Por Juan Carlos Favreau Campos: Consideraciones sobre la migración en Chile

La migración pareciera ser un fenómeno que afecta por vez primera a nuestro país, debido a la gran cantidad de inmigrantes haitianos que han llegado a estas tierras del sur del mundo, y cuya presencia no pasa desapercibida, debido a que no es costumbre para nosotros, los chilenos, ver transitar por las calles de nuestras ciudades y pueblos, a mujeres y hombres de piel oscura.

Sin embargo, la ola migratoria haitiana no es la única que ha llegado por estos lugares. Hace unos años, una gran cantidad de inmigrantes peruanos, recalaron en la zona centro sur de nuestro territorio, siendo notoria su presencia por su particular forma de hablar.

La llegada de inmigrantes de diferentes nacionalidades ha dejado al descubierto algunas manifestaciones poco agradables del comportamiento de algunos compatriotas. En concreto, actitudes como la intolerancia, el racismo y la xenofobia aparecieron con inusitada fuerza en algunos ellos, fundamentando su actitud en una serie de argumentos sin base, justificación ni lógica que los avale.

No hay argumento que valga para manifestar desprecio por otras personas que, por el mero hecho de abandonar sus países de origen –sea cual fuera la razón que hayan tenido para eso– eligieron Chile como su destino para establecerse y comenzar una nueva vida.

¿Qué tiene de especial nuestro país para que tanto inmigrantes lo elijan? Las respuestas pueden ser muchas y muy variadas, pero lo que importa es que ellos han decidido venirse a radicar a estas lejanas tierras del resto del mundo, al igual que alguna vez lo hicieron nuestros antepasados.

¿Nuestros antepasados?

Sí, nuestros antepasados.

Chile es un país formado por inmigrantes que han venido de muchísimos lugares del mundo. A través de toda nuestra historia, han llegado –en mayor o menor cantidad– inmigrantes españoles, italianos, franceses, mexicanos, ecuatorianos, ingleses, alemanes, japoneses, uruguayos, croatas, serbios, judíos, turcos, árabes, palestinos, coreanos, rusos, griegos, vascos, argentinos, irlandeses y, en las últimas décadas, chinos, peruanos, colombianos, venezolanos, dominicanos, guatemaltecos, bolivianos y haitianos. Todos ellos, se han ido integrando y relacionando en esta sociedad nuestra, que cada día está en constante formación.

El aporte que todos aquellos inmigrantes han hecho a este país ha sido enorme. Si revisamos nuestra historia veremos que no solo próceres de la independencia eran inmigrantes radicados en estas tierras, sino que grandes personajes de la literatura, las leyes y la política, fueron descendientes de inmigrantes.

Presidentes de la República, artistas, senadores, cantantes, diputados, pintores, alcaldes, directores de colegios, presidentes de juntas de vecinos, entrenadores deportivos, figuras del fútbol, tenis, basquetbol, natación y otros deportes; el chófer del camión recolector, el dueño del negocio donde compramos, nuestro vecino, todos, absolutamente todos tenemos un antepasado nuestro que llegó como inmigrante a estas tierras.

Los únicos que no descienden de inmigrantes, son aquellos compatriotas con sangre indígena: aymaras, quechuas, mapuches, rapa nuis y de alguna otra etnia local.

Toda esta amalgama de diferentes nacionalidades que se afincaron en este territorio son quienes han construido esta nación llamada Chile, un país con una idiosincrasia muy peculiar y que día a día se enriquece más con la llegada de nuevos inmigrantes.

Por eso, antes de apuntar con el dedo a un inmigrante, rechazándolo, despreciándolo o discriminándolo, mirémonos a nosotros mismos primero, pues estamos aquí gracias a un inmigrante que, en un pasado cercano o lejano, se vino a vivir a este país, y formó la familia a la que pertenecemos, una familia que, junto a otras, formamos esta gran familia llamada Chile.

Por Juan Carlos Favreau.

Santiago, 16 de junio 2019

Crónica Digital.

 

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