Estamos viviendo un momento histórico de gran complejidad y riesgo y, asimismo, de significativas posibilidades de desarrollo democrático.
El informe preparado para la reunión del Foro Económico Mundial que se realizó en estos días en Davos, refería que los principales problemas que plantean empresarios y expertos consultados para este y los próximos años son un declive económico, una confrontación política entre potencias con riesgo de uso de armas de destrucción masiva y los fenómenos meteorológicos extremos. (E.M.18.01.2018). El “reloj del Apocalipsis”, que simboliza cuan cerca estaríamos del fin del mundo a manos de los propios humanos, marcó dos minutos para la “medianoche”, por el riesgo creciente de una guerra nuclear y lo impredecible que puede ser Donald Trump. Ciudad del Cabo, la mayor ciudad de Sudáfrica tiene agua para 100 días. Uno de los candidatos a la Presidencia de Brasil, del partido social liberal de extrema derecha y segundo en las encuesta, ha dicho, entre otras cosas, que el error de la dictadura “fue torturar y no matar”, (EM, 25/01/2018). En Chile, el candidato fascista sacó más de un 7% de los votos y su grupo de choque ha asaltado la CUT y, lo más probable, es que sea responsable de la destrucción del memorial a Guerrero, Nattino y Parada.
Parece una enumeración alarmista. Lamentablemente no lo es. Es solo una recopilación de informaciones publicadas por el decano de prensa nacional, que reflejan el momento histórico que estamos viviendo.
La historia nunca se repite igual, la hacemos los seres humanos, pero los procesos históricos cursan por fases y momentos históricos en los cuales se viven situaciones análogas, esencialmente similares. En síntesis, se podría decir, que cada fase histórica vive momentos de estabilidad, crisis y transición. Hay ciertos rasgos comunes en cada uno de esos momentos históricos.
Si uno observa momentos análogos en la historia reciente, los 20-40, los 50-70, podrá ver la similitud. Algunas de las características de los momentos de crisis sistémica y de los de transición para resolver la crisis.
Han implicado grados importantes de inestabilidad y la instalación y disputa de diversos proyectos para resolverla.
Ha sido propio de estos momentos históricos, y tienden a manifestarse también en la actualidad, la emergencia de movimientos sociales, el surgimiento de nuevas demandas que el sistema no puede resolver, la crisis de la política y del sistema de fuerzas políticas que fueron las gestoras, conductoras y administradoras de la fase en crisis, el surgimiento de nuevas fuerzas políticas en todo el espectro político y los esfuerzos por reformularse de aquellas que condujeron y administraron la fase en crisis, que intentan levantar propuestas de solución; el desprestigio de las instituciones y, por cierto, la resistencia de los grupos dominantes y hegemónicos del orden en crisis a cualquier cambio por todas las vías posibles, entre otros.
Fue en uno de esos momentos históricos, en el siglo XX, en los que surgió el fascismo y culminó con una guerra mundial, un cambio de fase del capitalismo (la más democrática de su historia) y las primeras experiencias socialistas. En otro de esos momentos, fue la intensidad de los 60/70: fue la Revolución Cubana, las guerrillas, Viet Nam, la lucha por los derechos civiles en EE.UU. y el asesinato de Kennedy, el 68 francés, el fin de los estados de bienestar, la caída de los “socialismos reales”. Sintéticamente.
Nuestro país ha vivido estos momentos a plenitud. En los 20/30, fue inestabilidad (más de una decena de gobiernos en 12 años), dictadura, milicias civiles, entre otras cosas. En el otro, fue la revolución en libertad, el gobierno popular, la dictadura fascista.
De esas experiencias es pertinente sacar enseñanzas. La historia la hacen los pueblos y si las experiencias anteriores tuvieron tanto costo para nuestro país, una causa fue la principal: la división de las fuerzas democráticas y progresistas, la centroizquierda como se le denomina hoy..
La derecha política y económica, así ha sido en la experiencia histórica, es capaz de cualquier cosa para defender sus privilegios e intereses: matar comandantes en jefe, dar golpes de estado, aplicar terrorismo de estado, asesinar a miles, violar los derechos humanos, todo sea por mantener sus privilegios (no por defender a la “clase media”, como gusta engatusar, sino solo sus negocios).
Su actitud hoy no ha variado. La agresiva campaña electoral de la derecha económica y política – incluida campaña del terror y la aparición de grupos fascistas – rechazando toda reforma impulsada por el actual gobierno – con la complicidad de algunos personeros de la alianza gobernante – , con un discurso catastrofista sobre la situación económica (basado, entre otros antecedentes, en los datos falseados por el Banco Mundial), con sus ataques a lo Trump contra los migrantes, que amenaza con eliminar todas las reformas impulsadas por el actual Gobierno – imitando, otra vez, a su mentor del norte que intenta hacer algo similar con las reformas de Obama – y, pretendiendo, como lo hizo en su momento la dictadura, en la cual parece inspirarse, de volver a convertir los pocos derechos recuperados en negocios (bien de consumo, como gusta decir al electo y a algunos de sus ministros designados), son una muestra de ello.
No es algo nuevo, la derecha conservadora se cruzó en las reformas que impulsó A. Alessandri en los 20, obligándolo a renunciar. Pese a apoyar a E. Frei el 64, se opuso a las principales reformas que este impulsó.
Si en los 30 se pudo avanzar en algunas reformas fue por la unidad de las fuerzas democráticas. La división de estas por la presión de los sectores oligárquicos de derecha del Partido Radical, detuvieron ese proceso, esa unidad fue destruida. Las consecuencias se conocen. La Ley Maldita que ilegalizó y persiguió a los comunistas y otras fuerzas democráticas, la pérdida del Partido Radical de su rol determinante en la política Chilena.
Lo que llama la atención es que sectores de la Nueva Mayoría hoy intenten repetir esa historia trágica para los chilenos.
La virtud de la Nueva Mayoría es que ha intentado cambiarla. Lo que intentan los Piñera, las Aylwin, los Burgos, Martínez, los Garretón, los Lagos y otros personeros del conservadurismo DC y de otros partidos de la NM, y, para ello incluyen hasta una campaña anticomunista al estilo de la guerra fría, es retrotraer esas reformas democráticas necesarias.
Pareciera que hay personeros de la vieja Concertación que prefieren repetir la historia.
Fue esa política la que llevó a los momentos más negros de la historia contemporánea. Fue esa política la que llevo a un sector de la DC a aliarse con la Derecha en la CODE para oponerse al Gobierno del Presidente Allende y que terminó por hacerla cómplice del Golpe de Estado del 73.
Parecen no sacar lecciones de su propia historia. La izquierda y el progresismo si las ha sacado. ¿Es que un sector de la DC pretende repetir la tragedia de los 70, ahora bajo el argumento de privilegiar una supuesta identidad, y volver a favorecer los planes de la peor derecha de nuestro país? ¿Es que un sector del PR quiere repetir el triste papel de quienes traicionaron a Pedro Aguirre Cerda?
Que el fascismo pudiera triunfar fue posible, entre otros factores, por la división de las fuerzas democráticas y transformadoras.
Es lo que, pareciera, algunos quieren que volvamos a vivir hoy.
La experiencia histórica parece indicar que no es un buen camino. En nuestro país y en el mundo, la experiencia parece mostrar que tiene mal destino.
Cambiemos la historia.
Jaime Insunza B.
Profesor de Historia
Santiago de Chile, 27 de enero 2018
Crónica Digital /PL