El sábado por la noche no podía dormir. Pensaba en una frase de Marcelo Bielsa que había leído un par de horas antes, en un libro dedicado a sus ideas, anécdotas y frases célebres. Vale la pena volver a asimilarla no por las lecciones del fútbol, sino para la vida:
“No permitan que el fracaso les deteriore la autoestima. Cuando ganas, el mensaje de admiración es tan confuso, estimula tanto el amor hacia uno mismo que todo eso deforma mucho. Y cuando pierdes, sucede todo lo contrario: hay una tendencia morbosa a desprestigiarte, a ofenderte, sólo porque perdiste. En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados, eso sí es lo importante. Lo importante es el tránsito, la dignidad con que recorrí el camino en la búsqueda del objetivo. Lo otro es cuento para vendernos una realidad que no es tal.”
Es un momento difícil para estar alegres, y muy sencillo para el despliegue de la rabia, impotencia y desazón. El oponente más complejo para la selección fue más allá del orden táctico alemán, su pragmatismo y su libreto bien aprendido, pues nuestra frustración desordenó un encuentro que tuvo unos 20 minutos extraordinarios, proveedores de mucha confianza.
En una jugada atípica, fuera de los cálculos, “Carepato” se equivocó. ¿Qué puedo decirte Marcelo? Gracias. Por aterrizar las exigencias que les hacemos, por parar de meter presiones a la mochila que, valientemente, ustedes han decidido cargar. También por permitirnos reflexionar y depositar nuestras desgracias en un hilo, uno que ha dependido de la selección por 10 años.
Gracias Marcelo por venir al equipo que amo la temporada del 2010, cuando en la “U” no te querían. Te recibimos con los brazos abiertos. Nos ayudaste a soñar, jugaste en el puesto que hoy te tiene dónde estás y renaciste. En tu regreso al elenco azul triunfaste y formaste parte de la máquina de Sampaoli y compañía. El 2012 entraste definitivamente en la selección para volverte el eje central del orden y el funcionamiento táctico.
Hoy, en el yerro que costó la Copa Confederaciones, no podemos hacer más que ayudarte a levantar el rostro decaído y secar las lágrimas en conjunto. No debemos permitir más egoísmo, a estos muchachos les hemos exigido demasiado. Presionaron al campeón del mundo hasta decir basta y el mínimo error lo valía todo. Como muchas veces, nos obnubilamos frente a una situación impensada y dolorosa.
Es por eso que la frase de Bielsa tiene sentido. Podríamos categorizar la derrota ante Alemania como un fracaso, pero ya pelearle el liderato futbolístico a un conjunto tan mecanizado habla de la dignidad de esta generación. Han intentado ganar en todas las canchas, han dejado la vida en cada pelota y han aprendido más de lo que nosotros podríamos aprender de nosotros mismos en un curso de auto ayuda. Nunca imaginé ver a Chile disputando una copa como esta, menos ganando torneos continentales ni teniendo el respeto mundial de muchos entendidos del tema. ¿Por qué Alemania gana, gana y gana? Joachim Loew lleva años trabajando en el pasado, en el presente y en el futuro. Mientras hace la retroalimentación de los errores, imprime un sello actual y piensa en el recambio. Hasta el momento, desde el año 2007 el fútbol chileno, en términos de la selección adulta, sólo ha cumplido los dos primeros pasos.
Los logros obtenidos por estos jugadores no se empañan por haber perdido la final. No se trata de victorias morales ni conformismo, esto es sobre la fe. Creer en algo, imaginarse una vida mejor e ilusionarse con un sueño son aspectos que sólo el fútbol -entendido como movimiento social- puede darte. Desde que tengo memoria la selección es parte de mí. Este deporte me ha roto el corazón de un minuto a otro en muchas ocasiones. Sin embargo, jamás se le puede abandonar.
Siento la maduración de un equipo que, lamentablemente, es el poco orgullo del balompié nacional. No esperemos la partida de todos quienes colaboraron en este sueño, para trabajar en las divisiones menores y proyectar otra selección magnífica. Las nuevas generaciones están creciendo con esta leyenda viviente y la oportunidad de enmendar el rumbo es enorme.
Hasta mi muerte soñaré con todas las chances perdidas en esta final. Con el palo de Pinilla. Con el penal de Alexis. Con el penal del “Gato” Silva”. Con Sudáfrica 2010. Con las decisivas tapadas de Bravo. Con un grito desahogado cada vez que me aferré a una ilusión que está fuera de mí, pero responsable de mi pasión, mi sentimiento y mi locura. Por todos estos recuerdos, no nos rindamos ante la derrota, es lo peor que podríamos hacer.
Gracias por tanto muchachos y perdón por tan poco. No sé si esto es una columna, podría ser una carta. Una escrita y dirigida para todos aquellos que se burlaban del seguimiento de los futboleros en las instancias más insignificantes. Para los que sin tapujos cuestionaban nuestra pasión e igual se subieron al carro de la victoria. Para los incrédulos que me decían “vi el primer gol y apagué la tele”. Para todo aquel adherente del entendimiento del fútbol como un “mamarracho de 22 pelotudos corriendo detrás de una pelota”.
Este deporte no es sólo un juego, ha demostrado en su historia su mutabilidad genética. Por momentos es la representación de la democracia, de los valores cívicos, del anhelo de una vida mejor…
Por Vicente Vásquez Feres
Estudiante de periodismo
Universidad Católica de Chile
Santiago de Chile, 3 de julio 2017
Crónica Digital