La derrota electoral del conglomerado de centroizquierda en los comicios presidenciales del domingo 17 de diciembre ha sido contundente y superó lo que esperaban los observadores y analistas políticos, y los propios protagonistas de la contienda. Pero la historia ofrece nuevas perspectivas y desafíos a la izquierda, a la centro izquierda y los sectores progresistas.
Al mismo tiempo y con toda razón el diputado Marcelo Díaz el primer integrante del comando de Guillier en dar la cara cuando el desastre era ya inocultable, asumió que “la responsabilidad es nuestra”, saliendo al paso a quienes intentaban ya trasladar las culpas al Frente Amplio o a factores indeterminados.
Es indudable que se cosecha lo sembrado, y durante el proceso electoral y presidencial que culminó este 17 de diciembrde, con la derrota de la Nueva Mayoría, y el correspondiente triunfo, más allá de todo cálculo, del candidato derechista empresarial, Sebastián Piñera, confirma el aserto.
La incapacidad de la coalición de gobierno de llegar a acuerdos dentro del bloque para programa, mecanismos electorales. acuerdos e incluso el cumplir sus juramentos en torno a un proceso de elecciones primarias para definir democráticamente las candidaturas presidenciales, el retiro de la Democracia Cristiana del bloque en pos de un ilusorio camino propio, de una supuesta identidad y un destino ético, terminaron de desprestigiar al bloque ante los ciudadanos.
El desplante del Partido Socialista frente a la candidatura en marcha de Ricardo Lagos, y su reemplazo por una figura mediática, pero claramente inexperta en los procelosos mares de la intriga politiquera en curso, pero fue otro signo de decadencia de las formas y buenas maneras en el bloque oficialista.
Nadie se preocupó en ese momento del emergente Frente Amplio y del significado profundo de su reflexión y su accionar, político, ético y social, a quienes se miró de costado por su lenguaje altanero. sus pretensiones hegemonistas y fundacionales. (Muchos se olvidan de su pasado político y generacional cuando hablaban de una revolución en libertad de 30 años o de un destino manifiesto sin límites en el horizonte revolucionario)
La Nueva Mayoría, o lo que queda de ella en el escenario político nacional, y todos y cada uno de sus partidos, deberá hacer un severo, objetivo, racional y descarnado examen de su conducta en los últimos años. No tienen derecho a engarzarse en trifulcas intestinas, y asumir con entereza los próximos desafíos
Y nadie se escapa de ello, aunque algunos, en la Democracia Cristiana, por ejemplo , hayan intentado eludir ese proceso, con el proyecto de recuperar la imagen propia, presentarse como adalides de la ética en la política, enmascarando algunos conocidos “Duques”, sus afanes divisionistas y saboteadores al servicio de la Derecha, como la señora Mariana Aylwin o el ”académico”, Sr. Gutemberg Martínez, que han terminado donde siempre han debido estar, en la Derecha.
El triunfo de la candidatura Piñera y su conglomerado de partidos políticos de la derecha (UDI, RN PRi), de la derecha populista y “renovada” (Evopoli y Ossandón), y de los remanente del facismo pinochetista ( José Antonio Kast), y del empresariado, sobrepasó sus fronteras partidistas y “gremiales”, y sin duda abarcó también a sectores poco estudiados por la sociología política nacional, una capa identificada con el modelo de mercado y su culto al “emprendedor” y a una supuesta ”clase media aspiracional”, a una filosofía ramplona pero práctica del individualismo en contradicción a la de los intereses colectivos o de la solidaridad.
Sin duda la candidatura Piñera , al obtener nacionalmente el 54.57 por ciento del electorado, constata que comunicó mejor , logró “ vender” mejor el producto Piñera, con un mensaje persistente y convincente, orientado a activar emociones, prometer “tiempos mejores” indeterminados e indefinibles, pero sonoro y atractivo al “consumidor”, ( algo así como “Coca Cola refresca mejor”), reavivó temores atávicos instalados por la dictadura (campaña del terror), en contraste con un mensaje que según atestiguan los resultados no convenció a la mayoría necesaria para que Guillier hubiera sido el preferido por los votantes.
