Cada momento histórico pone al hombre una y otra vez frente así. Aquellos tiempos que se desarrollan bajo condiciones estables logran un tipo de sujeto comprensible desde cualquier perspectiva antagónica donde el hombre es el lobo de otro hombre, donde dado el caso, como selección natural, unos mueren, porque deben morir; otros, solo sobreviven, y una pequeña pero poderosa minoría vive, porque así han de ser las reglas que regulan y autorregulan el comportamiento de los seres humanos.
De esta forma, como algo dado, el ser humano se construye y de–construye, es y forma parte del mercado, es y forma parte de la competencia, es enajenado y forma parte de la enajenación. Pero hay otros momentos en ese devenir histórico donde aquello que era importante, ya no lo es tanto, donde pone al rico y al pobre frente a frente, tal vez no en la misma camilla, tal vez, no en el mismo hospital, pero si ante la misma tragedia, esa que reconfigura todo ser cuando algo tan valioso está puesto en juego: La existencia.
Que escriba sobre este tema no resulta casual, las horas que vivimos lo ameritan. Luego de la insistencia de algunos amigos, luego de los últimos acontecimientos vividos, se hace necesario, por no decir inevitable, que cada sujeto desde su espacio de actuación, brinde su pequeño aporte a la sociedad en la que vivimos, de esta forma, un músico por ejemplo, ofrece un concierto desde el salón de su casa, un médico atiende largas horas a los pacientes contagiados con el coronavirus aun sabiendo que su vida está expuesta, un ambulanciero traslada a los enfermos hacia el hospital, un policía paraliza el tránsito para que pueda pasar la ambulancia. Los periodistas más que vender la noticia, informan; los medios, trasmiten. Pero ¿Qué hay detrás de todo ello? Que una persona, desde su casa prenda una vela, o le grite al mundo, que ha de ser necesario continuar, que ha de ser necesario, resistir… ¿Qué hay detrás de todo ello? –insisto– ¿Cuál es la base de esta nueva forma de asumir la realidad?
Dado nuestros fines, el presente ensayo tiene como objetivo medular realizar un análisis del existencialismo como corriente de pensamiento que tiene su expresión más concreta en la Psicología, en la ya conocida, y justamente cuestionada Psicología Humanista, o como también se le conoce: “la tercera fuerza”. En tal sentido, concentraremos la atención en el miedo, que, según los existencialistas, es la base de toda existencia.
Más allá de profundizar en las doctrinas filosóficas, axiológicas y epistémicas, lo que se pretende es comprender a ese hombre, y como percibía el mundo, de esta forma las preguntas claves son: ¿Por qué surge el existencialismo? ¿Cuáles son las causas y condiciones que trajeron consigo ese surgimiento? y por último ¿Qué paralelo existe entre aquellos hombres que le dieron vida al existencialismo, con los hombres y mujeres de este tiempo, amenazados por el Coronavirus Covid–19?
El existencialismo es una de las doctrinas filosóficas contemporáneas que ha marcado la historia y el pensamiento de la cultura occidental. Su profundo carácter irracionalista es reflejo del espíritu de pesimismo y decadentismo de la ideología burguesa de principios del siglo XX y que de cierta manera con otros matices llegaría hasta nuestros días.
Heredera de las ideas filosóficas de Bergson y Nietzsche, e influidos por el método fenomenológico de Husserl, y con un gran imparto de la filosofía del danés Kierkegaard las ideas iniciales tomarían dicho curso, estableciéndose así, en dos espacios de poder en el orden de lo intelectual, como son, Alemania y Francia
Luego de la Primera Guerra Mundial desarrollada desde 1914 a 1918, y en la cual los alemanes, perteneciente a la triple alianza, establecida entre el imperio alemán y Austria–Hungría, salían derrotados, frente al triple Entente, formada por Reino Unido, Francia y el Imperio Ruso, el existencialismo tomaba fuerza en la nación germana. La derrota era la causa de la irritación y la depresión, cerca de 13 millones de efectivos formaban parte del ejército alemán, de ello, según las cifras estimadas, cerca de 2 millones de muertos y 4,2 millones de heridos sería el saldo correspondiente a tal aventura bélica.
Por si fuera poco, el triunfo de la Revolución Rusa en octubre de 1917, y con ello la creación de la Unión Soviética que aspiraba a la dictadura del proletariado con Lenin como principal precursor, encendía las alarmas en Europa, y Alemania no sería la excepción que, con la caída del Imperio, y la necesidad de pedir el armisticio que derivaría en el tratado de Versalles, junto a las vagas esperanzas en su futuro desquite y el desenfreno histérico de fascismo, que empezaba a ganar fuerzas, fueron la atmosfera política y espiritual en que emergió “la filosofía de la existencia”
Esas fueron las causas y condiciones a nivel general que desataron los fueros del existencialismo en una Alemania derrotada y herida, tal vez por ello, entre los distintos “modos de ser” encontraron en el miedo, su máxima expresión.
“Es el miedo a la nada, a la muerte, al no ser, el verdadero ser de la existencia, puesto que el valor cognoscitivo del mismo reside en que pone a la existencia frente a la finitud.” Ello es la esencia del existencialismo.
