Hace algunos días, el Presidente de Colombia y premio Nobel de la Paz, Juan Manuel Santos, anunció la creación del más relevante reconocimiento de la República de Colombia, el galardón Gabriel Betancourt Mejía, a quienes realizan un aporte sustantivo a la educación. Y anunció asimismo que la merecedora de este premio es Michelle Bachelet Jeria.
¿Qué hace que la hermana República de Colombia reconozca a nuestra Presidenta? La misma razón por la que hoy estamos reunidos junto a la Alianza Progresista.
Precisamente lo que en Chile algunos pocos se niegan a ver: el histórico paso que Michelle Bachelet impulsó para brindar más y mejores oportunidades para todas y todos, atreverse, jugársela por la igualdad, en un continente tristemente marcado por la desigualdad. Pero también, haber conseguido logros concretos y tangibles, en avanzar más allá, en pasar de los discursos a la acción, en correr el cerco de lo posible, con políticas públicas acompañadas del esfuerzo financiero que materializan estos ideales.
Se premia a Michelle Bachelet no por sus grandes sueños, que todos compartimos; se premia a Michelle Bachelet por comenzar a hacer realidad esos sueños.
La política actual vive momentos de desprestigio. En todo el mundo surgen movimientos que cuestionan a los partidos políticos. Una de las causas de ese desprestigio es clara: aquellos candidatos que prometen y luego no cumplen. Nuestros pueblos están escépticos precisamente porque no se hace lo que se dice.
Michelle Bachelet está en la otra vereda: es de aquellas líderes que se esmera en cumplir todos sus compromisos con los ciudadanos. Por eso es tan importante el reconocimiento que hoy recibe, porque es un reconocimiento a la política con mayúsculas, a la buena política. A la política progresista que cambia vidas con proyectos reales y responsables.
En su primer mandato la presidenta Michelle Bachelet sentó las bases de un sistema de protección social, con iniciativas tales como “Chile crece contigo” y la creación del pilar solidario del sistema previsional. Asimismo, con una política macroeconómica contra-cíclica, enfrentó las consecuencias de la crisis económica conocida como sub-prime, la más profunda crisis mundial desde la caída de Wall Street en 1929. Con un intenso gasto social el Estado salió en ayuda de los más golpeados, generando condiciones para la pronta recuperación de nuestra economía, transformándose en un caso de estudio a nivel mundial.
En su segundo mandato, Bachelet lideró reformas relevantes para enfrentar con decisión el drama de Chile: la desigualdad, y perfeccionar nuestra democracia. La reforma educacional, para garantizar la educación como un derecho y nunca más un bien de consumo, avanzando en gratuidad y calidad. La reforma laboral, que lamentablemente fuera parcialmente cercenada por el Tribunal Constitucional, que reconoce de mejor forma los derechos de los trabajadores para organizarse y negociar colectivamente, para mejorar sus condiciones laborales y en particular sus salarios. La reforma tributaria para avanzar hacia un sistema progresivo, que junto con aumentar la recaudación que financia las políticas sociales, radica la mayor recaudación de tributos en quienes ganan más. El fin del sistema binominal, reemplazándolo por un sistema proporcional e inclusivo, que garantiza que la voz de los ciudadanos expresada en las urnas tenga un fiel reflejo en la composición del Congreso. La creación de la institución del acuerdo de Unión Civil y la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales, ampliando los espacios de libertades, promoviendo la construcción de un país respetuoso de la diversidad, y reconociendo los derechos de las mujeres. Y además inició un proceso de diálogo ciudadano para las bases de una nueva Constitución imprescindible para construir una plena democracia con instituciones políticas a la altura de las demandas ciudadanas.
Podría estar toda esta mañana enunciando otras importantes iniciativas hechas realidad por la Presidenta Michelle Bachelet. Pero creo que las mencionadas dan cuenta de la enorme tarea transformadora de su segunda administración. No cabe duda: Chile es más justo después del gobierno de Michelle Bachelet. Pocos gobernantes pueden afirmar aquello.
¿Significa lo anterior, que toda la pega ya se hizo? Definitivamente no. Sin lugar a dudas queda mucho por hacer, pero hoy, incluso los conservadores hablan de gratuidad en la educación, aunque lamentablemente sus acciones concretas al respecto sean más bien modestas. Pero han debido modificar su lenguaje porque saben que con Michelle Bachelet Chile cambió, y deben tomar sus propuestas para no perder conexión con las demandas ciudadanas.
Aquí estamos los que nos hemos jugado siempre por los derechos humanos, por la igualdad, por los derechos de los trabajadores, de las mujeres, de los adultos mayores y de los niños, por la tolerancia, por la paz, por estados de bienestar que otorguen un piso de dignidad a millones y millones de ciudadanos. Que ese mundo progresista premie a Michelle Bachelet es un orgullo para todos los chilenos, y en especial, para los socialistas.
Aquí está la historia. Somos herederos de las luchas sociales y políticas más importantes de nuestra vida republicana. La lucha por limitar la jornada laboral y por la dignidad en el trabajo, por el voto femenino, por la reforma agraria y la sindicalización campesina, por la nacionalización del cobre; la lucha por la recuperación de la democracia y la reducción de la pobreza.
