Francisco Arellano (directorio Nodo XXI), Estéfano Rubio (CEP Chile) y Eduardo Toro
Valencia (Grupo Economía y Trabajo Nodo XXI)
En la primera parte del escrito, cuyas conclusiones fueron presentadas por Eduardo Toro en el seminario, se examinan los fundamentos técnicos y éticos de la propuesta tributaria anunciada recientemente por el candidato presidencial de la derecha, Sebastián Piñera. En crítica las conclusiones del estudio de Estéfano Rubio y Rodrigo Vergara en que se Piñera basa su programa tributario, que apuntan a la posibilidad de reducir los impuestos a las empresas y volver al sistema integrado previo a la reforma de Bachelet (2014), Toro destacó la necesidad de matizar el ejercicio comparativo respecto de los índices recomendados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos – OCDE (en este caso, carga tributaria versus ingreso per cápita) y observar más profundamente el escenario laboral y social en el que se desenvuelven dichos cambios: ¿un sistema tributario utilitarista es eficiente en uno el contexto más desigual de la OCDE? ¿Es posible conseguir una reforma que apele a la justicia social en un debate político de espaldas a la sociedad? En estas condiciones, ¿a qué grupos beneficiaría una nueva reforma tributaria? ¿Cómo contribuiría ésta a palear la excesiva concentración y centralización del capital en Chile?
Desarrollando puntos de vista contrastados respecto del actual panorama tributario chileno descrito en el artículo, Rubio abogó por la coherencia a la hora de seguir el modelo de desarrollo ofrecido por la OCDE, avanzando “en sus propios términos” y según experiencias exitosas hacia el desarrollo de impuestos a las personas. Desde esta perspectiva, los empresarios deberán pagar como individuos un impuesto proporcional según corresponda a su situación particular, y no desembolsar montos por la vía del impuesto específico a la ganancia de sus empresas. En crítica, Eduardo Toro destacó la necesidad de abordar lo económico como un problema eminentemente político a la hora de pensar sus avances en el plano redistributivo, y no desde un horizonte de “crecimiento” sin metas y objetivos sociales claros. Ello pues, aún a pesar del estatus ofrecido por esta exclusiva “membresía” en el grupo de países plenamente desarrollados, seguimos anclados a los problemas que la explotación neoliberal produce en materia de empleo y desigualdad a lo largo de nuestro continente.
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