A pocos días de celebrarse el Día Internacional de la Mujer, ese sector de la sociedad chilena reclama hoy sus derechos sociales y económicos representado por un movimiento feminista que gana en organización y amplitud.
Con esa fecha en perspectiva, este lunes varias estaciones del Metro de Santiago amanecieron con sus nombres cambiados por el de mujeres que realizaron grandes aportes al país y que en muchos casos son prácticamente desconocidas.
Los carteles fueron colocados subrepticiamente por la madrugada, y así, la estación Baquedano apareció como Violeta Parra, la de Universidad de Chile fue renombrada Elena Caffarena, y la de Cerrillos como Luz Donoso, entre otras.
Paralelamente, cientos de integrantes de la organización social Ukamau cortaron el tránsito en por lo menos tres puntos de la Avenida Bernardo O´Higgins, con una manifestación para convocar a la huelga feminista nacional prevista para el 8 de marzo.
Fuerzas especiales de Carabineros lanzaron chorros de agua para desplazar a las manifestantes, las cuales repartieron volantes en los que se exige “una sociedad donde todas y todos tengamos las mismas oportunidades para poder desarrollarnos, tener una calidad de vida adecuada y humana”.
Estas demostraciones tuvieron mayor impacto por realizarse en el llamado “super lunes”, cuando comienza del nuevo curso escolar y retornan al trabajo miles de personas tras las vacaciones de verano.
Las reivindicaciones del sector femenino de la sociedad chilena cobraron una fuerza extraordinaria a mediados de 2018, cuando lo que comenzó siendo una huelga contra comportamientos machistas en algunos claustros universitarios, se fue expandiendo a reivindicaciones más amplias que abarcaron un amplio abanico social.
Tal fue el auge de las demandas, que el gobierno de Sebastián Piñera, recién llegado a la presidencia en su segundo mandato, debió incluir el tema femenino en su agenda política, algo que no tenía contemplado ni siquiera en sus promesas de campaña electoral.
Las demandas del movimiento feminista se fundamentan en las profundas desigualdades que imperan en la sociedad chilena.
Por ejemplo, a pesar de existir desde 2009 una ley de igualdad salarial, esta parece haber quedado en letra muerta, pues según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en 2017 el ingreso medio de las mujeres ocupadas era 32 por ciento menor al de los hombres, y esa proporción ha cambiado muy poco desde entonces.
Asimismo el INE mostró que en 2018 la tasa de ocupación de las mujeres en trabajos informales, que no reciben beneficios sociales de ningún tipo, fue nueve por ciento mayor que la de los hombres.
Pero esas diferencias van mucho más allá, pues según datos de la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras la brecha se manifiesta incluso en la concesión de créditos comerciales.
Así, cuando una mujer decide emprender un negocio se le otorga un crédito a 32 meses, con una tasa de interés promedio de 14,4 por ciento, mientras que un hombre con igual objetivo lo recibe a 24 meses y con una tasa de 12,3 por ciento.
Lo mismo sucede si solicitan un préstamo bancario, en el cual deben pagar 12,4 por ciento más de intereses que los hombres.
Por Rafael Calcines Armas
Santiago de Chile, 4 de marzo 2019
Crónica Digital /PL