La declaratoria de Guerra interna del Presidente Sebastián Piñera, a la oposición expresada por las multitudinarias movilizaciones sociales desarrolladas en el país a partir del 17 de octubre pasado, constituyen un grave peligro para la democracia recuperada por el país tras la dictadura de Pinochet )1870-1973), y el modelo institucional totalitario de los grandes empresarios y la Derecha chilena.
El Presidente dijo, el 19 de octubre, tres días de iniciadas las manifestaciones: “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie, que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia, sin ningún límite”.
Consecuentemente entregó el control del Orden Público a las Fuerzas Armadas, impuso el Toque de Queda, en el país, y se alisto para ejercer la represión, buscar culpables del desastre, atacar a la oposición, y fortalecer la actividad de inteligencia- el espionaje, la represión, la tortura y la violación a los Derechos Humanos en el país.
Cuando el presidente afirma que el estallido social, la expresión de la exasperación popular es poco menos que una conspiración contra su gobierno, lo que hace es predicar una política de odio, descalificar el legitimo sentimiento y contenido de la protesta, satanizar las demandas de justicia social, y atrincherarse en una legitimidad de origen de su poder relativizada por el ejercicio de una política que desconoce, ignora y desprecia el estado de ánimo, la realidad de la situación del país y sobre todo del pueblo.
El problema es que insistir en la misma retórica agresiva y amenazante, en una primitiva concepción maniquea de “buenos y malos”, a más de tres semanas de la explosión social, ya no es un tema de bipolaridad ideológica y política, sino una incapacidad de gestionar e imaginar una sociedad que se aleja del modelo neoliberal fracasado, y que clama por una reforma estructural que ponga realmente en el centro a los ciudadanos, a la justicia, a la equidad.
Es una política que, además, por su ineficacia e ineptitud es rechazada incluso por su parte importante de su propio sector político y del empresariado, que entendiendo que las supuestas soluciones propuestas desde La Moneda, solo llevan al precipicio ,a mayores protestas y a una derrota política de proporciones para sus intereses, han reaccionado restándole su confianza y elaborando con premura sus propios programas de salida de la crisis, presionando a los políticos de Derecha y al Gobierno, a sumarse a sus estrategias de salvataje del modelo.
En este escenario de confusión en los círculos del poder y del modelo, y de surgimiento de un potente movimiento social que reclama su lugar en le sociedad y en la disputa política, es donde surge en La Moneda, en los grupos empresariales y en los círculos políticos de la Derecha, la tentación totalitaria, de violación violenta de la institucionalidad democrática, del ejercicio de una democracia participativa, y de protagonismo del mundo social.
La opinión pública no debe dejarse engañar por la palabrería de que La Moneda, el Gobierno, la Derecha, los gremios empresariales, escucharon las voces del pueblo movilizados y que sacaron de la manga, apresurados, un plan social y ofrecieron sueldos mínimos, pensiones decentes y reformas, presionados y nerviosos por la magnitud de las protestas.
El levantamiento del Estado de Emergencia y del Toque de queda, el cambio de gabinete, el reconocimiento de las violaciones a los Derechos Humanos, e incluso la invitación a organismos internacionales de Derechos Humanos a constatar los atropellos y constatar en terreno las consecuencias de la represión fueron victorias para el movimiento de protesta, pero para el gobierno fueron una estrategia de limpiar su imagen, ante la comunidad nacional e internacional.
El objetivo real es darse un tiempo para desarrollar una estrategia que les permita desarticular el potencial del pueblo movilizado, atender al desagrado que su política generó en sus propias filas -que además defiende su porvenir político electoral- dividir el proceso de unidad social en marcha y oponerse a una alternativa política de masas que los derrote y sea capaz de generar una alternativa de cambio real.
Pero al mismo tiempo, el Presidente Piñera no se aleja de su retórica de dividir a los chilenos entre “buenos” y “malos”, entre “patriotas” y “antipatriotas”, a lo que ha agregado tras el desafío social último, entre “vándalos”, “violentistas”, y el resto de los “buenos ciudadanos”. De esta manera se sataniza a la oposición, tal como lo hacía el miembro de la Junta Militar, Almirante José Toribio Merino Castro, cuando caricaturaba a los demócratas como “humanoides”, con lo cual se justificaba la tortura, el asesinato, el exilio de los chilenos.
El mensaje del Mandatario, rodeado de ceñudos generales de Carabineros, luego de reiterar en televisión su “solidaridad” con uniformados lesionados en sus tareas represivas, y una desembozada defensa del rol represivo de la policía contra las manifestaciones populares, otorgándoles un rol político poco menos que el de garantes del Orden Público y de su gobierno, constituye una clara amenaza a la institucionalidad democrática del país.
Grave asunto es que el presidente de la República declare que en el país se desarrolla una “guerra”, y califique a los manifestantes que pusieron en jaque su política y su modelo económico y social, como “enemigos”.
Sobre todo porque ello alimenta un clima de crispación social y política, donde se asoman los violentistas filofascistas, los nostálgicos de la dictadura, los grupos armados que se articulan en el Barrio Alto y en el lumpen, los que buscan una solución de fuerza, para terminar por derribar la democracia chilena y los derechos de los ciudadanos.
