Por Marcel Garcés Muñoz
Cuando el balance oficial sobre el estado del país, sometido al flagelo del Corona Virus, que reconoce un total de 761 fallecidos al domingo 17 de mayo y una cifra record de 4.895 diagnosticados con la pandemia, con 1.135 en la UCI, 989 en ventilación y 22 en estado crítico,(las cifras crecen día a día)el ministro de Salud, Jaime Mañalich, sale a responsabilizar a los chilenos de las consecuencias de la incapacidad de gestión del Estado en la lucha contra la pandemia.
En una versión mas pulida de su tendencia a culpar a los ciudadanos de incremento del COVID-19, sobre todo en Santiago, el ministro sostuvo el domingo 17 de mayo, en una comparencia en un ciclo de conversaciones en el programa “En Persona” producido por la empresarial Icare y Emol TVn, que “puede ser que el invierno, que la temperatura haya caído un poco y haya influido, pero en definitiva no logramos una consonancia con la ciudadanía en la que la mayoría adhiriera voluntariamente, como ocurre en países de otro tenor cultural y con otra valoración del Estado”.
Es decir, de lo que se trataría es que la autoridad no logró una “consonancia”, con la ciudadanía, es decir no fue escuchada, o la gente no entendió o no quiso obedecer, por un problema de “tenor cultural”, las disposiciones, órdenes, del presidente, del ministro, o sea de “la autoridad”.
(O sea, según un pensamiento elitista de la “clase alta” local, o sea de la siutiquería criolla, a la cual no pertenece por esencia el ministro, pero a la que trata de asimilarse con entusiasmo digno de mejor causa, llevada a un racismo ramplón pero que se expresa en un despectivo y clasista seudo humorismo ramplón: “la raza es la mala”).
Dicho sea de paso, el desprecio por el pueblo, por la oposición, por el derecho ciudadano a tener una posición crítica, y por qué no, desconfianza en el gobierno y su capacidad tanto como en su sinceridad de propósitos en relación a la democracia y su institucionalidad y al derecho humano a disentir, e incluso rebelarse contra la tiranía, es un dato a tener en cuenta en la valoración de los llamados a un supuesto diálogo que con cierta periodicidad se proclama desde La Moneda.
Esto último a propósito de la última convocatoria presidencial en estos días a un ¡Gran- Acuerdo Nacional-Gran (con la “pistola en mano”) propuesto por el Presidente Piñera, abrumado, parece- por la crisis social, económica, sanitaria desatada, aunque manteniendo su discurso represivo y la exclusión manifiesta de las fuerzas políticas y sociales que no se subordinen a su modelo neo liberal.
Según reconoció Mañalich, la realidad es que no solo hay irrespeto por la autoridad, desconfianza, o rechazo, sino que, afirmó, que “el problema que nosotros tenemos (en Chile), tolerancia social (quizás quiso decir “intolerancia social, que el practica frecuentemente), por las circunstancias que vivimos el 18 de octubre, por la radicalización del diálogo político. O por las dificultades de representación, porque yo dudo de lo que tu dices, en fin… no hay espacios”.
Y agrega, seguramente en un lapsus que devela su íntimo pensamiento:”En ese contexto, yo asumo responsabilidad en ello. Tal vez nos calmamos un poco, fuimos menos obsesivos, DEJAMOS DE ASUSTAR A LA GENTE (subrayado por nosotros), le dijimos ’no se preocupe, la primavera ya llegó”.
Si desciframos la idea expuesta en el lenguaje deliberadamente confuso del ministro, otra vez son “los otros” los responsables.
A pesar de que en la realidad del escenario político del gobierno Piñera, jamás La Moneda, sus partidos y sus voceros han practicado el diálogo político, con quienes deben hacerlos es con la oposición, con las organizaciones sociales, con la partidos y los ciudadanos, hasta que el 18 de octubre de 2019, estalla el malestar social.
