Por Eduardo Contreras: ECOS DEL MENSAJE

Resulta indesmentible  que la reciente cuenta pública de la presidenta Michelle Bachelet no fue sólo el cumplimiento de un mandato jurídico. Fue mucho más que eso, al punto que un conocido comentarista al que nadie podría calificar de ultraizquierdista lo llamó  “ la gran victoria de Bachelet ”.

Es que el Mensaje del 1° de junio fue una contundente síntesis de lo realizado por su gobierno, el gobierno de la Nueva Mayoría, realidad signada por haber instalado públicamente los temas fundamentales que la sociedad chilena necesita enfrentar para cambiar el modelo económico y político y social impuesto mediante la fuerza por la dictadura.


Pero no sólo por haber puesto en el centro del debate esos cambios, sino además por haber realizado una parte de dichas transformaciones indispensables.


No es que no hayan hecho nada los anteriores gobiernos elegidos democráticamente cuando Pinochet abandonó voluntariamente La Moneda. Hay hechos que reconocer, sin  duda. Pero lo objetivo es que no se enfrentó las cuestiones de fondo atingentes a la estructura socioeconómica de Chile. El dictador siguió además como comandante en jefe del ejército y luego como ¡¡senador vitalicio!! De no haberse presentado la querella en su contra en enero de 1998 quizás hasta cuando hubiera sido senador.


Tampoco sostenemos que los cambios realizados por este gobierno de Michelle Bachelet hayan sido todos perfectos. Hubo dificultades y errores. Algunos por diferencias internas, pero las más por el peso que todavía mantiene la derecha dura y conservadora en los organismos del Estado a los que corresponde la creación de las leyes.


Con todo, las dos horas de la cuenta pública de la Mandataria dejan absolutamente en claro el cumplimiento de buena parte del programa de su gobierno y de su firme convencimiento y voluntad en el sentido de que la marcha por los cambios no se detendrá, que no hay vuelta atrás y que el país necesita y quiere progresar pero en el sentido de que progrese y prospere la gran mayoría de la sociedad, no sólo los conocidos pocos de siempre.


Entre sus categóricas reafirmaciones, dijo ese día: “ Estoy aquí con la convicción y el orgullo de quien ha recibido la misión de liderar transformaciones que no podían esperar más ”. “ Hoy le hablo a un Chile distinto y mejor que al que pude ver hace 3 o 4 años ”. “ Podrán cambiar los gobiernos pero no puede detenerse una historia impulsada por la fuerza de un país entero. Por eso quiero llamarlos a todos a hacerse parte en la construcción de Chile… ”. 


Son algunas frases del Mensaje de la Presidenta que hasta El Mercurio destacó en primera página al día siguiente. No podía ser de otro modo. Al fin y al cabo se  trata del gobierno que, por fin, puso fin al espúreo sistema electoral binominal, absolutamente antidemocrático. De ahora en adelante los procesos electorales tendrán cauces limpios, proporcionales.


Pero además creó nuevos y fundamentales órganos estatales como el ministerio de la Mujer y la Subsecretaría de Derechos Humanos. Un gobierno que dio vida legal a la Unión Civil y avanza ahora al matrimonio Igualitario. Una Presidenta que impulsa la despenalización del aborto en tres causales.


Que hizo de la Reforma Educacional uno de sus ejes centrales en busca de la gratuidad universal para que, como ha dicho, “nadie quede fuera de la educación en ninguno de sus niveles desde la sala cuna hasta la educación superior”. De hecho, cientos de miles de jóvenes  han empezado ya a disfrutar de este legítimo derecho que Chile tuvo antes y durante muchos años y que la dictadura de la derecha le arrebatara.


Que sacó adelante una Reforma Tributaria, alterada en el camino por quienes no ponen en centro los intereses de la mayoría del pueblo. Pero que ha sido un avance.

Que impulsa una Reforma Laboral, igualmente vapuleada como era de esperar, desde el sector empresarial, pero se ha iniciado el proceso.


Que ha logrado avances significativos en Infraestructura, Medio Ambiente y Cultura, así como leyes en favor de la transparencia y la probidad en los negocios y en la política. Y una ley especial que exime del pago de la cotización del 5% a los pensionados mayores de 65 años.


