Los resultados de la encuesta CEP, dada a conocer este 16 de enero, sin duda fue una pésima noticia para el gobierno y su coalición, y personalmente, para el propio presidente Sebastián Piñera, un golpe brutal a su elevada autoestima, y una derrota a su gestión política y a esa sensación de triunfador que busca representar desde La Moneda.
Los ciudadanos consultados por el empresarial Centro de Estudios Pùblicos le dieron a Piñera la peor valoración de un Presidente de la Republica, desde que se realiza la medición, un mínimo histórico de 6 por ciento, 19 puntos menos del último registro en mayo 2019.
La desaprobación fue también un golpe al ego presidencial aumentando de un 50 por ciento a un 82 por ciento.
El sondeo, que recoge el grado de aprobación y rechazo que los ciudadanos dan a la gestión, la persona y la conducta del Presidente, fue realizada en medio de la crisis social y política desatada el 18 de octubre pasado, una virtual rebelión social.
Pero la consulta va mucho más allá de esa crucial medición y abarca un abanico de temas y desafíos éticos, en donde el gobierno de la Derecha económica y política sale claramente desfavorecido del apoyo popular.
Se trata de un juicio histórico a un modelo de dominación político, económico y social- el neoliberalismo-, que ha demostrado su incapacidad o ineptitud, para responder a los desafíos y demandas de un mundo en proceso de cambio y a las necesidades apremiantes de la justicia social, la democracia y el progreso de la humanidad.
El trabajo de campo fue desarrollado entre el 29 de noviembre de 2019 y el 6 de enero de 2020. en un universo de 1.496 personas mayores de 18 años, entrevistados cara a cara, en sus hogares, en 117 localidades del país, a excepción de Isla de Pascua, es decir en el climax de las protestas populares y nacionales contra el gobierno y sus políticas.
El Mandatario buscó reaccionar, con su habitual retórica, a las cifras que constatan el juicio de los ciudadanos a su gestión, señalando, sin poder evitar el rostro sombrío, que “Los chilenos conocemos lo que hemos vivido los últimos 90 días, yo entiendo que los chilenos no están contentos con lo que ha pasado. Todo lo que los chilenos nos dicen, nosotros lo escuchamos con atención y no solamente los escuchamos, nos ponemos manos a la obra”, agregando, “Eso es lo que nos motiva todos los días y no las encuestas”.
Como es lógico, el ministro del Interior, Gonzalo Blumel, siguió con el argumento declarando que “La encuesta muestra que hay un fuerte problema en general en todas las instituciones y liderazgos políticos y eso es un llamado de atención”.
Es decir, cero autocrítica en La Moneda, y siguiendo el dicho de “mal de muchos, consuelo de tontos”, con el argumento que hay otros que también está mal o peor, aunque no tengan la responsabilidad de mando y de poder del Ejecutivo.
En este caso la desinformación, las fake news, la vulgar desinformación con el objetivo deliberado de engañar, corren de cuenta del Gobierno.
Sin embargo otras voces en la Derecha, son menos ciegos ante la realidad de un mensaje tan directo y critico de los ciudadanos.
“La encuesta CEP no es mala. Es pésima, No puede ser peor”, dijo el diputado EVOPOLI, Luciano Cruz-Coke, mientras que el presidente de Renovación Nacional, Mario Desbordes, subrayó: “es un mal número. No sé si topamos fondo, pero lo importante es que se entienda lo que ahí se está planteando”.
Y el ministro portavoz del la presidencia, el UDI, Felipe Ward anunció una “estrategia de despliegue territorial”, argumentando que los malos resultados de la encuesta son un problema de “mejor comunicación” y no una consecuencia del rechazo ciudadano a una política inepta.
Pero la realidad de las cifras no deja lugar a las dudas, ni menos a la manipulación mediática.
El apoyo a las movilizaciones sociales a partir de octubre del año pasado es de un 62 por ciento de apoyo, siendo la primera razón de esta adhesión, la desigualdad de ingresos, con un 55 por ciento, luego la baja de las pensiones, con un 40 por ciento, el costo de la vida, con un 33 por ciento, la mala calidad de la atención sanitaria y la educación, con un 36 por ciento.
El 59 por ciento justifica las acciones de protesta y un 57 por ciento rechaza el uso de la fuerza en la represión y un 70 por ciento no justifica el uso de la violencia policial contra los manifestantes y el uso de gases lacrimógenos, y un 81 por ciento no justifica el uso de balines de goma o perdigones, contra los manifestantes.
Un 64 por ciento condena la violación de los Derechos Humanos por parte de Carabineros durante la crisis y un 67 por ciento de los chilenos estima que los militares violaron los derechos humanos bajo el Estado de Emergencia, “muy frecuentemente”.
Las Fuerzas Armadas registran una “confianza” de un 24 por ciento de los ciudadanos, Carabineros anota un 17 por ciento y la PDI, un 25.
Las protestas sociales reciben un apoyo de un 59 por ciento y un rechazo de un 13 por ciento.
Y como era previsible en este retrato de la realidad, apenas un 8 por ciento comparte la afirmación gubernamental de la participación de grupos extranjeros utilizado machaconamente por el presidente, sus ministros y algunos escribas sobre el tema de la intromisión extranjera, argumento de la Guerra Fría y de la dictadura de Augusto Pinochet para justificar y encubrir sus crímenes.
