Al ser testigos del fuego amigo y no amigo entre los diferentes candidatos de las derechas, los centros y las izquierdas políticas, cabe preguntarse por la importancia de las bases programáticas de cada una de las candidatas y candidatos a la presidencia. ¿El programa presidencial es algo importante para estos actores?… aparentemente si. ¿La coherencia entre el Programa Presidencial y los Proyectos de Sociedad de los Partidos Políticos Estratégicos y de Gobierno que permiten los soportes de los candidatos es lineal?… esa respuesta no es tan simple.
Todos los partidos del sistema de partidos, debiesen ofrecer un Proyecto de Sociedad y de Gobierno sobre el cual proyectar tanto a su base burocrática y de militantes como a la sociedad en general. Más allá de lo que exige la nueva ley de partidos políticos, dichos proyectos de sociedad deben ser logrados en sus ritos organizativos como Congresos Partidarios legítimos, siendo conocidos por una sociedad civil u opinión pública mayoritaria. Ese, es un supuesto difícil de concretar o verificar ante lo evidente.
Según indica la clásica teoría de partidos la evolución de cada conglomerado se va complejizando a medida que lo hace la sociedad, implicando un avance desde “partidos de Notables” a los más pragmáticos “Atrápalo todo”, pasando por los de “Masa – Burocrático” (muy ideologizados). Se podría afirmar que hasta 1973, Chile gozó de un sistema multipartidista moderado que cumplió con Proyectos Políticos Trasformadores de sociedad, siendo emblemáticos los de la DC, el PS, el PC y el PR, en dicho cumplimiento.
Durante la dictadura los partidos debieron luchar por la supervivencia física y humana de sus militantes y la recuperación de la democracia. Una vez logrado, asumieron una realidad social donde las conductas, valores, épicas y proyectos quedaron supeditados a la Transición Democrática con toda su institucionalidad asociada. Más allá, o junto con dicha situación, ocurrió algo que se encuentra muy estudiado, pero no por ello, innecesario de recordar. La dictadura ‘Cívico – Militar’ instaló exitosamente un proyecto cultural, centrado en el neoliberalismo permitiendo una sociedad del consumismo (no del consumo) anclada en un individualismo patológico en el cuerpo social, donde los partidos políticos no cumplen con la intermediación necesaria para la satisfacción de las necesidades de estos ‘consumidores ciudadanos’, dado que ellos no precisan de partidos u organizaciones colectivas para estar mejor, y si se colectivizan, lo hacen en clave individualista y no colectiva o comunitaria, en lo general.
Con ello, los partidos políticos, más que representar en condición de la intermediación ‘Estado/Gobierno – Sociedad’, se gubernamentalizaron en clave de individualización de la política (así lo indica el PNUD 2014 en su informe de Auditoría de la Democracia), explicándose, entre varias aristas de sus comportamientos, el referido a los cuestionables Proyectos Políticos Transformadores de la sociedad, centrados sólo en un muy buen diseño de políticas públicas, logro de gobernabilidad y ahora gobernanza en lugar de posibilidades reales equidad social.
En este sentido, los programas presidenciales en general, sin perjuicio de los loables esfuerzos que realizan sus comandos, se dificulta creer en la coherencia lineal entre Proyectos Políticos Transformadores y sus representados. ¿Cómo salir de este vicio?. Una alternativa es desmontando una superestructura cultural hegemónica neoliberal centrada en un individualismo patológico. Pero por otro lado, ¿cómo lograrlo cuando existe un acuerdo mundial que tiende a recetas más “pragmáticas” en pos del Desarrollo Nacional Globalizado?. Otro acercamiento puede ser, preliminarmente, por medio de la profundización de grados de conciencia de la necesidad de superar tales arreglos que han permitido desigualdades naturalizadas.
Teniendo acuerdos programáticos partidarios y de sociedad civil que redunden en los de Gobiernos y Congreso, acompañándolos de acciones de consecuencia política que permitan probidad, participación democrática, entre otras. Avanzando hacia una ética y moral de la pluralidad, la democracia participativa, la tolerancia, el compromiso colectivo, respeto al medio ambiente, fraternidad e igualdad. Esto es, una República de nuevo cuño. Muy probablemente contribuya profundizar el Proceso Constituyente ya iniciado para tales propósitos.
*Por José Orellana. Geógrafo, cientista político, docente de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Doctor © en Estudios Americanos Instituto IDEA, USACH.
Santiago de Chile, 22 de noviembre 2017
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