Y, quizás lo más importante desde el punto de vista de una política seria y realmente democrática, haber puesto en marcha por primera vez desde 1980 un proceso ciudadano para establecer una Nueva Constitución para Chile que desde sus comienzos considere la más amplia participación ciudadana posible.


No  se trata de reformas  más o menos a la Constitución de Pinochet que rige hasta hoy. No. De lo que se trata esta vez es de garantizar ante todo que el conjunto de la sociedad conozca y sepa qué es y para qué es una Constitución Política.Es decir la normativa jurídica superior que regula y determina órganos, formas y procedimientos de la organización política de la sociedad, que es el Estado.


Y luego que la ciudadanía discuta, debata, opine, proponga, hasta que finalmente sea una asamblea constituyente la que elabore un texto que, finalmente, sea sometido a una gran consulta nacional, esto es un plebiscito, que apruebe o rechace dicho proyecto.


De este modo se abre paso a los grandes anhelos de chilenas y chilenos que desde hace años expresan masivamente en las calles del país la necesidad de que se devuelva sus atribuciones al Estado en la dirección y manejo de la  economía y que se consagre y  garantice constitucionalmente los derechos humanos fundamentales, individuales y colectivos.


Que se establezca normas justas en materia de salud, vivienda, trabajo, educación, justicia, participación, organizaciones sociales, relaciones internacionales, defensa, medio ambiente, recursos naturales, descentralización, reconocimiento del carácter plurinacional de la sociedad chilena, y por tanto los derechos de los pueblos originarios.


¿Podrá lograrse todo lo que se requiere y que el Mensaje presidencial ha destacado?  En mucho depende del impulso y fuerza del movimiento popular. Así como de superar las diferencias que existen al interior de la coalición gobernante, cuyas organizaciones, más allá de esas diferencias, han dado más de una prueba de poner por encima de todo los intereses del pueblo trabajador.


Con todo, la última cuenta presidencial ha sido un golpe contundente a la derecha recalcitrante y a los agoreros del fracaso de una política avanzada como la del actual gobierno. Con razón se sostiene que éste ha sido el gobierno que ha dado inicio a una treal y concreta desde el modelo dictatorial a un modelo democrático y popular. 


Es que el Mensaje del 1° de junio fue una contundente síntesis de lo realizado por su gobierno, el gobierno de la Nueva Mayoría, realidad signada por haber instalado públicamente los temas fundamentales que la sociedad chilena necesita enfrentar para cambiar el modelo económico y político y social impuesto mediante la fuerza por la dictadura.Resulta indesmentible  que la reciente cuenta pública de la presidenta Michelle Bachelet no fue sólo el cumplimiento de un mandato jurídico. Fue mucho más que eso, al punto que un conocido comentarista al que nadie podría calificar de ultraizquierdista lo llamó  “ la gran victoria de Bachelet ”.


Pero no sólo por haber puesto en el centro del debate esos cambios, sino además por haber realizado una parte de dichas transformaciones indispensables.


No es que no hayan hecho nada los anteriores gobiernos elegidos democráticamente cuando Pinochet abandonó voluntariamente La Moneda. Hay hechos que reconocer, sin  duda. Pero lo objetivo es que no se enfrentó las cuestiones de fondo atingentes a la estructura socioeconómica de Chile. El dictador siguió además como comandante en jefe del ejército y luego como ¡¡senador vitalicio!! De no haberse presentado la querella en su contra en enero de 1998 quizás hasta cuando hubiera sido senador.


Tampoco sostenemos que los cambios realizados por este gobierno de Michelle Bachelet hayan sido todos perfectos. Hubo dificultades y errores. Algunos por diferencias internas, pero las más por el peso que todavía mantiene la derecha dura y conservadora en los organismos del Estado a los que corresponde la creación de las leyes.


Con todo, las dos horas de la cuenta pública de la Mandataria dejan absolutamente en claro el cumplimiento de buena parte del programa de su gobierno y de su firme convencimiento y voluntad en el sentido de que la marcha por los cambios no se detendrá, que no hay vuelta atrás y que el país necesita y quiere progresar pero en el sentido de que progrese y prospere la gran mayoría de la sociedad, no sólo los conocidos pocos de siempre.


