En una casa de clase media baja en la comuna de Macul, es donde vive una particular familia, los Pereira. Descabellados, ridículos e incoherentes cada miembro piensa que es mejor que él otro, se insultan y descontrolan fácilmente. Son cómplices en un juego de conversaciones delirante y a veces fuera de la lógica clásica que impone la sociedad, sus mentes se descarrilan y con vehemencia pasan de un diálogo a un canto paradojalmente afinado.
La abuela (Anita Reeves) en silla de ruedas, pide su comida y sus remedios, mientras que Solange es la seductora mamá (Katyna Huberman), que sin ningún pudor sale de compras llevando puesto solo una toalla de ducha. Completan la escena sus hijos: Jack (José Raffo), un actor de segunda, que no le ha ganado a nadie y que dice codearse con gente de la tele y la hija Rose (Valentina Parada), que por algún motivo -aspiracional o disfuncional- habla con acento francés. Todo transcurría dentro de lo que se podría llamar “normar” con un living viejo, un patio que tiene plantas plásticas y de adorno un cajero automático. Cuando aparece el hijo mayor después de 8 años de haber dejado a su familia y ahora convertido en candidato a alcalde por San Miguel.
Juan Pereira (Mario Ocampo), más culto y más racional viene para convencer a su parentela de que se enfrenten a la prensa con un poco de normalidad y los soborna para que den una buena imagen al periodista (Alvaro Valdebenito) que los entrevistará, pero además el aspirante a político se encuentra con un nuevo miembro en la familia, un adoptado que debería haber sido un niño pero es un anciano, por tanto, no le queda otra que hacerlo pasar frente a las cámaras como el abuelo de este clan.
“El desmontaje de los Pereira”, del joven director Pablo Greene, quien ya hace tiempo viene dirigiendo este tipo de obras como lo fue “Trilogía Equipo: Humor negro en tres capítulos”. Nos presenta ahora una pieza teatral que bordea lo absurdo, una comedia negra que nos da pinceladas de nuestra sociedad a través de esta delirante familia. El montaje está a cargo de la compañía Equipo Teatro y que mejor escenario que el principal de Matucana 100 a pasos del Barrio Yungay, donde se presentará hasta el 17 de marzo.
Es una obra que cautiva la atención del público, que a lo largo de su único acto mantiene las constantes risas del espectador. Es rápida, fácil de digerir, con un ritmo donde no existen los silencios ni los espacios vacíos y por sobretodo coléricamente absurda, que es finalmente lo que provoca la risa. Si bien hay indicios de lo que podría ser una crítica social solo se queda en la insinuación, ya que los momentos de irrealidad -que asumen a la perfección los actores- descomponen el diálogo coherente e hilvanado de la escena.
El delirio de grandeza, un hogar disfuncional, el desafecto familiar, el abandono en que muchas veces están los ancianos, la soledad, las apariencias, son aspectos que aborda esta obra. Entonces tenemos a una madre que trata de traidor a su hijo por ser candidato por San Miguel y no por Macul, incluso grita que “Los Prisioneros” están sobrevalorados en ese sector. A un político “Chanta” que pretende engañar a los televidentes y que lo único real que tiene es un reloj rojo al estilo Piñera y una polera con su nombre. El mediocre actor sobreactuado, hijo mimado, que descarga su irá ridícula sobre toda la tribu y finalmente la abuela que se para de su silla de ruedas, no por un milagro, sino por ser la más cuerda y sabia de los Pereira. Mientras que la hija se enamora del periodista y ya no se le enreda la lengua, desapareciendo ese estilo afrancesado al hablar.
La música, las luces y la escenografía andan muy bien. Pero quien se roba literalmente la película es el actor José Antonio Raffo en el papel de Jack. En televisión lo hemos visto como carabinero en “Pobre Gallo” y hoy como Carlitos Moller en “Perdona Nuestros Pecados”, su expresión facial, sus movimientos y gestos corporales son de una vitalidad y claridad notable, llenando cada espacio. Convengamos que no estamos frente a una gran obra, pero si ante un buen elenco, que desarrolla muy bien este género, que de pronto gusta por la parodia misma del representar a una familia que podría existir.
“El Desmontaje de los Pereira” nos llama a reflexionar Independiente de la locura y el desenfreno, de que hay núcleos parentales distintos, que tenemos que sincerarnos con nosotros mismos, puede haber un político con una familia atípica y un actor con una madre que su sueño sea hacer un films porno. Es un montaje que en el cual los personajes -por muy delirantes que sean- te harán recordar a uno real que quizás conociste en algún momento o lo tienes cerca en tu propia familia.
Por Miguel Alvarado Natali
Editor de Cultura
Crónica Digital
Santiago de Chile, 13 de Marzo 2018
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