Entre eufóricos abrazos de residentes a los soldados y el desborde de lágrimas en uno que otro rostro, quizás muchos compartían el sentimiento de dolor por las pérdidas de vidas de miles de civiles, entre ellos amados hijos, padres y otros familiares.
Desde zonas de las recién liberadas región de Ghouta Oriental y Ghouta Occidental, otrora llegaban a los vecindarios de Damasco, capital del país, y sus alrededores, andanadas de proyectiles de mortero que causaron miles de muertos y lesionados.
También las emociones afloraron al saber que en cada palmo de su terruño, luego de varios años de sufrimientos por los continuos abusos y asesinatos cometidos por el grupo terrorista Estado Islámico, no ocurrirán más actos de violencia, como afirmó un residente local.
Otro resumió un sentimiento colectivo refiriéndose a la derrota de las formaciones takfiríes en todo el sur de Damasco y zonas aledañas: ‘Lo que parecía un sueño hace tres años, hoy se convierte en realidad. Creo que aún estoy soñando’.
Y esa sensación de confort llegó cuando las tropas gubernamentales izaron la bandera nacional en astas de los liberados territorios de Hajar al-Aswad, el propio Campamento de Yarmouk y barrios contiguos como Yelda, Bebila y Beit Sehem.
Cuando en esos lugares brigadas de zapadores del Ejército laboran en la limpieza de minas sembradas por los terroristas, las autoridades tanto de las provincias de Damasco Campo, como de Damasco, capital de este país, iniciaron el proceso de reconstrucción de infraestructuras.
En muchas de las áreas de las que hace poco tiempo fueron evacuados o expulsadas las bandas radicales -ya sea el Estado Islámico, el Frente al-Nusra y el Ejército del Islam-, el visitante aprecia la apertura de las calles -ya sin escombros-, nuevos centros escolares y unidades de servicios de alimentos y vestuario.
Aunque la devastación de las infraestructuras en esos sitios resulta enorme luego de más de siete años de guerra fomentada por grupos terroristas, con apoyo financiero y logístico de Estados Unidos y otras potencias occidentales, la vida renace en las comunidades.
No pocos equiparan el completo éxito de las fuerzas leales a Damasco en el sur de este país árabe con el estratégico triunfo alcanzado en 2016 con la liberación de la ciudad de Alepo, otrora feudo de formaciones extremistas.
El propio Comando General del Ejército y las Fuerzas Armadas, sostienen en un comunicado que la nueva victoria es particularmente importante porque significa la eliminación total de los componentes más fieros de las organizaciones terroristas.
Ponderan además, que ese éxito, al precio de la sangre derramada por cientos de soldados de este país levantino, prueba la competencia de las tropas sirias para sellar la derrota del terrorismo, respaldado desde el exterior.
Ahora, con alrededor del 75 por ciento del territorio sirio bajo control del gobierno del presidente constitucional, Bashar Al-Assad, si bien las fuerzas gubernamentales dieron otro paso victorioso más en el combate contra las agrupaciones radicales, la lucha contra esos entes violentos prosigue.
No pocos expertos vaticinan, que otras batallas escenificará el ejército para desalojar de diversos territorios a dichas formaciones violentas, que como en el caso del grupo Estado Islámico o Daesh, alguna vez soñaron con que Siria fuera parte esencial de su califato.
Exterminados o evacuados los takfiríes de extensas zonas cercanas a Damasco, la lucha antiterrorista parece enfocarse en puntos como Idlib, provincia situada a unos 300 kilómetros al noroeste de esta capital.
También pudieran ser objeto de operaciones militares antiterroristas, con empleo de la aviación y fuego de artillería, Al-Tanf, zona ubicada a unos 200 kilómetros en la frontera con Iraq; y las sureñas provincias de Deraa y Quneitra, a unos 100 kilómetros al sur de esta capital.
Por Oscar Bravo Fong
Damasco, 22 mayo 2018
Crónica Digital /PL