En forma paralela, en París y en La Habana, fallecieron el 24 de marzo de 2020 el francés Albert Uderzo y el cubano Juan Padrón, figuras de reconocimiento internacional por su enorme labor en el universo de la narrativa gráfica y la ilustración, creadores de personajes entrañables como Asterix el Galo y Elpidio Valdés.
En Francia, Albert Uderzo era considerado todo un referente de la cultura francófona. Fue el coinventor de Astérix, junto a René Goscinny, fallecido en 1977. Uderzo murió de una crisis cardíaca, no vinculada al coronavirus, en su domicilio de Neuilly–sur–Seine, junto a París. El dibujante se sentía muy fatigado desde hacía unas semanas, informó su familia.
En tanto, Juan Padrón murió en La Habana a los 73 años, luego de marcar a generaciones enteras de cubanas y cubanos, y más allá de las fronteras de la Isla, con personajes tales como el coronel mambí Elpidio Valdés y el general Resoplez, y con películas de culto como “Vampiros en La Habana”.
Tuvieron en común, aparte de su talento, un poderoso sentido del humor y una no menos potente por la valoración de la rebeldía de los pueblos.
La Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina comentó desde la capital cubana: “De manera inesperada e inédita, un ejército de galos y mambises se encuentra de luto, conmovidos por el amor y el respeto, pero no detenidos: sus creadores se aseguraron bien de que fueran valientes, solidarios, combativos, enérgicos e invencibles”.
ALBERT UDERZO
“Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, ahora y siempre, al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de legionarios romanos”… Así comenzarían siempre las historias de Astérix y los irreductibles galos durante el periodo romano, desde que se publicaron por primera vez el 29 de octubre de 1959 en el semanario “Pilote”.
Hoy, se estima que se han vendido 380 millones de ejemplares de las 38 historias de Astérix, las que fueron traducidas a 111 lenguas. Dio origen, además, a 10 películas de animación y otras cuatro de imagen real.
Uderzo nació en Fismes, en el noreste de Francia, en el seno de una familia de inmigrantes italianos. De niño soñaba ser payaso. En la Segunda Guerra Mundial residió en la Bretaña rural, y ese ambiente y las personas que conoció le influyeron más tarde para imaginar la aldea de Astérix y el carácter de sus habitantes. En 1951, Uderzo conoció a René Goscinny. A partir de entonces trabajaron juntos. Por años, sin embargo, no tuvieron prosperidad. Sólo sobrevivieron gracias a las “croquetas enormes” de la madre italiana de Uderzo, como contó el propio Albert.
Unos nueve años después, fueron nombrados editor y director artístico de la revista de comics “Pilote”, en cuyo número 1 apareció por primera vez Astérix. En 1961, se publicó su primer álbum: “Astérix el Galo”. Juntos, firmaron 24 álbumes: Goscinny en los guiones y Uderzo en los dibujos. Al morir Goscinny en 1977, Uderzo hizo también los guiones, llegando hasta el número 34 (“Latraviata” de 2001).
Desde el año 2013, el personaje quedó a cargo del dibujante Didier Conrad y el guionista Jean–Yves Ferri, con la supervisión de Uderzo, y han publicado ya cuatro títulos: el último fue ‘’La hija de Vercingetótix’, con el que en el 2019 se celebraron los 60 años del personaje.
Una de las claves del éxito de Astérix es que, pese a situar los acontecimientos en tiempos del Imperio Romano y del emperador Julio César, en verdad los relatos están repletos de guiños a las realidades sociales y culturales contemporáneas, incluyendo corrosivas críticas al capitalismo (en “Obélix y Compañía”, en que los romanos pretenden dividir a los galos con la introducción del afán de lucro) o a la urbanización y la especulación inmobiliaria (“La residencia de los dioses”). Todo ello en un marco narrativo recurrente: el modo en que el pequeño pueblo galo era capaz, una y otra vez, de derrotar al imperio romano y las alianzas que, para aquel mismo propósito, establecían con otros pueblos.
JUAN PADRON
“No tengo a Superman, tengo a Elpidio Valdés”, cantaba el trovador cubano Carlos Varela en su canción “Memorias”, la que intenta contar la vida de las primeras generaciones que crecieron con la Revolución Cubana y que muestra, por tanto, la influencia de una de las principales creaciones de Juan Padrón Blanco, que destacó como ilustrador, realizador de dibujos animados, guionista y director de cine cubano.
Era graduado en Licenciatura en Historia del Arte en la Universidad de La Habana y sus primeros trabajos de dibujo aparecieron en la revista “Mella” y más adelante en “El Sable”, suplemento de “Juventud Rebelde”. Elpidio Valdés, su más famoso personaje, apareció por primera vez en la revista Pionero en 1970.
Unos cuatro años después inició labores como director de dibujos animados en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica, desde donde llevó sus personajes al cine y a la animación. Realizó su primer largometraje en 1979, “Elpidio Valdés”, comandante mambí en tiempos de la guerra de independencia.
El segundo fue “Vampiros en La Habana” y llegó en 1985. Su última película vio la luz en el 2003: “Más vampiros en La Habana”. Estas dos últimas partían de la hilarante premisa de un joven revolucionario que descubre que era vampiro y descendiente de Dracula, con lo que la Isla se transforma en epicentro de las pugnas de los diferentes bandos mundiales de vampiros. Ambas alcanzaron repercusión más allá de Cuba, incluyendo Estados Unidos.
Aparte de las películas de Elpidio Valdés, fue el creador de la serie de dibujos animados “Filminuto”, que apareció por primera vez en 1980. Desde 1986, trabajó en colaboración con el dibujante argentino Joaquín Lavado, Quino, creador de Mafalda, para crear otra serie que denominaron “Quinoscopio”. También animaron a la entrañable y contestaría niña de Buenos Aires.
Al momento de su fallecimiento, el diario “El País” comentó: “Es difícil hacer un cálculo de cuánto le debe Cuba a Juan Padrón (…) Da igual la ideología del cubano al que se pregunte. Sus dibujos animados, sus chistes e historietas, sus vampiros en busca incesante de placeres terrenales –beber, ir a la playa, fornicar– calaron de tal modo en su país que hasta niños y mayores se pusieron a hablar en la calle como sus personajes. Todavía expresiones como ‘Corneta, toque a degüello’, del general Resoplez, o ‘Dame un cigarrito ahí, Rey del Mundo’, de uno de los borrachos de Vampiros en La Habana, siguen empleándose en la vida diaria, y eso que han pasado décadas desde su creación”.
Por Víctor Osorio Reyes. El autor es periodista y director ejecutivo de la Fundación Progresa.
Santiago, 26 de marzo 2020.
Crónica Digital.