El presidente de Chile, Sebastián Piñera, acaba de realizar una gira asiática por China y Corea del Sur, en la cual si algo dejó claro el mandatario es que en su diccionario político el concepto de que los negocios son los negocios resulta sacramental.
Dentro de ese periplo del 22 al 29 de abril, la escala en China resultó definitoria, toda vez que el gigante asiático es, por amplio margen, el principal socio comercial de Chile, con un intercambio en ambas direcciones que en 2018 alcanzó 42 mil millones de dólares, y Beijing recibe el 32 por ciento de todas las exportaciones chilenas.
Dentro de estas, los productores de frutas, vinos y madera chilenos tienen en esa nación asiática su principal mercado, sin hablar del cobre, principal rubro de la economía de la nación austral, con un monto que sobrepasa los 16 mil millones de dólares.
En cuanto a las inversiones directas en Chile, el capital chino no es todavía muy voluminoso, pero esa situación pudiera variar en un tiempo relativamente breve si sigue al ritmo de los últimos dos años, cuando alcanzó un incremento superior al 200 por ciento, según datos oficiales.
Pero todo no es miel sobre hojuelas, porque la creciente presencia de China en las economías de América Latina no resulta bien vista en Washington, que con Donald Trump en la Casa Blanca ha vuelto a enarbolar la anquilosada doctrina de América para los americanos.
Así, apenas diez días antes de que Piñera tomara el avión rumbo a Asia, recibió en Santiago al secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, quien sin mucha diplomacia criticó tales vínculos y arremetió contra China calificando a las empresas de ese país, entre otros muchos epítetos, como “corrosivas”.
Incluso fue más allá y con bastante claridad amenazó a Chile con revisar con quien Washington comparte información en caso de que Santiago haga negocios con la empresa Huawey, el gigante de las telecomunicaciones que según la Casa Blanca está controlado por el gobierno chino.
La preocupación en este caso es obvia, pues está en ciernes un multimillonario negocio con esa firma para lanzar un cable submarino de fibra óptica desde China hasta Chile, que de materializarse rompería con el monopolio que hoy posee Washington en esa esfera.
Con esa disyuntiva sobre la mesa, finalmente el mandatario partió hacia el gigante asiático, donde a juzgar por la amplia cobertura brindada por la prensa chilena, el objetivo principal de la visita, reforzar y ampliar las relaciones económicas y comerciales con China, se cumplió ampliamente.
Allí Piñera no solo expresó el interés de Chile por sumarse a la iniciativa de la Franja y la Ruta, sino que invitó a los empresarios chinos a invertir en Chile e incluso sostuvo contactos en la ciudad de Shenzhen con directivos de Huawey.
Por lo demás, en su viaje el mandatario chileno hizo y dijo cosas que alborotaron el avispero de la política doméstica, pero que a la larga solo resultaron episódicos ante el peso del factor económico en los resultados de la visita, el principal motivo del viaje de Piñera.
Seguramente desde Washington deben haber seguido con mirada atenta la gira, y aunque la Casa Blanca no ha dicho nada hasta ahora, seguramente Trump y sus asesores en algún momento soltarán la lengua.
Si algo no deben temer es que el gobierno de Chile cambie su rumbo político, siempre atento a transitar el camino que traza Washington, pero al parecer está vez prevaleció lo que Piñera, como millonario empresario al fin, conoce y practica a la perfección: los negocios son los negocios.
Por Rafael Calcines
*Corresponsal de Prensa Latina en Chile.
Santiago de Chile, 30 de abril 2019
Crónica Digital /PL