Aunque de todas formas, no es posible desconocer al electorado que entregó su preferencia a Guillier, cuya cifra nacional, fue de 45.43 por ciento, y en algunas comunas populares, mayoritario, lo cual es un dato estratégico a considerar en el análisis, y sobre todo en las perspectivas a futuro, si es que el resto del análisis completa un examen autocrítico más exhaustivo.
Pero más allá de la necesidad intelectual y política del análisis que profundice en las características, conductas, pensamiento que mueve a una sociedad en proceso de modernización y de cambio de parámetros, lo que debe ocupar los espacios de reflexión de los partidos y liderazgos, son los retos, tareas, estrategias, tácticas, pasos, compromisos, inmediatos y a futuro de las fuerzas hoy derrotadas.
Y entre las premisas de este ejercicio es la consideración vital de que no hay tiempo para la inacción, para las lamentaciones. Pero la reflexión no puede ser ajena a un reconocimiento de la sociedad, a un reconocimiento o una lectura serena, objetiva hasta el rigor realista, del escenario político social.
Es vital reconocer si las respuestas dadas a las interrogantes de los ciudadanos, del pueblo, de las personas,, corresponden a las demandas, ilusiones, perspectivas de futuro de ellos, en un mundo en acelerado proceso de cambio.
De lo que se trata es – como se trata de un dato objetivo de la realidad- de reconocer la derrota electoral como tal, lo que no significa que se asuma el revés como una derrota política.
Aquí la lógica es otra y tiene que ver más, que ver con una práctica partidista, con una concepción histórica de la lucha social, y que como lo decía el poeta y el cantor español “se hace camino al andar”.
Un análisis del comportamiento electoral constata que los ciudadanos entendieron que lo que estaba en juego eran más que postulantes de mayores o menores méritos comunicacionales o discursivos, sino que el modelo y ello definió su adhesión.
Vitacura voto en un 87.99 por ciento por el modelo neoliberal (Piñera), en tanto San Ramon votó en un 55 por ciento por mantener y profundizar el proceso de reformas del gobierno de Michelle Bachelet., confirmando las raíces sociales y económicas, que se formulan a través del voto o posición política.
Pero la historia no se termina con este 17 de diciembre y el triunfo circunstancial de la derecha, por más que repugne a algunos, es un detalle de la historia, y un incentivo a quiénes sienten que sus deberes con la Patria, la historia y su pueblo no terminan en un hecho electoral dado.
Y entre las premisas de este proceso resalta la consideración vital de que no hay tiempo para la inacción, para las lamentaciones. La reflexión no puede ser ajena a un reconocimiento de la sociedad objetiva, a una lectura serena, objetiva hasta el rigor realista, del escenario político social. Y con modestia, pero con seriedad reconocer si las respuestas dadas a las interrogantes, corresponden a las demandas, ilusiones, perspectivas de futuro de las personas reales, en un mundo en acelerado proceso de cambio.
No hay espacio para actitudes escapistas como irse a meditar al desierto o subir a expiar las culpas en lo alto de la montaña.
La experiencia dice que hay que aprender del pueblo, pero para eso hay que estar en medio de él , sin la prepotencia de quienes buscan dar clases, lecciones.
Lo que se impone es un ejercicio de reflexión crítica, que dé respuesta a las interrogantes objetivas que deja el proceso electoral presidencial, sin el consabido ajuste de cuentas, o de noches de cuchillos largos, acusaciones mutuas, a los que son tan aficionados algunos círculos de la izquierda tradicional. Y que los ciudadanos rechazan y en definitiva castigan.
Por cierto no corresponde y es francamente más que innecesario, una irresponsabilidad, un grave error político tanto como una tontería, calificar de “idiotas” a los que no votan como nosotros.
Ya hemos hablado de la mala costumbre de evadir las responsabilidades políticas propias, con una pretensión altanera de estar tocados por la vara del Espíritu Santo y ser portadores de las verdades absolutas o peor aún, de que “la historia comienza con nosotros”, a los que tan dados son los nuevos Mesías, que surgen cada cierto tiempo en la historia de los pueblos.
De lo que se trata es de reconocer la derrota electoral como tal, lo que no significa que se asuma el revés como una derrota política.
La historia ofrece nuevas perspectivas y desafíos.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 19 de diciembre 2017
Crónica Digital