El próximo 27 y 28 de noviembre gran parte de los estudiantes que egresan de IV medio, tendrán que someterse a una nueva versión de la Prueba de Selección Universitaria (PSU), la cual se inicia el 26 con el reconocimiento de salas. Muchos de estos jóvenes se han preparado en sus propios colegios, mientras otros han tenido la posibilidad de cursar un preuniversitario que les ayude a nivelar aquellos conocimientos y habilidades que posiblemente no alcanzaron a desarrollar en el transcurso de la enseñanza media.
Durante el tiempo, se han manifestado una serie de críticas a este sistema de evaluación nacional el cual ha demostrado que quien obtiene un puntaje inferior al deseado, no es sinónimo de un mal rendimiento en la universidad. Muchas casas de estudios reciben estudiantes con puntajes inferiores a los denominados ‘nacionales’ y pese a ello poseen una trayectoria académica exitosa que los lleva más tarde a cursar programas de magister y doctorado. Sin embargo, en nuestro país sigue existiendo esta lógica de medir por medio de pruebas estandarizadas que lo único que hacen es comparar a aquellos estudiantes que tienen un puntaje superior de quienes posiblemente no lo tuvieron.
Esta es una macabra forma de evaluar a nuestros jóvenes, en el entendido que el ingreso a la universidad representa una serie de otras habilidades necesarias para el desarrollo de una determinada profesión: poseer habilidades comunicativas, saber relacionarse con el otro, técnicas de estudios, trabajo en equipo, entre una serie de otras competencias que finalmente terminan siendo trabajadas por las universidades en los primeros años de la carrera. Por lo tanto ¿dónde recae la responsabilidad?
Lo lógico sería que cualquier estudiante que de la PSU, no debiera realizar un preuniversitario para nivelar lo ‘no aprendido’ en la escuela. Ahora bien, ¿será que el currículo escolar no está siendo abarcado en su totalidad en los colegios? ¿Por qué muchos estudiantes deben ‘repasar’ contenidos a través de ensayos PSU y preuniversitarios? Al respecto tenemos el caso cercano de Argentina, Perú y Uruguay, donde no existe una única prueba, sino que, cada universidad determina los criterios a partir de la carrera que el estudiante elija. En Francia los estudiantes que se ubican entre los 15 y 16 años, son separados con la finalidad de iniciar un ciclo de bachillerato, el cual más tarde será evaluado con un símil a una tesis de una universidad en Chile, ésta es defendida ante un jurado, y si es aprobada se permite el acceso automático a la universidad.
Por ahora, solo queda aconsejar a los estudiantes de nuestro país a que el día de la PSU, se sientan confiados en lo que han estudiado; que tienen toda una vida por delante y una serie de alternativas que permitirán que cursen la carrera que por siempre han deseado. Saber que hoy existen no solo universidades estatales en Chile, también están aquellas instituciones privadas en las cuales existe una oferta importante de carreras, y donde muchas de ellas suelen estar mucho más actualizadas al contexto laboral del siglo XXI.
Lo relevante, es no entrar en un estado de ansiedad la cual nos puede jugar una mala pasada el día de la prueba. Prevengamos con tiempo hacer el reconocimiento de salas el día domingo; ya que así no existirán problemas con el lugar en donde nos corresponde realizar la prueba. También es recomendable no estudiar días antes a la PSU, y acostarse temprano con tal de dormir las horas de sueño necesarias para el ‘día D’.
Por Carlos Guajardo
Académico Facultad de Educación, U.Central
Santiago de Chile, 7 de noviembre 2017
Crónica Digital