Tras una semana de ajetreo por una profunda crisis del cuerpo de Carabineros y de un prolongado paro portuario, el gobierno de Sebastián Piñera salió airoso de ambos trances y consiguió tener un respiro por Navidad.
El viernes, Piñera logró forzar la salida del general Hermes Soto como director general de Carabineros y poner en su lugar al también general Mario Rozas, quien tendrá la difícil misión de encabezar una seria transformación de esa institución armada.
Como el propio mandatario admitió el jueves al anunciar la solicitud de renuncia de Soto -quien se negó a dar ese paso voluntariamente- Carabineros está sumido en “una grave crisis de credibilidad, probidad y eficacia” a causa del uso y abuso de la fuerza que ha costado la vida de numerosas personas, y a mentiras, deslealtades y ocultamiento de la verdad a la justicia.
La situación de Soto se hizo insostenible tras aparecer en televisión el lunes un video con crudas imágenes del momento en que el joven mapuche Camilo Catrillanca era asesinado a mansalva por tropas especiales de Carabineros el 14 de noviembre último.
El homicidio causó un profundo malestar en el país y la exigencia en medios políticos y sociales de la renuncia de Soto y del ministro del Interior, Andrés Chadwick.
Piñera, quien hasta entonces le había brindado su total apoyo a Soto, tuvo que forzar su renuncia, pero mediante un enrevesado proceso legislativo que llevó este viernes a las dos cámaras del Congreso y a la Contraloría a realizar una maratónica jornada para hacer más rápida la salida del alto oficial de la jefatura de Carabineros.
Pero Soto no se va solo, pues además de los oficiales expulsados o que renunciaron como consecuencia del homicidio del comunero mapuche, el hoy ex jefe de Carabineros comenzó el jueves último los trámites para la renuncia de otros diez generales, lo que conllevará una renovación del alto manto de la institución.
Paralelamente, también este viernes finalizó la huelga más prolongada que se recuerda en el puerto de Valparaíso, el segundo más importante del país, al llegar a un acuerdo los trabajadores eventuales y la empresa privada TPS con la mediación de los ministros de Trabajo y de Transportes.
En el forcejeo entre los huelguistas y la empresa que duró 35 días porque la patronal ofrecía garantías muy inferiores a lo exigido por los estibadores para mejorar sus salarios y sus precarias condiciones laborales, el Gobierno no había intervenido por considerar que se trataba de “un asunto entre privados”.
Pero la escalada de violencia en los enfrentamientos entre trabajadores y carabineros en las calles de la ciudad portuaria y la posibilidad de que se extendieran los paros a otros importantes puertos del país en solidaridad con los huelguistas de Valparaíso, llevaron finalmente a la Moneda a tomar cartas en el asunto para conseguir algún acuerdo.
Ahora, con el fin de la huelga de portuarios y el cambio de mando en Carabineros, la tranquilidad parece volver a los pasillos de la Moneda, y Sebastián Piñera y sus ministros podrán tomarse un respiro por Navidad, si en el ínterin no surge alguna desagradable sorpresa.
Por Rafael Calcines Armas
Santiago de Chile, 23 de diciembre 2018
Crónica Digital /PL