A estos conspiradores les ha venido como anillo al dedo el ataque a la sede de la Unión Demócrata Independiente, UDI, en Suecia 286, para tener una justificación a su prédica de la violencia, su defensa de la dictadura de Pinochet y su agresividad contra la protesta social, contra las fuerzas de izquierda. Al margen que la acción en sí es repudiable, el hecho que el ataque haya sido previsto por funcionarios de las Fuerzas Especiales de Carabineros, que alertaron a los dirigentes de la UDI la inminencia de un ataque y les instaron a evacuar la sede, UNA HORA Y MEDIA ANTES de la llagada de “los vándalos”, genera algunas legitimas sospechas.
Pero la petición de diputados de la UDI y de Renovación Nacional, mas el diputado Ignacio Urrutia, del partido Acción Republicana ( en formación), de José Antonio Kast, que demandan al Tribunal Constitucional la destitución de los diputados del Partido Comunista de Chile y del Frente Amplio, no deja lugar a dudas del talante antidemocrático de la Derecha política y del pinochetismo que tiene incluso una “bancada” en el Congreso.
Tampoco es casual entonces que el presidenciable de los “duros” de la Derecha, José Antonio Kast, cabecilla de Acción Republicana, mediante una carta pública, difundida por El Mercurio”. inste al presidente Piñera a “liderar la reconstrucción moral, económica y social de Chile”.
Presidente, “no puede seguir encerrado en La Moneda”, dice Kast, acusando de que “el gobierno que usted dirige no ha sido capaz de contener los actos de destrozo, vandalismo e insurrección que están afectando a millones de chilenos”, agregando que “no es el momento de titubear”.
Kast, en un lenguaje altanero y provocador le señala a Piñera: “Presidente, no tenga miedo”, agregando que no le tenga miedo a la izquierda, a la Derecha populista, a que no acepte los chantajes del Congreso, que no le tema a los organismos internacionales, a la ONU “ni al daño que pueda sufrir su imagen”.
El político ultra derechista, émulo de Bolsonaro, termina su carta, que es una proclama del pinochetismo remanente, ofreciendo a Piñera un lugar en la política que le prepone: “Si usted lidera la reconstrucción moral, económica y social de Chile, somos millones los chilenos que nos pondremos detrás de usted para recuperar nuestra patria. Deje en silencio los consejos de sus asesores”. Urgiendo además a responder:“por eso, Presidente, díganos la hora y lugar y ahí estaremos para ponernos detrás suyo”.
“¡Basta yá!, concluye Kast, en esta abierta incitación a instalar en Chile un orden neofascista, pinochetista, dictatorial, ofreciéndole al presidente Sebastián Piñera el regalo envenenado que asuma el rol de sepulturero de la democracia, del sistema institucional chileno.
Este es el peligro que se cierne sobre la Democracia chilena, las oscura fuerzas pardas que están al asecho de la tentación totalitaria, sembrando el odio, la inseguridad, por lo que se requiere que los sectores políticos democráticos, los movimientos sociales, las fuerzas organizadas de los trabajadores, la juventud, sean conscientes del riesgo que amenaza la convivencia, las instituciones democráticas, la paz, la estabilidad y el porvenir de Chile.
No es el tiempo para las reticencias ni los sectarismos, el calculo estrecho.
Hay que avanzar, consolidar y proyectar la experiencia de la unidad social de las ultimas semanas, y de la determinación que muestran las convocatorias y consignas.
Pero el problema para el futuro de la democracia es mucho mas amenazante porque la planificación de la violencia terrorista como parte de la guerra interna en desarrollo, puede tener consecuencias nefastas para el destino de la democracia, un acto fatal para la convivencia nacional.
El costo para el país de una estrategia de confrontación como la que se perfila por parte de la Derecha y el pinochetismo puede llevarlo a un callejón sin salida a sectores del gobierno.
La responsabilidad de La Moneda, de los partidos políticos, de los liderazgos sociales y culturales, académicos y gremiales, y de quienes son o se sienten responsables del porvenir de la Patria, no se puede eludir.
El repudio, rechazo y exasperación engendrado por una política represiva sin medida ni control, de la inequidad social y económica, del abuso, de la corrupción el descarado desprecio por las demandas del pueblo, la actitud arrogante y y altanera de los dueños del poder y la riqueza,(que hoy intentan disfrazar con apelaciones a la unidad, la paz social etc) son síntomas de una crisis que solo podrá enfrentarse y superar con más democracia, con más pueblo protagonista, con más unidad de todos los demócratas.
A eso estamos llamados todos. No sobra nadie.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 8 de noviembre 2019
Crónica Digital
El “ganar tiempo” del gobierno para que el incendio se apague solo y los llamados de sirenas-gorilas de los ultra UDI-Kast y adláteres es ,sin duda , un peligroso llamado a un auto golpe para mantener los privilegiod de la Morel en medio de una destacada represión policial que no obedece ni a la justicia ni sus mandos naturales
que podría transformarse en una sugerencia al estilo boliviano para desintegrar el movimiento-país y seguir usufructuando de los dineros del Estado.Si hay peligro , los pacos por ahora ,se mandan solos.