra ámbitos de justicia social, democracia, progreso. Y habrá quienes, también busquen aprovechar la situación para el ejercicio de sus negocios de tráfico de drogas, corrupción, y otras formas de delincuencia.
Precisamente grupos de ese tipo son campo fértil para la provocación, la infiltración, el aventurerismo, la siembra de incertidumbre, de temor público, y la inseguridad, que en definitiva también conducen a la inacción, a la falta de perspectivas, y boicot a la creación de ánimo social de lucha, de reconocimiento que la organización y la conquista de las mayorías, los derechos humanos, la conciencia y el humanismo, son el los principios para avanzar con fortaleza en la conquista de la conciencia de las masas, atrayendo a la ciudadanía, a las generaciones jóvenes, en un futuro de realizaciones personales y colectivas.
De todas formas, quemar una iglesia, asaltar un negocio, robarle a las cadenas comerciales televisores de alta gama, no constituyen actos revolucionarios, y solo cumplen con el objetivo dado por los “infiltrados” y sus mandantes, la Derecha, los servicios de inteligencia´, para justificar, la persecución a los luchadores sociales, y la criminalización de las legítimas demandas de los trabajadores, las mujeres. los jóvenes, los pueblos originarios, los pobladores, los sectores de la diversidad sexual, los pobres. .
Hay que poner atención en estos hechos que a veces e históricamente acompañan, desde la marginalidad, las luchas sociales y políticas, aprovechando las circunstancias, y ambientando la represión, el fascismo, las acciones insurgentes y criminales de la derecha violenta.
Claramente la tarea de hoy es avanzar en el proceso constituyente, cuya expresión es este 25 de octubre, el Apruebo y el voto por la Asamblea Constituyente.
Cualquier otra actitud, boicotear, sabotear, desacreditar o desviar de estas tareas patrióticas, justas y urgentes favorece la estrategia del Rechazo, de los herederos de Pinochet, de la Derecha política, social y económica.
En definitiva, la falacia de una contradicción entre violencia y el despertar social, las demandas ciudadanas, esgrimida por los enemigos del cambio, del progreso, de una nueva constitución para Chile, lo que busca es criminalizar, frustrar y eludir las demandas sociales, impuesta con millones de chilenos en las calles y plazas del país, a partir de octubre de 2019.
Hoy vuelve a ser utilizada para impedir la voluntad popular, desacreditar las justas demandas de los chilenos y chilenas, la defensa de los derechos humanos y sociales y sabotear los resultados del plebiscito del 25 de octubre o dinamitar el funcionamiento, la discusión y las resoluciones que se produzcan en el órgano constituyente que sea elegido por los ciudadanos.
De esto es de lo que se trata en la batalla del 25 de octubre, entre el “apruebo” una nueva Constitución y que ella sea responsabilidad, facultad, derecho de los ciudadanos, a través de la Convención Constitucional.
Entonces, hay muchas tareas por delante para los demócratas , los patriotas chilenos.
No puede La Moneda, la Derecha, después de una guerra inventada, una estrategia de la confrontación ficticia, contra “fuerzas del mal”, que solo existían en su afiebrada imaginación antidemocrática. pretender que su estrategia de contención de la violencia tuvo éxito. En la realidad fue la responsabilidad social, la vigilancia de los ciudadanos, y su determinación de no dejarse engañar ni provocar la que frustro las provocaciones de los “infiltrados”, e impidió a los estrategas del segundo piso de La Moneda, y los órganos de seguridad a inteligencia estatales y de las Fuerzas Armadas y de Orden, montar la provocación que estuvieron preparando durante semanas, contra las fuerzas democráticas y contra el plebiscito del 25 de octubre que es la batalla decisiva de hoy por una nueva Constitución.
Los Altos Mandos de Carabineros , de los servicios de inteligencia policiales y militares y de La Moneda, los grupos de poder empresariales y políticos antidemocráticos instalados en La Moneda y las organizaciones empresariales y políticos de las oligarquías derechistas, deberán responder por sus actos conspirativos y sus estrategias antidemocráticas.
Y el gobierno, La Moneda debe entender que también debe responder por su política agresiva. La oportunidad es ahora, este 25 de octubre, votando por el Apruebo y la Convención Constitucional. Y derrotar la violencia oficial, la política del terror con que pretenden amedrentar a los ciudadanos.
El 25 de octubre, mediante el ejercicio de concurrir masivamente a votar en el Plebiscito Constitucional- por el Apruebo y la Convención Constitucional- es la oportunidad de propinar una derrota a los violentos, a los infiltrados, a los represores, a los enemigos de la Nueva Constitución, y del fortalecimiento y ampliación de la democracia en Chile.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 21 de octubre 2020
Crónica Digital