En Bachelet está representado la continuidad histórica de Chile, las tareas transformadoras de los presidentes Pedro Aguirre Cerda, Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende Gossens. Aquí estamos los que nos jugamos por la democracia en tiempos difíciles. Aquí está también representado el legado de los presidentes Aylwin Azócar, Frei Ruiz-Tagle y Lagos Escobar.
Pero este reconocimiento no tendría sentido sin un compromiso con el futuro de Chile.
Sabemos que el progresismo mundial vive momentos difíciles, amenazado por populismos emergentes de todo el espectro político. Y lo que viene cuando gobiernan esos populismos es conocido: nacionalismos, xenofobia, aislacionismo internacional, pobreza, descalabro económico. Nosotros tenemos el deber de advertir de aquellos riesgos y proponer un mejor camino, un camino para construir una patria más justa y democrática.
En Chile subsiste todavía una profunda desigualdad. Nuestros compatriotas viven atemorizados, con una permanente sensación de desprotección. Temen perder el trabajo, porque el seguro de desempleo no los protege adecuadamente mientras encuentran uno nuevo. Temen que se enfermen sus hijos, y no tener acceso a una prestación rápida y oportuna de salud. Temen jubilar, porque los montos de las pensiones del sistema de AFP son tan bajos, que no garantizan la dignidad mínima que merecen los adultos mayores.
Por ello debemos avanzar hacia un Estado de Bienestar, fortaleciendo el sistema de protección social, que dé la mano a quien se tropiece en el camino de la vida, para que pueda ponerse de pie para seguir caminando junto a esta gran familia llamada Chile.
Nuestra economía todavía excesivamente intensa en explotación y exportación de materias primas sin valor agregado. Debemos avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo inclusivo, que de un salto en ciencia, tecnología e innovación, para hacer de la nuestra una economía que compita de mejor forma en un mundo globalizado y que garantice que los frutos del progreso lleguen a todas y todos.
Debemos continuar ampliando los espacios de libertad cultural y respeto a la diversidad, erradicando toda forma de discriminación.
En Chile se da el absurdo que conforme a la Constitución vigente, impuesta en dictadura, lo que se ve agravado por la composición del Tribunal Constitucional, nuestras ideas, las ideas de las gran mayoría de los chilenos, son ideas inconstitucionales. Por ello debemos promover una nueva Constitución nacida en democracia en la que todos nos sintamos representados y de la que todos nos sintamos orgullosos, incluso aquellos que se oponen a una nueva Constitución.
Pero para que estos desafíos se hagan realidad – fortalecer el sistema de protección social, avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo, erradicación de toda forma discriminación, y profundización democrática a través de una nueva Constitución- debemos promover un amplio diálogo de todos los actores comprometidos con las transformaciones que Chile necesita.
El desafío consiste en generar espacios de convergencia para construir una amplia mayoría social y política por los cambios, sin espacios para el sectarismo y la exclusión. Nadie sobra ante este desafío. Porque podemos ser mayoría en la sociedad, como lo refleja la composición actual del Congreso, pero si estamos divididos seremos nuevamente derrotados. La unidad de todos los progresistas -reitero- sin sectarismos ni exclusiones, es la única vía para garantizar los cambios que Chile necesita.
Permítanme terminar mis palabras recordándoles la noche del triunfo de la primera elección de Michelle Bachelet como Presidenta de la República.
Recuerdo como si fuera ayer. A un costado de la iglesia de San Francisco se congregaba una multitud que celebraba la victoria electoral. Ustedes bien saben que cada vez que hay una actividad masiva emergen los vendedores ambulantes que con enorme creatividad venden todo tipo de accesorios relacionados con el evento respectivo. Banderines, cintillos, camisetas… lo que venga a la imaginación. Esa noche a alguien se le ocurrió fabricar bandas presidenciales. ¿Se acuerdan?
Una mujer compró una banda presidencial y de forma automática muchas otras hicieron lo mismo. Los hombres que las acompañaban les compraban también bandas. Y con mucho orgullo miles de mujeres se pusieron la banda. No hay imagen más maravillosa que refleje la emoción de esa noche que miles, cientos de miles de mujeres portando con orgullo la banda presidencial.
Debo confesarles que soy renuente a comprar accesorios en actos masivos. Pero esa noche no pude evitar la tentación. Le compré bandas a mi madre, mi hija, mis hermanas, a todas las mujeres de mi familia.
Porque esa noche Chile fue testigo que una mujer no solo podía ser presidenta sino que una mujer había sido efectivamente electa por primera vez en nuestra historia. Porque con Michelle Bachelet entraron a La Moneda todas las mujeres de Chile, y de su mano también los hombres de nuestra patria, orgullosos de un país que supera paso a paso los prejuicios, la ignorancia y la discriminación que por tanto tiempo ha hecho tanto daño.
Por ello, orgullosos de haber sido testigos y protagonistas de un episodio luminoso de la historia reciente de nuestra patria, hoy, junto con realizar este reconocimiento a la Presidenta Michelle Bachelet Jeria, reiteramos nuestro compromiso por Chile justo, libre y democrático.
Muchas gracias.
Santiago de Chile, 30 de abril 2018
Crónica Digital