La solidaridad internacional desplegada por Cuba, fundamentalmente durante los últimos 60 años, es imposible de ocultar, no importan los recursos que se pongan en función de ello. Esa verdad, sin embargo, ha de ser entendida como el proceso que es dentro del universo de valores que caracterizan al pueblo de la Mayor de las Antillas; de lo contrario, se corre el riesgo de apreciarlo como una construcción, ajena al sentir de las masas populares, que es precisamente lo que quieren los adversarios políticos del proyecto social de la isla caribeña.
El sentimiento solidario que albergan los cubanos hacia el resto de las naciones del mundo surge, en primer término, de la gratitud que sienten por quienes, nacidos en otras tierras, supieron dar su sudor, su sangre y hasta su vida por la emancipación de Cuba. Llegados de todos los confines del planeta, sus aportes fueron tan significativos, que para los cubanos se mantienen vivos y actuales.
No es casual, por ejemplo, que el mayor general Máximo Gómez, dominicano de nacimiento, fuera reconocido como máximo jefe del Ejército Libertador en la Guerra de 1895, cargo que le fue ofrecido por el propio José Martí, figura indiscutible de la Revolución cubana en el Siglo XIX. Otros extranjeros ocuparon altas responsabilidades entre las tropas libertarias, como el mayor general Juan Rius Rivera, puertorriqueño; y los generales de brigada Henry Reeve, norteamericano, y el chileno Pedro Vargas Sotomayor.
Se calcula que unos 3000 extranjeros participaron en las guerras por la independencia cubana que se extendieron, con interrupciones, entre 1868 y 1898. Vinieron de 40 países, y once alcanzaron el grado de mayor general, el más alto del Ejército Libertador. Naciones como China, Polonia, Gran Bretaña, Francia e Italia; e incluso España, tuvieron representantes sumados a la causa de la independencia; en la que justo es destacar a los miles de hijos de Latinoamérica que levantaron las armas por una Cuba libre. Todo eso, sin mencionar los incontables hijos del continente africano que, liberados de su esclavitud, lucharon y murieron por la independencia.
La historia del apoyo internacional a la Mayor de las Antillas no se detuvo una vez obtenida la victoria sobre España, arrebatada por los Estados Unidos. Un venezolano, Carlos Aponte, cayó combatiendo al lado del revolucionario cubano Antonio Guiteras, en 1935. Numerosos mexicanos apoyaron al revolucionario cubano Julio Antonio Mella, en la década de 1920, y a los futuros expedicionarios del yate Granma, en la década del 50. En la propia expedición que redundaría en la definitiva liberación de Cuba, viajarían cuatro extranjeros, incluido ese referente mundial de la solidaridad que es Ernesto Guevara de la Serna, el Che.
Ese apoyo fue reciprocado a lo largo de los años por los hijos de Cuba. El pinareño Francisco Calderón murió al servicio de la independencia de Ecuador en 1812, y su hijo Abdón lo imitó en la Batalla de Pichincha, reconocido por su heroísmo por el mismísimo Antonio José de Sucre. Varios cubanos combatieron del lado independentista en Junín, Carabobo y Ayacucho. Un camagüeyano, Francisco Javier Yanes, estuvo entre los firmantes del Acta de Independencia de Venezuela. El posteriormente reconocido como Héroe Nacional de Cuba, José Martí, incorporaría la libertad de Puerto Rico como parte del programa político del movimiento independentista cubano.
Ese sentir amasado a lo interno del pueblo cubano durante más de dos siglos, cristalizó con el triunfo de la Revolución Cubana, el 1º de enero de 1959, y en la persona de su máximo líder, Fidel Castro. El proceso revolucionario elevó a política de Estado la solidaridad y el internacionalismo, que hoy son principios constitucionales. Desde entonces y de todas las maneras a su alcance, Cuba se ha puesto al servicio de los pueblos del mundo. Ya sea combatiendo al lado de los movimientos emancipadores, aportando maestros, médicos y personal calificado, o expresando apoyo a las causas justas en los escenarios de lucha diplomática, el comportamiento de Cuba ha sido siempre ponerse del lado de los históricamente excluidos, de los que las élites se empeñan en mantener silenciados.
Los ejemplos sobran. De África, donde las tropas cubanas escribieron durante 30 años brillantes páginas de heroísmo y contribuyeron a dibujar un nuevo orden regional, Cuba no sacó ni un solo diamante o un solo litro de petróleo. Los médicos cubanos en misiones por el mundo van allí donde los profesionales del país no llegan, y atienden a quienes, en no pocos casos, nunca antes habían visto una bata blanca. Maestros cubanos han educado en las más intrincadas selvas; y tantos jóvenes han estudiado en Cuba, mediante programas y becas financiadas por el Gobierno revolucionario, que la otrora Isla de Pinos, lugar que en un inicio concentró a la mayoría de ellos, fue rebautizada como Isla de la Juventud.
Todo ello demuestra que el comportamiento solidario de Cuba es una característica intrínseca de su pueblo que se convirtió en principio activo de la nación, y no una imposición para satisfacer intereses espurios, ajenos a las grandes mayorías. En el mismo sentido, las mentiras que al respecto lanzan los adversarios políticos de la Revolución Cubana no persiguen ni defender al pueblo, ni evidenciar la verdad; solamente pretenden socavar la proverbial resistencia cubana y el apoyo internacional. Sus autores no han presentado, porque no pueden, una sola prueba creíble para solventar sus afirmaciones. No les interesa. Su única misión es generar un estado de opinión negativo contra una de las principales fortalezas de Cuba, en su dimensión internacional.
La más reciente muestra del fracaso de esas calumnias es el apoyo de 170 países a la candidatura de Cuba al Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Pensando sobre todo en los pueblos, la Mayor de las Antillas seguirá colaborando con todo lo que tiene, nunca sólo con lo que le sobra. Al decir de Fidel Castro, Revolución “… es defender valores en los que se cree, al precio de cualquier sacrificio…”, y Cuba cree en la solidaridad.
Por Julio César Valdera Morales
Abogado y Periodista cubano
La Habana, Cuba
Crónica Digital
Santiago de Chile, 19 de octubre 2020