Rusia busca hoy una cura efectiva para heridas abiertas en la región pos-soviética que pueden sangrar inesperadamente, como en el caso del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán en torno al enclave de Nagorni-Karabaj.
Su mision conciliadora la asume no solo como estado nacional en particular, sino también como copresidente del Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), creado en 1992 con el fin de encontrar una solución negociada a un conflicto que data de 1988.
La mediación del citado grupo, que escogió a Minsk como capital para reuniones en territorio neutral, como mismo ocurrió en el caso del conflicto en la región hullera de Donbass, en Ucrania, incluyó varios documentos, uno de los cuales se pactó, finalmente, en Madrid, en 2007.
Ese documento describió a grandes rasgos los principales aspectos que debían formar parte de la solución de un conflicto, aunque en 2010 se emitieron otros anexos más específicos.
La avenencia de Madrid incluye la devolución del control de Azerbaiyán de los territorios alrededor de Nagorni-Karabaj, la formación de un corredor entre Armenia y ese enclave, así como la definición del estatus de esa región en un referendo.
Además, el documento madrileño estipula el regreso de refugiados y desplazados a sus antiguos lugares de residencia y las garantías de seguridad a nivel internacional en esa zona.
En abril de 2016, se registró un conflicto armado similar al que finalmente se le pudo poner fin en ese mismo mes. Pero desde el 27 de septiembre último se reanudaron las acciones bélicas, esta vez a gran escala y con uso de armamento pesado.
La actual etapa incluye un apoyo de Turquía a Azerbaiyán en la confrontación armada, pero también una visible unidad entre los copresidentes del Grupo de Minsk, es decir, Francia, Estados Unidos y Rusia, por encima de las grandes diferencias entre ellos en otros temas.
Moscú fue objeto de sanciones esta semana por parte de Washington, París y otras capitales europeas por el supuesto caso de envenenamiento con un arma química contra el bloguero opositor Alexei Navalny, algo que nadie en Occidente ha podido probar.
De hecho, Alemania se niega a colaborar con la justicia rusa, pues Navalny enfermó de gravedad y fue tratado con urgencia en un hospital de la provincia de Omsk, antes de ser llevado a una clínica en Berlín.
Lo cierto es que en el tema del conflicto de Nagorni-Karabaj, Rusia, Estados Unidos y Francia, lograron acordar una declaración que llama al fin inmediato de las hostilidades y al inicio de un diálogo, sin condiciones previas.
Otro tema que dejó a un lado las diferencias con Occidente fue en el reconocimiento por Washington, Moscú y París de la existencia en Nagorni-Karabaj de grupos extremistas provenientes de la zona de conflicto en Siria y Libia, de lo cual responsabilizan a Ankara.
A su vez, el presidente azerí, Iljam Aliyev, quien reconoció el importante papel de mediación de Rusia en el conflicto, acusa a Armenia de utilizar a mercenarios y grupos armados extremistas en los combates.
Rusia cumplió el pasado 30 de septiembre cinco años del comienzo de su apoyo con la aviación de combate de operaciones para eliminar en Siria los grupos terroristas como el movimiento Estado Islámico (EI).
Moscú dio inicio a una verdadera operación de eliminación del EI y grupos aliados en Siria, a diferencia de las acciones de una coalición internacional liderada por Estados Unidos, que lejos de destruir esas formaciones terroristas, más bien parecían reforzarlas y pertrecharlas.
Pero tales esfuerzos, como afirmó en su momento el presidente Vladimir Putin, no solo fueron para salvaguardar la independencia e integridad de Siria, sino también para tener allí una línea cercana al combate temprano contra el terrorismo para evitar su actuación en este país.
La aparición de formaciones irregulares extranjeras en Nagorni-Karabaj, en una región mucho más cercana a Rusia, podría significar, como afirman expertos del diario digital Vzgliad.ru, nuevos riesgos y retos para Moscú.
Por ahora, Rusia mantiene un contacto permanente con los gobiernos de Armenia y Azerbaiyán para tantear una solución negociada.
El esfuerzo de sentar a la mesa de negociaciones a Ereván y Bakú parece ser una tarea complicada, aunque no precisamente imposible. Pero por ahora solo hablan los obuses en la zona de conflicto del enclave montañoso de Nagorni-Karabaj.
Moscú, 3 de de octubre 2020
Crónica Digital/PL