“Es muy importante que la gente se pronuncie yendo a votar, para que puedan expresar lo que creen que es importante para ver cuál es el tipo de país que quieren que se siga construyendo”, expresó desde Viña del Mar este lunes 23, a cuatro semanas de los comicios.
La Moneda también ha apoyado este esfuerzo por incentivar la participación ciudadana en la elección con mensajes a través de los medios de difusión advirtiendo: “no dejes que unos decidan por todos” y “Mira como la minoría decide por la mayoría” e instando a “no te restes, súmate”.
La primera enfatizó que “nadie puede negarse a sumarse en nuestro país a una campaña que busca que la gente participe. La abstención es un enemigo común que tenemos”, en tanto Beatriz Sánchez, subrayó: “El único momento en que somos todos iguales en un país tan desigual como Chile, es el momento en que votamos, entonces por supuesto que yo me adhiero, qué bueno que haya desde el Gobierno un llamado a votar”.
Y en la Nueva Mayoría, el ex ministro de Allende, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet (primer periodo) y ex senador Sergio Bitar, integrante del comité estratégico de la campaña de Alejandro Guiller, señaló que la Derecha apunta a la abstención como un mecanismo en que funda su posibilidad de ganar, agregando que la derecha estima que le favorecería ya que “la que más se abstiene es la gente partidaria de la centroizquierda”.
Ello explicaría las protestas y rechazo de Piñera y su comando por la campaña oficial que busca aumentar la participación ciudadana en el esfuerzo electoral.
Como lo reconoce el editorialista de EL Mercurio, John Müller en su “Radar Político” de este martes 24 de octubre, uno de los ejes de la estrategia de Piñera es “disuadir a los votantes del adversario” de participar en las elecciones.
El articulista alerta sobre esa estrategia, indicando que “apostar a que con menos participación, el sistema se verá fortalecido, es un contrasentido”, y agrega que “esta apuesta supone jugar con fuego porque puede ocurrir que la votación sea tan baja que la legitimidad de los cargos surgidos de esta elección resulte cuestionada”.
Algunas cifras detallan la situación objetiva: la participación de un 34 por ciento de los chilenos habilitados para votar en las elecciones municipales del 23 de octubre de 2016 (14.1 millones de registrados en el padrón), encendió las luces riojas de alarma al marcarse una tendencia estadística.
En las elecciones municipales del 2012, cuando el voto pasó a ser voluntario- y la inscripción automática, concurrió a las urnas un 43.2 por ciento.
En 2016, las comunas que registraron un mayor porcentaje de votantes fueron las de Ñuñoa y Providencia, muy superior a las populares comunas de Puente Alto y La Pintana.
Así el presente proceso electoral ha puesto en evidencia uno de las más graves falencias del escenario político electoral vigente en el país: el de la escasa participación ciudadana en las grandes decisiones nacionales.
En la hora definitoria de la renovación presidencial y del poder legislativo (la Cámara de Diputados v una parte del Senado) los expertos electorales y las dirigencias partidistas, cayeron en la cuenta de que el mismo proceso electoral y por lo mismo la expresión de la voluntad soberana de los ciudadanos siguen siendo en el Chile de hoy, aherrojados por los enclaves autoritarios dejados por la dictadura.
Sin duda se trata de una bomba de tiempo, heredada por la institucionalidad impuesta a sangre y fuego por de la dictadura de Pinochet, elaborada como una camisa fuerza por los “constitucionalistas” de entonces –la junta de gobierno militar derechista-, ideada por Jaime Guzmán y los “generales” civiles del Golpe.
Su objetivo fue y sigue siendo impedir el ejercicio de la democracia, de la voluntad nacional, sobre todo de la soberanía popular, y mantener un modelo ideológico y económico que les permita mantener su hegemonía sobre la sociedad.
Es en este cuadro, que los políticos han aceptado durante el llamado proceso de la transición, se inscribe el fenómeno inquietante de la abstención, es decir ese fenómeno de rechazo al ámbito político y partidista que lleva a un conjunto masivo de chilenos a restarse de las decisiones nacionales que les afectan directamente.
