Es muy probable que el nombre de Uriel Molina Oliú no signifique nada para la opinión pública chilena, incluso la parte identificada con la izquierda y el progresismo. Pero fue protagonista clave del devenir histórico de la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua y un impulsor clave de la Teología de la Liberación, de la aproximación al cristianismo como inspiración para el compromiso revolucionario. Hoy, a los 86 años, persevera en el trabajo social.
Uriel Molina es un sacerdote católico que nació en 1932 en Matagalpa, en una hacienda denominada “Los Placeres”. Estudió en el Instituto Nacional del Norte, ahora Instituto Nacional “Eliseo Picado”, donde se graduó en 1950 y en las clases de catecismo sirvió de maestro a Carlos Fonseca Amador, fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en 1961.
En la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), en León, Uriel estudió hasta Tercer Año e ingresó al Seminario, alentado por sacerdotes como Aquiles Bonucci y Odorico D’Andrea, a quienes impartía clases de español.
D’Andrea fue un hombre clave de la expansión de la Orden fundada por San Francisco de Asís en Nicaragua, participando en la fundación de las Hermanas Franciscanas Peregrinas del Inmaculado Corazón de María y trabajando como misionero de la Orden de los Franciscanos Menores en las comunidades del Departamento de Jinotega. A sus funerales en 1990 asistieron miles de personas. Hoy es “Siervo de Dios” y se encuentra en proceso de canonización.
En 1954 Molina partió a Asís, Italia, y en 1959 se ordenó sacerdote. Luego viajó a Roma a estudiar un Posgrado en Biblia y luego siguió un Doctorado en Teología, en Roma y en Jerusalén. Durante sus años en Roma, el padre Uriel se vio profundamente influenciado por el Papa Juan XXIII y por los preparativos del Concilio Vaticano II.
En 1965 regresó a Nicaragua, y fue destinado a hacerse cargo de la Parroquia de Santa María de los Ángeles del barrio Riguero de Managua, donde pudo conocer la realidad que vivía el pueblo y se manifestaron sus inquietudes sociales.
Por ello, no fue extraño que se identificara muy tempranamente con el FSLN, que desde sus comienzos de su batalla contra la dictadura de Somoza se constituyó como una fuerza revolucionaria que asumía como propia una inspiración cristiana. Uno de los fundadores del Frente, el comandante Tomás Borge era, además, amigo suyo desde la infancia.
En su labor pastoral en Riguero, Molina comenzó a enseñar la Teología de la Liberación, a compartir con prominentes líderes del FSLN y terminó haciendo parte del movimiento sandinista, aunque nunca llegó a militar. Durante la guerra de liberación, El Riguero y sus comunidades cristianas era un bastión rebelde. No pocas veces le correspondió oficiar las misas fúnebres de muchos de los guerrilleros. Y en 1976 debió enfrentar el asesinato de su sobrino César Amador Molina, en 1976.
Su participación fue tan importante que fue amenazado de muerte por William Cranshaw, entonces director de la policía de Managua, y su parroquia registrada en varias ocasiones en busca tanto de documentos, guerrilleros y armas.
Luego de la victoria sandinista en 1979, fue uno de los impulsores del Centro Ecuménico Antonio Valdivieso, con la colaboración del FSLN. Desde allí se impulsaría la investigación en torno a la Teología de la Liberación. Además, Molina fue uno de los sacerdotes que se integraron al Gobierno revolucionario. Uno de ellos, el padre Miguel D’Escoto, era gran amigo suyo.
Así, Molina debió enfrentar las sanciones de la jerarquía católica y la expulsión de la Orden Franciscana.
Carlos Fonseca Terán, hijo del fundador del FSLN, ha señalado recientemente que el padre Molina “no es una persona muy conocida dentro de Nicaragua y menos aún fuera, porque es alérgico a los reflectores y a la publicidad, pero es el verdadero pionero de la Teología de la Liberación en nuestro país, además de ser un hombre con una inteligencia prodigiosa y una cultura enciclopédica, erudito en historia, literatura, filosofía, entre otras disciplinas del conocimiento”.
Añadió que en los años 60, 70 y 80, el padre Uriel “fue el principal organizador de las Comunidades Eclesiales de Base, orientador de las redes cristianas católicas campesinas de los Delegados de la Palabra y formador de comunidades cristianas integradas por jóvenes (algunos de ellos de clase media y alta) que se retiraban de su vida cotidiana para recibir seminarios impartidos por el padre y vivir en comunión con los pobres, donde aprendieron a practicar y no sólo predicar el Evangelio”.