El gobierno del presidente Piñera y de la Derecha política y económica se ve forzado a reconocer las razones de una protesta largamente larvada en las masas y por cierto no solo bajo el gobierno de los empresarios y la Derecha.
Solo entonces afirmaron haber reconocido el malestar de la gente y estar dispuestos a escuchar “la voz del pueblo”, Pero como se podía prever y suponer, todo quedó en una retórica mentirosa, populista, demagógica y oportunista.
Lo que sucede es que el gobierno del presidente Sebastián Piñera y la Derecha política y empresarial, y sus aparatos de “guerra sicológica y “propaganda del terror”, lo que siguen pretendiendo majaderamente, aún hoy, es que el 18 de octubre el llamado “estallido social”, fue una especie de complot de “violentistas” extremistas y antipatriotas. Incluso afirmaron en un primer momento la estupidez que había cubanos, venezolanos, chinos, rusos, metidos, llevando la batuta en una trama conspirativa).
Con ello, quieren además de “criminalizar” las expresiones de legitima protesta ciudadana, y seguir impidiendo la expresión legítima de rechazo a sus ineficaces políticas, ya no solo contra la pandemia, sino su resistencia a entender y satisfacer las demandas sociales de justicia social, de mayor democracia, y sensibilidad ante el hambre, la miseria, la desigualdad que el coronavirus ha puesto en indesmentible evidencia.
Y de paso, pretenden eludir el hecho objetivo de las causas sistémicas del desastre político, económico y social del modelo neoliberal, que ha llevado a la miseria a Chile y su pueblo, y que ha sido develado por la crisis sanitaria, y cuya defensa a ultranza, acudiendo al salvataje financiero de las grandes empresas -con dineros de todos los chilenos- sigue aplicando el gobierno y su coalición derechista.
Para el sector gobernante en la actualidad, de lo que se trata es amenazar cualquier expresión de protesta y demanda social, que vendrá tras la crisis sanitaria actual y aprovechar el aparato policiaco represivo del Estado, que se están ejercitando para el control callejero, para reprimir por la fuerza de las armas la movilización social.
En este cuadro no solo cabe la desconfianza y resistencia en las verdaderas y aviesas intenciones del poder, sino una clara condena y una política activa de los ciudadanos a las maniobras antidemocráticas que se evidencian desde quienes circunstancialmente están en el poder.
Según los repetidos argumentos del vociferante secretario de Estado, convencido del rol de “comandante” al mando de esta supuesta guerra, y utilizando una retórica castrense del “ordeno y mando”, los ciudadanos son culpables del esparcimiento del virus, al no obedecer sus instrucciones, por ser “porfiados” e “irresponsables”.
Mañalich y La Moneda culpan a los ciudadanos, al pueblo, por sus incompetencias. Además lo desprecian como actores del escenario político y social.
Sin duda se requiere unidad en los esfuerzos colectivos por terminar con la amenaza del Covid-19 y para encarar sus dramáticas consecuencias económicas y sociales. Pero se debe hacer con la participación de todos los actores sociales, con generosidad sobre todo de parte de los más poderosos, pero teniendo en cuenta sobre todo los sacrificios y carencias que están sufriendo los más pobres, los trabajadores, las clases medias, la tercera edad, las mujeres, la generación joven.
Y sobre todo, menos represión y más solución a los problemas del presente y del futuro. Menos amenazas.
Ahí los queremos ver a todos, incluido al gobierno, los políticos, los empresarios, e incluso a las Fuerzas Armadas y las policías. Pero con los ciudadanos, el pueblo trabajador, las clases medias, los pequeños y medianos empresarios y grandes empresarios. En una gran mesa de coincidencias, de soluciones, de solidaridad, de respuestas.
¡Menos armas en las calles, menos balazos en las noches, más convicción democrática, participación social, solidaridad y justicia!
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodsita
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 27 de mayo 2020
Crónica Digital