Por Marcel Garcés Muñoz
El mundo cercano, Venezuela, Cuba, Estados Unidos, está en estado de ebullición. El tema repercute en las cancillerías de Europa, es un tema candente en el Medio Oriente, en todas las latitudes. El Kremlin y Pekín, toman posiciones y han hecho concretas advertencias sobre la paz y la seguridad internacional amenazadas. Nosotros, en Chile, tampoco estamos ajenos.
Un ambiente de Guerra Fría, parece revivir y caben legitimas dudas e incertidumbre sobre la capacidad y el estado sicológico de uno de los principales actores y el equilibrio (Donald Trump, para ser más específico), de un drama que parece inexorable: una catástrofe militar global y la organización demencial de un holocausto de carácter terrorista.
Por lo inmediato se genera un grave peligro sobre nuestra seguridad, sobre nuestros derechos a la libertad, la autodeterminación, la soberanía nacional, la dignidad de los pueblos, nuestras propias vidas.
Estados Unidos, su desequilibrado presidente, Donald Trump, levantan presión para ambientar una intervención militar contra Venezuela, para derrocar manu militari, a su gobierno legitimo.Se trata obviamente de una estrategia insensata, pero al mismo tiempo de encender la mecha de una tragedia de mayor magnitud y alcance.
Y el autodesignado ”presidente encargado” Juan Guaidó, en un acto evidente de traición a la Patria, de prostitución política, se pronuncia por “recibir” a las tropas invasoras destinadas a asesinar a los soldados venezolanos e instalarse en un poder espureo y mercenario y aplaude el genocidio con el cual amenazan a Venezuela desde Washington, luego que no logró generar una guerra civil, cuando fue derrotado por el honor de las Fuerzas Armadas de Venezuela, y la determinación de un pueblo, de no dejar el paso a los sediciosos.
Y uno de sus “embajadores” hace antesala ante el jefe del Comando Sur de Estados Unidos, para abrirle las puertas a la invasión y ocupación militar de Venezuela y desatar el genocidio, en un acto demencial de traición a la Patria, y Guaidó, rechaza las conversaciones auspiciadas por Noruega, y los países de Europa, entre la oposición y el gobierno del presidente constitucional Nicolás Maduro, para destrabar el conflicto.
Por parte el presidente de Chile, Sebastián Piñera, que fuera a Cúcuta a avivarle la cueca a los sediciosos, que constituyó el llamado Grupo de Lima, para darle cierta apariencia de legalidad y respaldo internacional a la aventura golpista, denominada grotescamente como “Operación Libertad”, y servir de aval a la intervención militar estadounidense, que se entusiasmó hasta el éxtasis retórico, con esta versión 2019 de la intervención norteamericana en Chile, en 1973, ha dado un pie atrás táctico, en su retórica belicista.
La Moneda ha dado una voltereta en su discurso, y con franca desvergüenza, ahora incluso trata de presentarse como adalid de una salida política pacífica, luego de haberse comprometido con la estrategia terrorista y subversiva de Guaidó y otros servidores de Washington y su descarado intervencionismo.
Habrá que ver la sinceridad de esta postura o si es simplemente un recurso mediático, ante el fracaso de su frenesí belicista y su evidente torpeza diplomática y política.
El gobierno y la derecha chilena, con la complicidad de varios políticos que se proclaman de “centro izquierda” y a quienes no se puede caracterizar como “ingenuos” pero que “caen” en la trampa mediática, o el chantaje ideológico y aceptan como valederas todas las “fake news”, que nublan el horizonte de los medios de la guerra ideológica del Imperio, han actuado como cómplices no tan pasivos de la estrategia intervencionista, incluso propiciando la invasión militar, atropellando no solo la soberanía territorial de un país, sino la democracia y la dignidad, los derechos inalienables , los principios de la no intervención, la autodeterminación de su pueblo.
Con un descaro digno de mejor causa, La Moneda poco menos que intenta apropiarse o manipular la clara y sincera posición del Mecanismo de Montevideo, con la destacada participación de México y Uruguay, y del llamado Grupo de Contacto (GIC) que integran países europeos, Costa Rica, Bolivia, Uruguay y Ecuador y que se pronunciaron desde el principio por el diálogo entre las partes, es decir entre la oposición democrática y el gobierno constitucional de Venezuela, y por ende contra cualquier tipo de posición guerrerista y de la utilización de formas armadas o de amenazas del uso de la fuerza o avasallamiento militar del gobierno legitimo del presidente Nicolás Maduro.