“Fue el embrión del Movimiento Cristiano Revolucionario y de ahí surgieron destacados militantes y Comandantes Guerrilleros del FSLN”, detalló.
Por cierto, el Movimiento Cristiano Revolucionario nunca concibió la idea de organizar una organización política “cristiana”, sino que fortaleció, con criterio de unidad amplia, la fuerza del sandinismo.
A inicios del 2018, el Padre Uriel recibió la Orden Augusto Cesar Sandino, en el homenaje al “General de Hombres y Mujeres Libres”. En la ocasión, expresó que “el ideal de Sandino se mantiene en la persona del Comandante Daniel Ortega”. Dijo que presenció el triunfo de la Revolución Popular Sandinista y que “he ido viendo la gran diferencia entre lo que tenemos actualmente y lo que yo había conocido en mi pueblo natal Matagalpa y en mis años pequeños y mis años de juventud”.
Señaló que “cuando el Frente Sandinista emergió en la historia, para nosotros fue como que se abriera una luz, ¡Que es aquella luz! dice la canción, y esa luz todavía continúa brillando sobre nuestro cielo y nada empaña su fulgor”.
El padre Molina dijo que, a pesar de no pertenecer a la militancia del Frente Sandinista, nunca dejará de reconocer la entrega de Carlos Fonseca Amador. “Que recuerdo más grande el de Carlos Fonseca, que viniendo de una madre tan humilde, llegó a fraguar en sus ideales la liberación de este país, la que solo fue posible gracias a la lucha tenaz del Frente Sandinista y a la multitud de mártires que cayeron, entre ellos algunos de mi parroquia”, sostuvo. En esos años de lucha, recordó como la guardia de Somoza entraba a los barrios y masacraba a la juventud. “Yo me unía a ese dolor y al mismo tiempo me unía a la causa de los militantes sandinistas que esperaban la victoria”, dijo.
Relató que en su casa de la parroquia, tuvo de huéspedes por dos años a 11 estudiantes universitarios, que buscaban la manera de integrarse a las filas sandinistas, “entre ellos el General Álvaro Baltodano, a quién quiero mucho y aprecio”.
Señaló que al experimentar la condena de la jerarquía eclesiástica, “porque según ellos yo era un infiltrado de la Seguridad sandinista en las filas del clero, solía visitar al padre Miguel D´Escoto, mi amigo, quien me contaba que no quería morirse sin ser reintegrado a las filas de la iglesia”. Recordó cuando el Papa Francisco acogió a D´Escoto el año 2014, fue reintegrado a su orden y pudo celebrar la misa. Unos pocos años antes había trabajado como Asesor Superior del Presidente Daniel Ortega Saavedra en Asuntos Internacionales.
Dijo que seguirá militando de corazón en la causa sandinista y que seguirá orando por el comandante Daniel Ortega. “Yo veo allí la mano de Dios y oro también para que la causa de los pueblos indígenas de todo el planeta: de Colombia, de Chile, Perú y de Argentina, sean reivindicados algún día (…) así como nosotros fuimos reivindicados históricamente por la acción del Frente Sandinista”, aseguró.
En mayo del 2018, la Asamblea Nacional de Nicaragua (Parlamento) lo nombró integrante de la Comisión de la Verdad, Justicia y Paz a cargo de encontrar los responsables de los asesinatos y la violencia golpista surgida a partir del 18 de abril de ese año, provocando la descontrolada irritación de los que han optado por caminos extrainstitucionales para la resolución de las controversias políticas.
El Papa Francisco reintegró al Padre Uriel a la Orden Franciscana y le restituyó su derecho a ejercer misa.
Carlos Fonseca Terán reflexionó: “El padre Uriel Molina es el principal arquitecto del cristianismo revolucionario en Nicaragua, es una gloria nacional y un verdadero tesoro humano viviente al que todos los nicaragüenses y en especial nosotros, los sandinistas, debemos conocer, apreciar y querer”.
Por Víctor Osorio Reyes. El autor fue presidente de la Izquierda Ciudadana.
Santiago, 10 de agosto 2019
Crónica Digital.