Las luces del primer mundo que iluminan a Santiago comienzan a dejar espacio a las sombras a medida que el viajero se adentra en el Chile profundo, donde las carencias de muchos servicios saltan a la vista.
Una iniciativa del gobierno denominada Compromiso País, en principio busca identificar y priorizar a los grupos más necesitados a través de un “Mapa de Vulnerabilidad Social” que en medio de la ilusión del desarrollismo ha revelado contrastes de todo tipo, que no son nuevos en uno de los países más desiguales de América.
Así, la luminosidad de la capital no deja ver las estrellas en la noche, pero 29 mil 642 hogares del país, según ese mapa, carecen de energía eléctrica, la mayoría de ellos en las sureñas regiones de Los Lagos y La Araucanía. En una gira por esas zonas, el Presidente Sebastián Piñera dijo que se espera llevar la electricidad a dos mil 500 familias anualmente: es decir, que los últimos deberán esperar 12 años para que se haga la luz.
En unos casos se trata de familias residentes en lugares muy apartados, pero en otros son “campamentos”, como se define aquí a los barrios de casuchas de cartón y zinc que proliferan en los suburbios y cobijan a los más pobres, que carecen de luz y mucho más.
Otro problema es el agua: casi millón y medio de chilenos, el ocho por ciento de la población, no cuentan con servicios sanitarios ni conexión a la red pública de agua potable, en el único país del mundo donde ese servicio está en manos privadas.
Datos oficiales indican que siete de cada diez hogares en esa situación residen en zonas rurales, casi tres cuartos de esas personas pertenecen a los sectores más pobres, y nuevamente la peor situación se presenta en las regiones del sur.
La capital tampoco es ajena a este problema, pues solo el 2,8 por ciento de su población carece de agua potable, pero los porcentajes pueden resultar engañosos, porque la región Metropolitana concentra a más de la tercera parte de los chilenos.
En Santiago la conexión 4G es parte de la vida cotidiana y el gobierno ya mira hacia la 5G alardeando de estar en la delantera en cuanto a conexión a Internet, aunque datos de la Secretaría de Telecomunicaciones dicen otra cosa: el 44 por ciento de las familias a nivel nacional no poseen conexión fija a la red de redes.
Un reciente estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), deja ver otras sombras incluso más importantes que conectarse a Whatsapp, pues más allá de los altísimos costos de la atención médica, en el interior del país el acceso a especialistas es crítico.
Por ejemplo, las regiones de Atacama y del Maule reportan apenas un especialista por cada dos mil habitantes, lo cual obliga a muchos chilenos a trasladarse a veces desde lugares remotos hasta la capital con el gasto adicional que eso implica, para recibir un tratamiento que siempre resulta excesivamente costoso.
El informe del PNUD ubica a la educación como uno de los ejemplos de las desigualdades, pues si en 2016 solo el dos por ciento de los jóvenes de la capital debió emigrar para cursar una carrera universitaria, la mitad de los que viven en la región de O’Higgins y seis de cada diez alumnos de Aysén debieron hacerlo.
Y hasta en los salarios hay diferencias drásticas, porque en Santiago, con el 40 por ciento de las familias del país, se concentra el 60 por ciento de las de mayores ingresos, mientras en la sureña región del Maule la proporción es a la inversa, de cada 100 hogares, 60 percibe bajos salarios.
Pero tampoco todo es resplandor en la capital si de bienestar y consumo se trata. Solo basta subir al cerro San Cristóbal para apreciar la diferencia, muchas veces marcada por las turbias aguas del río Mapocho.
De un lado, grandes avenidas, verdes zonas residenciales, edificios encristalados y los rascacielos de la zona financiera de Providencia que algunos llaman Sanhattan parodiando el nombre de la isla neoyorkina.
Del otro, la grisura de los barrios donde habitan los pobres e incluso una clase que se dice “media” y cuyo bienestar no va más allá de aspirar a tener una modesta casita, pagar facturas de todo, si queda algo ahorrar para unas cortas vacaciones en la costa y llegar sin deudas al siguiente salario.
Por Rafael Calcines, Corresponsal de la Agencia Informativa Prensa Latina en Chile.
Imagen: Blog Vulnerabilidad Social en Chile.
Santiago, 7 de julio 2019
Crónica Digital / Prensa Latina.