El Gobierno de Chile y su Canciller, Roberto Ampuero, claramente se negaron desde un principio a considerar al Presidente Constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro, elegido con el 67.8 por ciento de los votos en los comicios del 20 de mayo de 2018, como mandatario legítimo del país e interlocutor válido para cualquier tipo de dialogo, negociaciones o acuerdos políticos entre gobierno constitucional y legitimo y la oposición, que llevaran a una salida política a la crisis desatada en el país, y el Presidente Piñera, se permitió calificarlo a él y su gobierno como “usurpadores”, o de “infinita crueldad”.
Chile, Panamá y los restantes países del llamado Grupo de Lima, desconocieron el proceso electoral, subordinándose a la decisión del presidente Donald Trump en ese sentido, quien se pronunció al mismo tiempo por el derrocamiento por la fuerza de su Gobierno.
Claramente, entonces, si se derrama sangre como consecuencia del conflicto ella salpicará a la cúpula gubernamental y política chilena.
Y no se diga que no se ha hecho la advertencia, si como es probable, dada la complicidad con la estrategia del Pentágono, el gobierno de Chile opta por enviar tropas a ese escenario de guerra de Estados Unidos. (Despues de Libia, Irak, Siria, el Medio Oriente Petrolero, etc).
Pero “la cuestión” de Venezuela no se reduce a un escenario lejano, exótico y de gente ajena, o es un tema de un país “tropical”, como se desnaturalizaba a países, cultura y personas, en el viejo lenguaje altanero y despectivo de nuestras oligarquías y de los políticos derechistas de Chile
Ni siquiera se circunscribe solo a principios fundamentales tales como democracia, justicia social, derechos humanos, no intervención, autodeterminación de los pueblos.
En Venezuela también está en juego la soberanía nacional y la Paz en Cuba, Bolivia, Nicaragua, y el futuro democrático de México y Uruguay, la estabilidad de Argentina, Brasil, la paz y la seguridad de Colombia, Ecuador, Perú, Paraguay, la Independencia de Panamá, Haití y el resto de los países del espacio caribeño.
Si se aceptara el carácter y sentido de la intervención y ocupación militar que se escenifica en torno a Venezuela y Cuba, estaremos hipotecando nuestra libertad, derechos democráticos, nuestro futuro independiente y soberano, además de avalar el desmoronamiento de los valores democráticos de nuestra convivencia nacional y de la paz y la seguridad del mundo entero.
Es el destino de la humanidad en su conjunto el que es amenazado por la locura belicista de Donald Trump y la maquinaria bélica del Imperio.
Estaríamos desmovilizando nuestra conciencia y eludiendo nuestros deberes patrióticos de defensa de nuestra historia de lucha por la institucionalidad democrática que nos llevó a derrotar la dictadura militar derechista de Augusto Pinochet y de los generales civiles ( y “coroneles” de El Mercurio), y de Washington, que financiaron, desarrollaron y monitorearon la sedición, el golpe, y los crímenes de la dictadura.
Pero también es una responsabilidad de carácter internacional.
Este es un tema de la mayor urgencia y responsabilidad política, ciudadana, humana. Y un problema de dignidad latinoamericana.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 22 de mayo 2019
Crónica Digital
El gobierno de chile y sus diputados y senadores han votado mayoritariamente por rechazar el gobierno electo democráticamente en Venezuela ; no se debe cargar sólo al ejecutivo , chile entero se ha transformado en un foco bélico contra Venezuela ,lo estamos haciendo muy mal.
Maduro no es Presidente legítimo.
1.- Las elecciones de Mayo fueron inconstitucionales pues se adelantó la fecha para favorecer al chavismo.
2.- Los líderes opositores fueron impedidos de participar
3.- El recuento de votos fue fraudulento.
4.- La comunidad internacional rechazó la legitimidad de esas elecciones
Maduro es un usurpador.