Muchos están acostumbrados a la ruptura del protocolo por el multimillonario devenido presidente norteamericano, pero en esta ocasión sus salidas parecieron buscar un alivio en las tensiones con Moscú.
En un principio fueron los saludos (tres) con Putin, luego el inicio de las conversaciones (la prensa llegó al encuentro cuando ambas delegaciones estaban reunidas), la extensión de las pláticas por dos horas y 15 minutos, y por último, los anuncios finales.
Primero, un acuerdo para crear una zona de seguridad en el suroeste de Siria, con patrulla de la policía militar rusa y apoyo de Estados Unidos, Jordania e Israel, acceso a ayuda humanitaria y coordinación con un centro de monitoreo creado en Amán.
Recordemos que en mayo pasado, Moscú, Ankara y Teherán anunciaron la creación de cuatro áreas de reducción de la escalada bélica para respaldar la tregua en Siria, pactada el 30 de diciembre de 2016.
Segundo, Washington nombró a un enviado especial para Ucrania y admitió las exigencias de Moscú sobre la necesidad del cumplimiento por todas las partes enfrentadas en el sureste de ese país de los acuerdos de Minsk, de febrero de 2015.
Tercero, se crearon grupos de trabajo sobre el combate al terrorismo y la seguridad cibernética para la cooperación en esa y otras esferas, con el fin de evitar injerencias.
Por cierto, Putin declaró en Hamburgo, que el presidente norteamericano le pregunto sobre la supuesta interferencia rusa en los asuntos internos norteamericanos y pareció satisfecho con sus respuestas.
Cuarto, Rusia y Estados Unidos decidieron acelerar el nombramiento de embajadores. Sin embargo, fue imposible llegar a un acuerdo sobre la confiscación en diciembre pasado de dos mansiones de la embajada rusa en Estados Unidos, en violación de derecho internacional.
Los expertos afirman que la participación de Estados Unidos en la citada zona de distensión constituye un reconocimiento por Washington del proceso de diálogo intersirio en Astaná, con cinco rondas, en las que el país norteño solo acudió como observador.
Al mismo tiempo, el tema de las propiedades de la embajada rusa posee un carácter simbólico, pues la justificación para la confiscación salió de la campaña mediática para acusar a Moscú de injerencia en los asuntos internos de Estados Unidos.
De cualquier forma, la pulseada entre Putin y Trump aparece como la primera, con aire positivo, de las tantas a observar entre ambos dirigentes en la arena internacional, con un optimismo ávido de hechos y pasos concretos por parte de Washington en disímiles esferas.
(Tomado de Semanario Orbe)
Moscú, 15 de de julio 2017