Lo cierto es que el muestreo de la CEP, no deja tampoco bien parados a otros actores políticos, sociales e institucionales del país y constituye un llamado de atención a la proyección de sus acciones políticas, en la línea marcada por la movilización popular, estudiantil y del mundo social.
Los partidos y liderazgos de la oposición de la centro izquierda y las organizaciones sociales, sindicales, deben tomar en cuenta también esta encuesta, asumir su responsabilidad de no haber leído oportuna y adecuadamente la realidad, el sentimiento de indignación y malestar que se gestaba en la base social, y delinear un programa de acción que les devuelva el protagonismo perdido y que asuman su responsabilidad política y ciudadana en avanzar en la solución de las demandas populares que han hecho posible el estado de ánimo colectivo que se expresan en estas cifras .
Pero es necesario entender claramente el mensaje profundo de malestar y rabia que se expresa en las manifestaciones masivas, en las consignas que sintetizan en las calles una indignación acumulada durante décadas, frente al abuso, la corrupción de políticos, empresarios, las demandas gritadas a todo pulmón desde las calles, a esta rebeldía que no teme expresarse y enfrentar la violencia represiva utilizada por La Moneda como respuesta a la potencia acumulada por el pueblo chileno.
De lo que se trata –como pretende “El Mercurio”- es más que un reclamo coyuntural, a la expresión de un “nivel histórico de desconfianza, rechazo al mundo político y pesimismo económico” y un mero “rebaraje” de las prioridades, que pone en primer lugar el tema de las pensiones y el sistema de las AFP, implantadas bajo la dictadura de Augusto Pinochet, ( una de cuyas propagandistas es la actual ministra de Educación, Marcela Cubillos) y el desplazamiento a quinto lugar de la delincuencia, que ha sido el caballo de batalla de la Derecha partidaria de la “tolerancia cero”, lo cual según intenta convencer la prensa derechista, sería revelador de “las profundas fracturas que sufre el país”, por obra, quizás, del “Espíritu Santo”.
Un 60 por ciento de los consultados considera que la situación económica alcanza su peor nivel en casi 20 años. En junio era de un 32 por ciento, mientras que a mediados del periodo de Ricardo Lagos, en 2001,- en plena Crisis Asiática, fue de un 58 por ciento.
El director de la Escuela de Gobierno de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y ex director de Adimark, Roberto Méndez, señaló que “no recuerdo haber visto un resultado tan pesimista, en los 40 años que trabaje en este rubro”, agregando que “se muestra una situación muy sombría, sorprendentemente pesimista”.
Al medir el grado de confianza en algunas instituciones, Carabineros recibe un 17 por ciento, en tanto el Congreso, un por ciento, los partidos, un 2 por ciento, el gobierno un 5 por ciento, la empresa privada, un 6 por ciento, los Tribunales de Justicia, un 8 por ciento y la TV 8 por ciento.
Definitivamente lo que está pasado es un enjuiciamiento al modelo económico y social -el esquema neo liberal- implantado bajo la dictadura, y mantenido hasta hoy por gobiernos, alianzas, compromisos políticos, intereses o temores, y una clara incapacidad o complicidad para mantenerlo por parte de los sectores que se han sucedido en La Moneda y el Congreso.
Este modelo económico, social y político de administración del país y defensa del “estado de cosas”, es la institucionalidad heredada de Pinochet, que protege a los monopolios, a los que se coluden para estafar a los “consumidores”, (que así nos llaman los sociólogos del sistema y tratan a los ciudadanos de a pie), a los que venden el país y sus riquezas básicas al mejor postor. es lo que ha hecho crisis en el país.
Es la conducción del país lo que esta en tela de juicio.
Y es el centro del problema en desarrollo de la lucha política de fondo y frente a lo cual los ciudadanos han dicho ¡Basta!.
Los datos confirman con toda claridad el rechazo a la represión, a la guerra interna declarada por Piñera, a sus seudo reformas para distraer a la Opinión Pública y eludir las soluciones de fondo que se reclaman.
Los mensajes son más que claros: las pensiones son la principal prioridad de los ciudadanos y una nueva Constitución es la demanda de un 67 por ciento ( y apenas un 13 por ciento está por rechazar esta demanda nacional, en el plebiscito del 26 de abril próximo).
Lo que está en marcha, de manera explícita es una batalla determinante para el futuro del país, de su sociedad, de los ciudadanos, que no solo deben hacer oír su voz, sino que cambiar las cosas.
Las cifras de la encuesta de la CEP, recogen la demanda de los ciudadanos, de la calle organizada y en movimiento, y la confrontación al Gobierno de Sebastián Piñera, es un componente de la parte de una exasperación se convierte en un rechazo frontal al modelo que defiende y representa, también a nivel internacional.
Y cuando el reclamo se transforma en clamor, cuando la exasperación se convierte en acción colectiva, masiva y valiente, organizada, el gobierno intenta el populismo y el chantaje.
Pero la calle, las organizaciones sociales, los jóvenes, las mujeres, los trabajadores, los pobladores, la militancia y los partidos de la centroizquierda, los ciudadanos, ya aprendieron la lección: solo la movilización, la expresión clara y potente de las masas, asegura el avance y hará que sus demandas sean escuchadas.
Lo que viene será un momento histórico, patriótico, épico y en el horizonte político y social de Chile será urgente y necesario escribir el protagonismo del pueblo.
Tenemos mucho por hacer y no debemos perder el tiempo.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 20 de enero 2020
Crónica Digital