Uno de los pensadores más influyentes en tal sentido fue Martin Heidegger. Tal cual hombre de su tiempo, nacido en la década de los 80 del siglo XIX, militante del Partido Nacionalista Obrero Alemán, que surgió al calor de la cultura ultranacionalista de 1920, le tocó vivir y percibir la caída del imperio alemán, la creciente amenaza del colectivismo, la ideología del proletariado, y los retrocesos de la burguesía. En tal sentido su concepción filosófica es reflejo de ello, pues exalta al individualismo y desde allí, trata de resolver el problema de la vida humana, de ese individuo solitario, que ha de percibirse así mismo, de ese individuo que teme a la nada, al no ser, de esta forma, el hombre es miedo.
El hecho de que llegue a la conclusión de que el ser humano al adquirir consciencia de su nulidad, el hombre experimenta miedo, y en el miedo se le revela su existencia, idéntica a la nada, nos revela aun Martin Heidegger que propio de su momento histórico, anula a la sociedad y la necesidad de emanciparse, y por ende la contradicción entre clases sociales, oprimidos y opresores, porque para él y los existencialistas en general, la libertad solo se puede encontrar en lo más profundo de la propia existencia humana. Y es eso, precisamente eso, uno de los elementos rescatables del existencialismo y el paralelo inevitable entre aquellos hombres que le dieron vida a dicha concepción filosófica, con los hombres y mujeres de este tiempo, amenazados por el Covid–19.
Para ellos, la sociedad con sus costumbres ahogaba e incapacitaba al hombre para encontrarse consigo mismo, por ende, si el hombre es miedo y la sociedad aplasta toda individualidad imponiéndole al hombre, costumbres, ideas, ideologías, normas y valores, es a la sociedad a la que ese hombre debe imponerse, he ahí su tragedia, pero ¿y la nuestra? ¿Es el hombre, el otro, nuestro verdadero enemigo ahora que nuestra existencia esta frente a la finitud? ¿Cuál es nuestro papel? ¿Cuál es nuestro rol en esta sociedad global donde estamos insertados todos?
Bueno amigos, de algo estoy seguro, el Coronavirus Covid–19 se presenta como nuestra tragedia, como la crisis de nuestro tiempo, de esta generación. Las cifras hablan por sí solas. Al momento de escribir este artículo hay más de 18000 fallecidos con ideologías distintas, costumbres, valores, necesidades y motivos; la mayoría de países desarrollados. Covid-19 no preguntó color de la piel, nivel educacional, estrato social.
A Covid–19 no le interesó si el mundo se detiene económicamente, tampoco por la bolsa de valores y lo imprescindible del mercado. Pero si nos recuerda algo, una y otra vez, y es el hecho indiscutible que cada uno de nosotros, estamos cerca de la nada.
Todo lo que se haga de ahora en adelante debe sumar y no restar, multiplicar y no dividir, compartir con él, con los otros, trabajando sobre nuestros territorios comunes, más que exaltando aquello que nos diferencia.
El existencialismo emerge del miedo, del dolor, de la humillación, solo que ahora nuestros enemigos no son de carne y hueso, la verdad, nunca debieron serlo, por ende, si se debe odiar, ha de ser necesario empezar por nosotros mismos, por nuestro ego, que creyendo que nos salva, no hace otra cosa que limitarnos y dividirnos. Todo se resume a la siguiente idea:
“No hagas aquello que no quieras que te hagan.”
Si te preguntan –dile que sí– es la nueva forma de comprender el existencialismo.
Debemos sí, aspirar a una sociedad mejor, que inevitablemente conlleve aun individuo mejor, ahora que saludar es casi pecado, y trabajar otros de los males.
Comprender que siempre estamos cerca de la nada; ha de ser necesario para reconfigurar todo y a todos. El primer paso es encontrar nuestra libertad, el segundo, trabajar para que sea convergente con la de otros. Tal vez estemos en presencia de los primeros atisbos.
No son pocos los que ya han empezado aun sin saberlo, que te puedo decir; recuerdas aquel músico que ofrece un concierto desde el salón de su casa, o aquel médico que atiende largas horas a los pacientes contagiados con el coronavirus aun sabiendo que su vida está expuesta, o aquel ambulanciero que traslada a los enfermos hacia el hospital, o el policía que paraliza el tránsito para que pueda pasar la ambulancia, o esos periodistas que ahora informan más y venden menos.
Pero esa libertad no se alcanza de forma espontánea. El hombre no la encontrará solo en lo profundo de su ser porque, por sobre todo, la historia de la psiquis ha de ser la historia de su constitución. Ello nos habla de comprender al hombre como sujeto activo en proceso de transformación de sí mismo y de la sociedad.
Por último y no menos importante. No planteamos una sociedad ideal, sino la necesidad de una sociedad transformable, que no sea el miedo el reflejo de nuestra existencia, pero, en última instancia, si ha de ser necesario, que sea nuestra existencia, reflejo de nuestros miedos.
Por Danel Piñales Rivero. El autor es cubano, Licenciado en Psicología y Maestrante en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales.
La Habana, 27 de marzo 2020.
Crónica Digital.