Esto es el fruto de una abrumadora – y brutal- acción de guerra sicológica, de un permanente lavado de cerebro, desatada desde el Estado, para desactivar uno de los logros más notables de la democracia, y de los gobiernos tanto de Eduardo Frei Montalva como de Salvador Allende: la participación popular y el protagonismo de las masas populares y trabajadores, de los jóvenes y las mujeres, en los procesos de profundización y ampliación de la democracia, del poder popular, del ejercicio de la soberanía del pueblo.
Esto fue lo que puso en peligro los intereses de los poderosos, de los grandes empresarios y latifundistas de las empresas transnacionales, de los objetivos geopolíticos del Imperio, y lo que desató, en definitiva, la conspiración sediciosa, el Golpe de Estado militar derechista y el baño de sangre contra el pueblo de Chile.
En realidad hay que entender de que se trató de una agresión política contra la democracia, contra el ejercicio de la soberanía popular. Las alocuciones majaderas de Pinochet y los suyos contra “los señores políticos”, y su prédica constante contra la política, no era sino un subterfugio para encubrir el ejercicio brutal de “su política” dictatorial al servicio de las transnacionales y de los poderes económicos del país, a cuyo servicio subordinó al Estado y a las Fuerzas Armadas..
A ese cuadro político histórico. a los objetivos estratégicos de la Derecha, se suma, en la transición a la democracia, un clima de desapego ciudadano a los partidos, un sensación de frustración en amplios sectores por la conciliación con la dictadura y sus “cómplices pasivos”, los temores de los actores políticos ante los militares, y la pusilánime transición a la democracia, la impunidad que favorece a los violadores de Derechos Humanos, a los agentes del terror dictatorial y sus crímenes, la imposición de un modelo económico voraz y abusivo, el ejercicio de la corrupción y el lucro como prácticas sociales aceptadas y promovidas desde las esferas del poder.
Hay que decir que determinadas elites y cúpulas han contribuido, con sus hechos, sus conductas, y un ejercicio “opligárquico” de la política, alejada de los ciudadanos, a este desprestigio de su accionar, y los ha distanciado de los ciudadanos.
Por ello, la irrupción del fenómeno de la abstención como un inquietante factor político, no debería ser sorprendente ni un fenómeno ajeno, aun cuando hoy, a semanas de las elecciones del 19 de noviembre, preocupa, pone nerviosos y movilice a partidos y al propio gobierno.
Entonces la conclusión no puede ser otra que intensificar los esfuerzos por mejorar nuestra democracia y no acordarnos de la abstención solo en vísperas de las elecciones o cuando nos apura la causa y nos lamentamos por lo que no se hace cotidianamente: enseñar, aprender, estimular, comprometerse de manera permanente con la democracia, con el respeto y ejercicio de la participación popular, darle la palabra, el protagonismo, la responsabilidad a la base social y ciudadana, dejar de practicar el elitismo, las formas oligárquicas de la toma de decisiones.
Solo así podremos elegir a los mejores, representar las demandas de la mayoría y compartir con todos el sueño de la libertad, la justicia, los derechos humanos, de un mundo mejor.
No solo cuando se trate de un voto, aunque en este momento esa sea la tarea inmediata e ineludible. Ser ciudadanos, sabemos, no es solo votar y elegir, sino participar, tener el derecho a apoyar, controlar y hasta revocar a nuestros elegidos.
De eso se trata también cuando hablamos de Nueva Constitución.
El camino, el mecanismo, el instrumento es nuestra voluntad de participar en la definición de nuestro futuro.
Y eso es lo que está en juego en Chile este 19 de noviembre y el 17 de diciembre.
Nadie puede aquí ser neutral, pretender darse un gustito, o creerse estar por sobre el destino de Chile o anteponer intereses sectarios o de grupo de poder, a los intereses superiores del país.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 25 de octubre 2017
Crónica Digital