La primera respuesta positiva desde Zagreb se produjo en menos de un mes, cuando su ministro de Transporte, Oleg Butkovic, viajó a Belgrado para suscribir un acuerdo con su par serbia, Zorana Mihajlovic para modernizar el ferrocarril entre las dos capitales.
A mediados de abril, en visita de buena voluntad, llegó a Belgrado una delegación de la Asamblea (parlamento) de Croacia, encabezada por su presidente, Gordan Jandrokovic, bien recibida en el legislativo serbio y con un programa que incluía una audiencia con el presidente Vucic.
Sin embargo, todo se malogró cuando el diputado y presidente del Partido Radical (oposición) Vojislav Seselj publicó una nota en la cual afirmó haber pisoteado la bandera croata dispuesta en la sede del parlamento y pronunciado frases ofensivas a la delegación visitante.
La reacción de Zagreb fue poner fin de inmediato a la visita y ordenar el retorno de sus diputados.
Posteriormente, declaró persona no grata a Aleksandar Vulin, ministro de Defensa de Serbia, quien pretendía participar en un acto por las víctimas del fascismo en el campo de concentración de Jasenovac, donde fueron exterminados no menos de 100 mil civiles serbios, gitanos y judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
Las autoridades de Belgrado al más alto nivel condenaron en los términos más severos el comportamiento del diputado Seselj, pero consideraron sobredimensionada la decisión del gobierno croata sobre Vulin y anunciaron una respuesta con medidas simétricas.
El ambiente se enrareció aún más cuando se conoció por medios de prensa que en la ceremonia oficial en Jasenovac, encabezada por el primer ministro, Andrej Plenkovic, aparecieron ex integrantes de las fuerzas paramilitares nacionalistas croatas en los 90 y desplegaron una bandera nacional en la que estaba escrita una consigna fascista.
Belgrado denunció lo que califica de afrenta a las víctimas de las fuerzas ustachas (fascistas) del régimen pro nazi de la Croacia de entonces, sobre todo porque no hubo una respuesta contundente de las autoridades de Zagreb ante un suceso de tanta gravedad y condenado en cualquier otro país de Europa.
Serbia llamó la atención también de que la Unión Europea es generalmente muy ágil en reaccionar cuando un acto de esta naturaleza ocurre en un estado no miembro, pero laxa cuando se trata de uno de sus integrantes.
Estos hechos, y sus inmediatas consecuencias, pudieran poner en peligro la programada visita a Serbia de la presidenta de Croacia y propinar un serio revés al curso de normalización y progreso de las relaciones bilaterales, importante en una región plagada de viejas heridas aún sin cicatrizar y otras nuevas demasiado frescas.
Por Roberto Molina Hernández
Belgrado, 25 abril 2018
Crónica Digital /PL