Entre sus categóricas reafirmaciones, dijo ese día: “ Estoy aquí con la convicción y el orgullo de quien ha recibido la misión de liderar transformaciones que no podían esperar más ”. “ Hoy le hablo a un Chile distinto y mejor que al que pude ver hace 3 o 4 años ”. “ Podrán cambiar los gobiernos pero no puede detenerse una historia impulsada por la fuerza de un país entero. Por eso quiero llamarlos a todos a hacerse parte en la construcción de Chile… ”. 


Son algunas frases del Mensaje de la Presidenta que hasta El Mercurio destacó en primera página al día siguiente. No podía ser de otro modo. Al fin y al cabo se  trata del gobierno que, por fin, puso fin al espúreo sistema electoral binominal, absolutamente antidemocrático. De ahora en adelante los procesos electorales tendrán cauces limpios, proporcionales.


Pero además creó nuevos y fundamentales órganos estatales como el ministerio de la Mujer y la Subsecretaría de Derechos Humanos. Un gobierno que dio vida legal a la Unión Civil y avanza ahora al matrimonio Igualitario. Una Presidenta que impulsa la despenalización del aborto en tres causales.


Que hizo de la Reforma Educacional uno de sus ejes centrales en busca de la gratuidad universal para que, como ha dicho, “nadie quede fuera de la educación en ninguno de sus niveles desde la sala cuna hasta la educación superior”. De hecho, cientos de miles de jóvenes  han empezado ya a disfrutar de este legítimo derecho que Chile tuvo antes y durante muchos años y que la dictadura de la derecha le arrebatara.


Que sacó adelante una Reforma Tributaria, alterada en el camino por quienes no ponen en centro los intereses de la mayoría del pueblo. Pero que ha sido un avance.


Que impulsa una Reforma Laboral, igualmente vapuleada como era de esperar, desde el sector empresarial, pero se ha iniciado el proceso.


Que ha logrado avances significativos en Infraestructura, Medio Ambiente y Cultura, así como leyes en favor de la transparencia y la probidad en los negocios y en la política. Y una ley especial que exime del pago de la cotización del 5% a los pensionados mayores de 65 años.


Y, quizás lo más importante desde el punto de vista de una política seria y realmente democrática,

haber puesto en marcha por primera vez desde 1980 un proceso ciudadano para establecer una Nueva Constitución para Chile que desde sus comienzos considere la más amplia participación ciudadana posible.


No  se trata de reformas  más o menos a la Constitución de Pinochet que rige hasta hoy. No. De lo que se trata esta vez es de garantizar ante todo que el conjunto de la sociedad conozca y sepa qué es y para qué es una Constitución Política.Es decir la normativa jurídica superior que regula y determina órganos, formas y procedimientos de la organización política de la sociedad, que es el Estado.


Y luego que la ciudadanía discuta, debata, opine, proponga, hasta que finalmente sea una asamblea constituyente la que elabore un texto que, finalmente, sea sometido a una gran consulta nacional, esto es un plebiscito, que apruebe o rechace dicho proyecto.


De este modo se abre paso a los grandes anhelos de chilenas y chilenos que desde hace años expresan masivamente en las calles del país la necesidad de que se devuelva sus atribuciones al Estado en la dirección y manejo de la  economía y que se consagre y  garantice constitucionalmente los derechos humanos fundamentales, individuales y colectivos.


Que se establezca normas justas en materia de salud, vivienda, trabajo, educación, justicia, participación, organizaciones sociales, relaciones internacionales, defensa, medio ambiente, recursos naturales, descentralización, reconocimiento del carácter plurinacional de la sociedad chilena, y por tanto los derechos de los pueblos originarios.


¿Podrá lograrse todo lo que se requiere y que el Mensaje presidencial ha destacado?  En mucho depende del impulso y fuerza del movimiento popular. Así como de superar las diferencias que existen al interior de la coalición gobernante, cuyas organizaciones, más allá de esas diferencias, han dado más de una prueba de poner por encima de todo los intereses del pueblo trabajador.


Con todo, la última cuenta presidencial ha sido un golpe contundente a la derecha recalcitrante y a los agoreros del fracaso de una política avanzada como la del actual gobierno. Con razón se sostiene que éste ha sido el gobierno que ha dado inicio a una transición real y concreta desde el modelo dictatorial a un modelo democrático y popular.

Por Eduardo Contreras
Abogado de derechos humanos

Santiago de Chile, 20 de junio 2017
Crónica Digital

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