Falta tiempo, al menos eso parece después de un final inesperado en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Chile, que dejó un escenario abierto y ninguna claridad de favoritos.
Un duelo entre el magnate conservador Sebastián Piñera y el senador independiente de centroizquierda Alejandro Guillier. Arrastrados por las encuestas, los pronósticos llegaron incluso a dibujar un “triunfo por goleada” del ex mandatario.
Aunque Piñera se esforzó en las últimas horas por mostrar tranquilidad y convencimiento de su 36,74% fue muy bueno frente al 22,70% de Guillier, el nerviosismo es visible en el comando del político de derecha.
Otra realidad estaba en el ambiente por obra y gracia de las ahora vilipendiadas encuestadoras, que habían sido acusadas con frecuencia de ser demasiado afines al hombre que dirigió el Palacio de La Moneda de 2010 a 2014.
Hubo varios fiascos el domingo en los sufragios. El primero, Piñera no logró el 44% soñado por el Centro de Estudios Políticos (CEP), bien alineado a sus intereses. Luego, el Frente Amplio (FA) de Beatriz Sánchez aplastó las predicciones.
El 20,27% de Bea (como se le conoce a Sánchez) fue muy potente, con un mensaje capitalizado por el propio Gobierno de Michelle Bachelet y la izquierda: los chilenos están por las transformaciones, el cambio.
Transcurridas las primeras 24 horas postelectorales, se dieron las primeras maniobras. El ultraderechista José Antonio Kast, instalado con casi el 8% de apoyos, entregó su apoyo incondicional a Piñera.
Pero más temprano que tarde, la Democracia Cristiana (DC), que obtuvo apenas el 5.8%, también hizo lo mismo con Guillier en medio de una crisis que provocó la caída de su líder hasta entonces de la senadora Carolina Goic.
Como ya lo había adelantado, el candidato del Partido Progresista, Marco Enríquez-Ominami, quien en su tercer intento por llegar a La Moneda logró su peor registro con 5,7%, se alineó con Guillier.
Si Piñera está claro que no serán suficientes los votos de Kast para imponerse, el senador que es la carta del oficialismo tuvo una rápida lectura similar respecto a las sumas y su subjetividad.
El ex jefe de estado apunta a un segmento de la DC y de electores de centro que no están conformes con la Nueva Mayoría, la coalición de centroizquierda en línea con el legislador. La cifra soñada es rebasar el 50% de respaldo.
Otra esperanza de Piñera es que el Frente Amplio se disgregue o divida en si se decanta por Guillier o prefiere el abstencionismo, porque es evidente que nunca se pasará al bando de la derecha.
Como quiera que la fiabilidad de las encuestadores se derrumbó por completo, habrá que encomendarse a chamanes y cartománticos (abundantes en Chile) para saber por dónde van los tiros.
Bea fue vertical al término de las votaciones el domingo. “Votar por Piñera es un retroceso. A mí me gusta que las cosas se conversen desde abajo y lleguen hacia arriba. No me gustan las cocinas. No quiero que entren diez personas a un diálogo, ni ocho ni siete”.
Guillier, en tono contemporizador, declaró que con Beatriz Sánchez “no somos ni siquiera rivales, somos amigos desde hace mucho tiempo. Sería un sueño que el Frente Amplio se sumara (en un eventual gobierno suyo) (…).
En cualquier caso, no se puede olvidar que el abstencionismo fue enorme en la primera vuelta de los comicios, con el 46% de los votantes en las urnas, o sea menos de la mitad de los 14 millones de chilenos convocados.
Por Fausto Triana
Santiago de Chile, 21 de noviembre 2017
Crónica Digital /PL