Por Marcel Garcés Muñoz
Con toda la razón del mundo la ciudadanía celebró la noche del jueves 23 de julio la derrota de quienes – gobierno, AFPs, la prensa subordinada y sus escuderos en el Senado- pretendieron negar el derecho a los trabajadores chilenos depositantes de los fondos previsionales de recuperar un 10 por ciento de sus ahorros para enfrentar las necesidades de miseria, hambre, cesantía, enfermedad y falta de perspectivas, resultantes del modelo neoliberal implantado en el país por la dictadura de Augusto Pinochet y sus cómplices de la Derecha política y económica, y agravado hasta un límite insoportable por la tozudez del gobierno del presidente Sebastián Piñera y la pandemia.
La reacción de alegría colectiva por el triunfo democrático y la aprobación en el Senado, el jueves 23 de junio y con una abrumadora mayoría, de la oposición y con decisivos votos del oficialismo (como antes lo fue en la Cámara de Diputados) de la reforma constitucional que aprobó el retiro del 10 por ciento de los fondos, fue el corolario lógico a una lucha de años de los sectores democráticos y populares en contra del sistema neoliberal implantado por la fuerza de las armas por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), y mantenido hasta ahora y que tuvo un hito histórico en octubre de 2019 con la expresión de protesta nacional y de rechazo al modelo en el llamado “estallido social”.
Con toda la razón del mundo, los chilenos celebraron el triunfo en las calles, plazas populares, en los edificios, en sus casas, con las ventanas abiertas y el corazón henchido de esperanzas, y la satisfacción del reencuentro colectivo, con todas las legítimas expresiones de alegría colectiva: caceroleos, manifestaciones relámpago, vitoreos, bailes, aplausos.
El parlamento dio además, en estos días, muestras de la defensa de sus prerrogativas constitucionales, y de haber escuchado las demandas ciudadanas, como el rechazo al veto de Piñera al proyecto que prohibía el corte de servicios básicos, y el haber advertido a La Moneda, de la inviabilidad de recurrir al Tribunal Constitucional o al veto presidencial para entorpecer la aprobación del retiro del 10 por ciento.
Indudablemente la historia reconocerá estas últimas semanas como una derrota indesmentible de la Derecha Política y su gobierno, encabezado por el magnate Sebastián Piñera, y del modelo político y económico neoliberal.
Una encuesta de Plaza Pública, de la consultora Cadem, cercana a La Moneda, no ha podido sino reconocer que el apoyo a Piñera ha bajado a un 16 por ciento en las últimas semanas, mientras que un 74 por ciento del universo consultado rechazan su gestión.
Por lo mismo los sectores democráticos- la centro izquierda y los liberales que aún permanecen en las fronteras de la derecha- deben tener en cuenta de que los intereses económicos, políticos, e incluso militares, nacionales e internacionales, impiden de buenas a primeras, al gobierno y sus mandantes aceptar y entender, y mucho menos respetar, las demandas democráticas, de las mayorías nacionales.
El propio Presidente Piñera ha actuado como si nada hubiera pasado en el escenario chileno cuando declaró el jueves 23, sin mayor sentido de autocrítica, y con desprecio arrogante y soberbio para el segundo poder del Estado y por la opinión generalizada de la ciudadanía, que “no siento que uno experimente una derrota cuando lucha con convicción por lo que cree que es lo mejor para Chile. No siempre lo que uno cree es lo mejor para el país es lo que se aprueba en el Congreso”.
La altanería- y una grosera manipulación mediática, le impide al Mandatario- al que uno podría suponer un mediano manejo de la gestión de crisis- reconocer la derrota política, su desconocimiento o rechazo a la realidad política y social, y una percepción de la realidad ajena al enjuiciamiento y rechazo de la ciudadanía.
Y luego ha seguido con una agenda de actos mediáticos- como el aumento de sanciones punitivas a los que ataquen a los Bomberos- en busca de apoyos “sociales” y otros anuncios de “iniciativas” políticas y legislativas “robadas” sin escrúpulos, a la oposición e incluso al gobierno de la presidenta Michelle Bachelet.
Resulta extraño que los que. a propósito de la discusión del retiro del 10 por ciento de los fondos previsionales, amenazaron al país con un caos financiero en la AFP, en una maniobra propia de la guerra sicológica del terror, que justificó el Golpe del 11 de septiembre de 1973, y sus crímenes, hoy intentan dar muestras de buena conducta.
Conviene estar alertas.
No hay que olvidar que amenazaron con recurrir al Tribunal Constitucional, al Veto Presidencial, a incluso a un plebiscito, y al “ruido de sables”, para imponer su arbitrariedad y sobre todo, el desconocimiento a la voluntad legislativa que recogió la demanda nacional.
La votación en el Senado y en la Cámara de Diputados es un triunfo de la justicia de la demanda, apoyada por un 82 por ciento de los ciudadanos, según la encuesta Cadem, al mismo tiempo que una maduración política de una mayoría de senadores y diputados, que también derrotaron la prepotencia presidencial, las arteras presiones y chantajes desde La Moneda, las abiertas amenazas y hasta conspirativas contra la institucionalidad democrática.
Porque lo que se celebró también fue la fortaleza de la lucha de la calle, del pueblo organizado, la unidad lograda en la base social, que mantuvo durante meses una coherencia, una persistencia que actuó como detonante de la expresión épica de la calle, de sus esperanzas, de sus demandas y objetivos, un aprendizaje que viene de la historia y que está en la razón de la lucha de masas, de las demandas históricas de progreso social.
La enseñanza de estos días, desde octubre del año pasado y en las últimas semanas es que la unidad, la serenidad de las masas y la firmeza de propósitos, y la coherencia democrática, los acuerdos en los rumbos fundamentales y objetivos políticos y sociales claros, han hecho posible la victoria, y el aislamiento de los defensores de las injusticias, del robo no solo de los ahorros previsionales, sino de las libertades, de los derechos democráticos, de la vida y el porvenir de los chilenos.
El camino de la unidad y la lucha está abierto. La cuestión es aunar las voluntades para el propósito.
Por ahora, la pelota está en nuestro campo.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 26 de julio 2020
Crónica Digital
