París en su condición de presidente del bloque y de organizador de su cumbre 45 propone además un enfoque inusual para estos encuentros: la lucha contra las desigualdades y el no menos raro objetivo de construir ‘un capitalismo más justo’.
Las últimas horas trajeron acontecimientos bruscos que pudieran complicar las cosas para Francia y Emmanuel Macron.
El escenario se calentó con la guerra comercial desatada por Donald Trump contra China, los choques con Londres por el brexit y la amenaza del jefe del Elíseo de vetar el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur, tras los incendios en la Amazonía y los roces con Jair Bolsonaro.
Más de 13 mil policías y gendarmes tienen a su cargo la seguridad en Biarritz, en una movilización cuestionada por turistas y comerciantes, y descrita por no pocos con la palabra ‘bunkerización’ para ilustrar la fuerte presencia de uniformados y los controles aplicados.
La reunión del G-7 cuenta como invitados con Australia, Burkina Faso, Chile, Egipto, España, India, Ruanda, Senegal y Sudáfrica, además de con organizaciones de Europa, África y Naciones Unidas, delegaciones en su mayoría representadas al más alto nivel.
La cumbre del G-7 es rechazada por pacifistas, ecologistas, defensores de los migrantes y enemigos del capitalismo, que atribuyen a integrantes del bloque la creación y el agravamiento de los principales problemas de la humanidad.
Bajo ese principio, decenas de organizaciones comenzaron el miércoles en las cercanías de Biarritz la llamada contra-cumbre, con conferencias y talleres sobre el impacto del capitalismo y las multinacionales y el fortalecimiento de los movimientos alternativos, entre otras cuestiones.
Para hoy los activistas convocaron a una gran manifestación, en la cual expresarán su repudio a que unos pocos países pretendan regir los destinos de la comunidad internacional.
Biarritz, Francia, 24 agosto 2019
Crónica Digital /PL