Mediante una tecnología de detección no invasiva llamada magnetocardiograma los científicos corroboraron que dicha discriminación existe desde el útero, pues la frecuencia cardíaca fetal cambiaba en cada caso.
El equipo hizo que un orador bilingüe hiciera dos grabaciones de su voz, una en inglés y otra en japonés, lenguajes rítmicamente distintivos, para reproducirse en sucesión al bebé en gestación.
El habla anglosajona tiene una estructura rítmica dinámica que se asemeja a las señales de código Morse, mientras que el asiático tiene una estructura de ritmo más regular, explicaron los investigadores.
Durante el experimento, los expertos constataron que los ritmos cardíacos fetales cambiaron cuando oyeron el lenguaje nipón, por resultarle desconocido y rítmicamente distinto, después de haber oído un pasaje del habla de sus progenitores.
Por otra parte, sus ritmos cardíacos no cambiaron cuando se les presentaba una segunda grabación en inglés, en lugar de una en japonés.
Según los investigadores, el ambiente intrauterino es un lugar ruidoso y el feto está expuesto a los sonidos intestinales maternos, los latidos de su corazón y la voz, así como los sonidos externos.
Sin esa exposición, la corteza auditiva fetal no obtendría suficiente estimulación para desarrollarse adecuadamente, consideraron.
A su criterio, los resultados de la investigación implican que el desarrollo del lenguaje puede comenzar en el útero, donde el bebé va afinando sus oídos a la lengua que va a adquirir incluso antes de nacer.
Washington, 27 julio 2017
Crónica Digital /PL